La investigaci¨®n
El conserje Luis Garrudo regresa a su casa con los peri¨®dicos gratuitos bajo el brazo. Conecta la radio. Las noticias empiezan a torcerse hasta que el horror se hace insoportable.
Garrudo no se puede quitar de la cabeza la imagen de los hombres abrigados caminando hacia la estaci¨®n. Pero se resiste a vincularla a lo que dice la radio. No sabe si llamar a la polic¨ªa. Su desasosiego aumenta al tiempo que la cifra de muertos. Pese a todo...
-?Y si son imaginaciones? ?Y si son simples trabajadores y los meto en un l¨ªo? Pero, ?y si el del gorro y la bufanda es un terrorista?
Una polic¨ªa novata descubri¨® la bomba n¨²mero 13 dejada por los terroristas en una bolsa de deporte
D¨ªaz-Pintado dice que se habl¨® de ETA, pero se descart¨® porque era extra?o que hubiese metido a tantos terroristas en Madrid.
De la Morena record¨® el consejo que le dio un comisario cuando ¨¦l empezaba: entre detener y no detener, t¨² det¨¦n siempre. A la ma?ana siguiente, orden¨® apresar a los due?os del bazar. Bajo arresto, los indios dieron el nombre: Jamal Zougam
"Coloqu¨¦ la mochila en tierra y el coraz¨®n se me puso a cien de pura adrenalina... Pens¨¦ en la muerte"
A las 10 y media de la ma?ana, ya no puede m¨¢s. Aprovecha que el presidente de su comunidad de vecinos, un ferroviario jubilado llamado Luis del Moral, baja a la calle. Garrudo se lo cuenta todo. Salen al portal de la calle del Infantado y comprueban juntos que la furgoneta Kangoo sigue all¨ª. Del Moral decide que hay que cont¨¢rselo cuanto antes a la polic¨ªa. Se acerca a la estaci¨®n y se lo dice al primer agente que ve. Y acierta. Acierta de pleno. Acaba de poner a la polic¨ªa en la pista correcta, en la primera pista correcta. Ha colocado en las manos de los investigadores el hilo del que tirar.
El subdirector Operativo de la Polic¨ªa, Pedro D¨ªaz-Pintado, se entera del atentado a las ocho de la ma?ana. Est¨¢ en el aeropuerto de Barajas. Junto a ¨¦l, su jefe inmediato, el director general de la Polic¨ªa, Agust¨ªn D¨ªaz de Mera. Los dos est¨¢n a punto de embarcar en un vuelo hacia Asturias. Nada m¨¢s conocerse la noticia de la primera explosi¨®n, ordenan a su ch¨®fer que los lleve a Atocha sin perder un segundo. Son de los primeros en llegar. De hecho, un polic¨ªa de servicio que no los reconoce les pide sin contemplaciones que se marchen, que existe el peligro de una nueva explosi¨®n. Deciden montar la central de mando justo enfrente de la estaci¨®n, en la sede del Ministerio de Agricultura. Hay un motivo principal. Desde all¨ª pueden usar los tel¨¦fonos fijos. La zona est¨¢ saturada y hace rato que los m¨®viles han dejado de funcionar.
D¨ªaz-Pintado tiene 63 a?os de edad y 40 de polic¨ªa. Lo suficiente para saber que no hay nada como ver las cosas con los propios ojos. Sugiere a su superior desplazarse a los lugares de los hechos lo antes posible: a El Pozo, a Santa Eugenia.... Pero D¨ªaz de Mera le responde que el ministro ?ngel Acebes acaba de convocar una reuni¨®n en Interior y tienen que acudir ambos. Es all¨ª donde se acuerda trasladar los cad¨¢veres a los pabellones del recinto ferial Ifema. Tomada esa decisi¨®n, y una vez que se constata que toda la ciudad se est¨¢ volcando en la ayuda de las v¨ªctimas, los polic¨ªas empiezan a hacer su trabajo. Es la primera vez que se plantea una pregunta que se convertir¨¢ en santo y se?a de los d¨ªas que han de venir.
-?Qui¨¦n ha sido?
L¨®gicamente, al principio todo el mundo piensa en ETA. D¨ªaz Pintado lo recuerda as¨ª:
-Se hablaba de ETA, claro que se hablaba de ETA. De un tiempo a esta parte, la banda estaba obsesionada con los trenes, aunque ya hab¨ªa cosas que no encajaban. Por ejemplo, la cantidad de bombas: 10 que hab¨ªan explotado, dos que hab¨ªan hecho estallar los artificieros. Para hacer eso se necesitaban una cantidad importante de terroristas, y era extra?o que ETA hubiera metido a tanta gente en Madrid sin darnos cuenta.
Un inspector de la Polic¨ªa Cient¨ªfica identifica los cad¨¢veres de la estaci¨®n de El Pozo. De pronto, recibe la orden de volver con su equipo a la base. Se entera de que en las dependencias de Canillas -la central de la polic¨ªa- se est¨¢ registrando la furgoneta Kangoo de la que le hab¨ªan hablado por la ma?ana y a la que ¨¦l no otorg¨® al principio demasiada importancia.
