Tatuajes
Tensas espaldas tatuadas y brazos tatuados, dulces o ¨¢speros cuellos tatuados (car¨®tidas latiendo debajo de una cola de serpiente o una estrella de tinta), nalgas tatuadas y vientres con tatuaje, tobillos, piernas, pechos, ingles, manos, nucas y sexos tatuados. El verano descubre los cuerpos y los cuerpos descubren sus tatuajes, la epidermis escrita o dibujada, convertida en un mapa no siempre del tesoro. Lo sabemos: lo m¨¢s profundo es la piel. Paul Val¨¦ry lo puso por escrito y la frase triunf¨®, se convirti¨® en tatuaje literario. Los poetas franceses del viejo siglo XX empiezan escribiendo poemas simbolistas y terminan haciendo anuncios de colonias: "Hay otros mundos, pero est¨¢n en este", anunci¨® Paul Eluard. La poes¨ªa vende, si no que se lo digan a Fernando Beltr¨¢n, descubridor de Amena, poeta y nombrador. Ahora no s¨¦ qu¨¦ venden (creo que coches) utilizando un cuento de Cort¨¢zar (que es un poema) y su voz gutural (que es, m¨¢s o menos, un tatuaje sonoro) en la televisi¨®n.
Todo se va borrando. La memoria se convierte en olvido. Todo prescribe y todo finalmente caduca. Hasta los libros que atesor¨¢bamos en los anaqueles un buen d¨ªa demuestran lo que son: papel apelmazado. ?D¨®nde est¨¢n los tesoros? Un amigo escritor y bibli¨®filo me cuenta que desde que tom¨® la decisi¨®n de aligerar sus baldas hace mucho mejor la digesti¨®n. Vivir es desprenderse, soltar lastre, quiz¨¢s desaprenderse. S¨®lo queda el tatuaje porque s¨®lo el tatuaje es indeleble, terco como un tumor.
En el centro de un b¨ªceps destensado se lee en letras g¨®ticas: "No me olvides". El due?o de ese b¨ªceps lee el raro mensaje escrito en su pellejo y no recuerda a qui¨¦n no deber¨ªa olvidar. Claro que ni siquiera sabe qu¨¦ es lo que hace alojado en un geri¨¢trico. Y menos a¨²n qui¨¦n fue el doctor Alzheimer. En el a?o 2025, leo en este peri¨®dico, cerca de 1.200.000 personas padecer¨¢n la enfermedad de Alzheimer en Espa?a. Mientras paseo por Abandoibarra pienso en esos tatuajes que no envejecer¨¢n junto a sus propietarios (la tinta se conserva durante mucho tiempo, no s¨¦ cu¨¢nto, pero m¨¢s de una vida, eso es seguro). Pienso que cuando yo era ni?o y a¨²n despu¨¦s, en mis a?os de estudiante en Leioa y en Deusto, no era nada com¨²n ver a gente tatuada. Estaban el tatuaje carcelario hecho con cualquier cosa, con un clavo, un cristal o un alambre, y el tatuaje mar¨ªtimo o n¨¢utico, hecho a base de anclas y sirenas m¨¢s o menos salaces. Eso era todo entonces, casi nada. Crecimos en un mundo sin tatuajes. Un pa¨ªs de pieles limpias, epidermis in¨¦ditas.
Se me hace extra?o imaginar a todos esos j¨®venes cuerpos tatuados dentro de cincuenta a?os, dentro de sesenta a?os, cuando sean ancianos sin remedio. Algunos, inevitablemente, vivir¨¢n en la niebla y no recordar¨¢n ni el santo de su nombre, probablemente raro (adem¨¢s de la moda del tatuaje, en los ¨²ltimos lustros nos ha dado por bautizar a los reci¨¦n nacidos con nombres incre¨ªbles, como reci¨¦n paridos o reci¨¦n inventados). El mundo, realmente, es algo extra?o. Juan Rulfo, que olvid¨® las razones por las que un d¨ªa escribi¨® un par de libros, escribi¨® que la vida "no es muy seria en sus cosas". No lo es. El mes pasado lo hemos dedicado, entre otras cosas supuestamente serias, a ensalzar la figura de Adolfo Su¨¢rez. Como todos saben, Adolfo Su¨¢rez no sabe que ¨¦l fue Adolfo Su¨¢rez. Tampoco, por lo tanto, es probable que entienda por qu¨¦ alguien desea premiarle, por ejemplo, con el Tois¨®n de oro, ?qu¨¦ es el Tois¨®n de oro? Premiar o castigar a alguien que ha olvidado lo malo o lo bueno que hizo resulta complicado.
Premiar o castigar a los descendientes de quienes merecieron en vida premios o castigos ser¨ªa injusto. Los hijos no heredamos las culpas ni las glorias de los padres, aunque a veces algunos se empe?en con tes¨®n en lo contrario. Hay quien desear¨ªa tatuarse el apellido, el sexo, la nacionalidad. Hay quien vive tatuado por dentro y quien desear¨ªa tatuarnos sus creencias en el cerebro. Pero todo se borra. Alguien se mira el b¨ªceps y lee "No me olvides" sin saber que ha olvidado. Alguien ve una bandera por la que en tiempos hubiera matado y cree que es un trapo de cocina o tal vez un pa?uelo. Alguien escribe un art¨ªculo y sabe que ma?ana nadie (empezando por ¨¦l) se acordar¨¢ de ¨¦l, y piensa que ma?ana alguien envolver¨¢ el pescado o lo que sea con ¨¦l, y eso le tranquiliza y le llena de paz veraniega.
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