-En esos casos se reciben muchas llamadas, much¨ªsimas personas que dicen que han visto algo... Lo cierto es que, sobre las dos de la tarde, nos avisan de que han encontrado en la furgoneta una cinta en ¨¢rabe. Bajamos al garaje. Me met¨ª en la furgoneta, comenc¨¦ a registrarla, y debajo del asiento delantero vi una bolsa de basura azul. La cog¨ª, la abr¨ª, y vi que hab¨ªa unos detonadores. Diez detonadores. Orden¨¦ al momento que desalojaran el garaje donde est¨¢bamos, y que vinieran los especialistas de explosivos. Yo me llev¨¦ la cinta. Estaba obsesionado con esa cinta. No quer¨ªa que se perdiese bajo ning¨²n concepto. Hice una copia y ped¨ª que la tradujeran de inmediato.
El hilo del que se empez¨® a tirar a las diez y media de la ma?ana sigue aguantando. La Polic¨ªa Cient¨ªfica empieza a investigar el origen de los detonadores y encuentra restos de dinamita dentro de la bolsa de basura. Por si fuera poco, la cinta contiene salmos del Cor¨¢n, de la sura La familia de Imr¨¢n, en la que se describe la batalla que libra el islam contra sus adversarios. D¨ªaz-Pintado ha logrado por fin arrastrar a su jefe D¨ªaz de Mera a las estaciones arrasadas. Se trasladan al Ifema para supervisar la identificaci¨®n de cad¨¢veres. El director del parque ferial les pregunta si han almorzado.
-Y como no hab¨ªa otro sitio -recuerda el subdirector de la Polic¨ªa- fuimos a su despacho. Eran las tres y media de la tarde y est¨¢bamos all¨ª, con unas coca-colas, unas cervezas y unas patatas fritas cuando recibo una llamada del comisario de la Polic¨ªa Cient¨ªfica. Me cont¨® el hallazgo de los detonadores.
En la polic¨ªa las ¨®rdenes siempre van hacia abajo, pero las noticias suelen elegir el sentido inverso. Nada m¨¢s enterarse D¨ªaz de Mera del hallazgo, tir¨® de su tel¨¦fono m¨®vil.
-Tengo que cont¨¢rselo al ministro.
A las seis de la tarde de ese 11 de marzo, un grupo de polic¨ªas novatos llega a la comisar¨ªa del Puente de Vallecas. Su superior les encarga una labor muy inc¨®moda.
- Ten¨¦is que ir a la estaci¨®n de El Pozo.
Maletas, mochilas, bolsos de se?ora, carpetas, cazadoras, zapatos... Los efectos personales de los viajeros que han salido corriendo, de los heridos, de los muertos. Todo ha sido metido en bolsas de basura enormes. Los agentes de polic¨ªa acercan las furgonetas a un agujero abierto en el muro de la estaci¨®n por las bombas. Carga las bolsas y las llevan a la comisar¨ªa, pero all¨ª les indican que se las lleven de nuevo. Nuevo destino: pabellones de Ifema. Las dejan all¨ª, pero al regresar de vac¨ªo a la comisar¨ªa les ordenan que las vuelvan a traer de nuevo. Es una noche de locos. Son novatos y ni siquiera se les ocurre protestar. Noche cerrada. En la parte de atr¨¢s de las furgonetas que van y vienen por Madrid suenan una y otra vez los m¨®viles de los heridos y de los muertos. Sus familiares les siguen llamando. Tantas horas despu¨¦s del atentado a¨²n hay quien espera que alguien muy querido conteste al otro lado de la l¨ªnea. Que diga hola, estoy bien, todo ha sido una pesadilla.
Las bolsas se apilan por fin en una habitaci¨®n de la parte de atr¨¢s de la comisar¨ªa. Una agente, tambi¨¦n reci¨¦n salida de la academia, se incorpora en el turno de noche. Es su segundo d¨ªa de trabajo. Le encargan algo todav¨ªa m¨¢s penoso que recoger las bolsas del and¨¦n de El Pozo.
-Hicimos una relaci¨®n de efectos. Entre otro compa?ero y yo. Yo sacaba las cosas de las bolsas de basura, se lo describ¨ªa a mi compa?ero, y ¨¦ste lo apuntaba en una lista en el ordenador. Un pantal¨®n con la etiqueta de El Corte Ingl¨¦s, un discman marca Aiwa, un CD de David Bisbal...
A las dos de la madrugada, D¨ªaz-Pintado -el subdirector Operativo de la Polic¨ªa- decide irse a la cama:
-Por experiencia s¨¦ que el d¨ªa siguiente siempre es peor. As¨ª que decid¨ª descansar.
Y justo a esa hora, en Vallecas, la polic¨ªa que cumple su segundo d¨ªa de servicio extrae de una de las bolsas gigantes de basura una bolsa de deporte azul. La abre y saca un tel¨¦fono m¨®vil.
-Lo levant¨¦ y vi que ten¨ªa unos cables metidos donde la bater¨ªa que conectaban con un paquete como lleno de plastilina blanca. Pens¨¦ que era una bomba.
Y era una bomba. Una de las bombas que no hab¨ªan explotado en el tren de El Pozo. La bomba n¨²mero 13. Una bomba que estuvo pase¨¢ndose por Madrid en la parte de atr¨¢s de una furgoneta de la polic¨ªa.
La comisar¨ªa es desalojada. El subinspector Pedro y otros dos artificieros de guardia acuden a Vallecas. Pedro pide que le conduzcan a la habitaci¨®n donde est¨¢ la bolsa sospechosa. Luego ordena que lo dejen solo. Mete la mano en la gelatina. Se acerca el dedo a la nariz. Reconoce el olor a almendras amargas tan caracter¨ªstico de la dinamita. Sale de la habitaci¨®n y habla con sus dos compa?eros. Deciden sacar la bomba de la comisar¨ªa. Intentar desactivarla all¨ª dentro equivaldr¨ªa a desalojar los edificios cercanos de madrugada y con una poblaci¨®n aterrorizada, confusa, reci¨¦n golpeada por el mayor atentado de la historia. Deciden jug¨¢rsela, llev¨¢rsela de all¨ª e intentar desactivarla a cielo abierto. Una extra?a caravana de tres coches atraviesa las calles de un Madrid desierto. El primero, un patrullero con el destello azul de las luces de g¨¢libo, conducido por un polic¨ªa que conoce el barrio. El segundo veh¨ªculo lo lleva Pedro. Lleva la bomba al lado. Circula a 100 metros de los dem¨¢s.
-As¨ª, si explotaba, s¨®lo me cog¨ªa a m¨ª.
Cierra la comitiva el coche oficial de los artificieros. Llegan al parque de Azor¨ªn. El artificiero Pedro saca la bomba y se adentra entre los ¨¢rboles.
-Busqu¨¦ el rinc¨®n m¨¢s alejado de los edificios y coloqu¨¦ la mochila en una zona de tierra, junto a una pradera de c¨¦sped. El coraz¨®n se me puso a 100 de pura adrenalina. Pens¨¦ en la muerte, como pienso siempre, pero es un pensamiento que est¨¢ ah¨ª, que no te distrae. Era una noche cerrada. No se ve¨ªa nada. Enseguida me di cuenta de que el tel¨¦fono de la bomba lo hab¨ªa montado un genio. Donde los terroristas de ETA necesitan tres pasos, all¨ª estaba resuelto en uno. El tel¨¦fono estaba desconectado, era lo normal. Hay mucho misterio en torno a eso, pero tiene una explicaci¨®n sencilla. Cuando t¨² quieres que el tel¨¦fono te despierte, le marcas una hora y luego lo apagas, para que nadie te llame mientras duermes. Los terroristas hicieron lo mismo. La bomba no funcion¨® porque los cables no estaban bien atados con cinta aislante. Cuando la desactiv¨¦, me sent¨ª el t¨ªo m¨¢s feliz del mundo.
A las cinco y media de la madrugada suena el m¨®vil del subdirector D¨ªaz-Pintado.
-Me avisan de que han desactivado una bomba, que el explosivo ven¨ªa recubierto de una bolsa de basura igual a la encontrada en la furgoneta Kangoo.
Ya hay una prueba definitiva en la que apoyarse e investigar: un tel¨¦fono con una tarjeta. El hilo que encontr¨® el portero y que el presidente de la comunidad de vecinos acerc¨® a la polic¨ªa es, definitivamente, el bueno.
Y sobre ¨¦l se lanzan los especialistas de la polic¨ªa. Por la tarde ya saben que el tel¨¦fono y la tarjeta se vendieron en un bazar de Alcorc¨®n. Pero eso no sirve: hay que encontrar qui¨¦n lo compr¨®. El comisario general de Informaci¨®n, Jes¨²s de La Morena, encarga a dos agentes que se desplacen al bazar. Los dos polic¨ªas regresan, ya tarde, y comunican a su jefe que han fracasado, que los due?os, de nacionalidad india, no quieren colaborar.
De la Morena record¨® esa noche el consejo que le dio un comisario cuando ¨¦l empezaba:
-Entre detener y no detener, t¨² det¨¦n siempre.
A la ma?ana siguiente, el s¨¢bado 13 de marzo, De la Morena ordena a los dos polic¨ªas que regresen a Alcorc¨®n y que apresen a los due?os del bazar. Bajo arresto, los indios confiesan el nombre del comprador de un lote de tarjetas en el que estaba incluida la del tel¨¦fono m¨®vil de la bomba que no estall¨®. En cuanto escucharon su nombre, supieron que hab¨ªan acertado. El comprador era Jamal Zougam, el propietario del locutorio Nuevo Siglo, de Lavapi¨¦s. Su nombre figuraba desde hace tiempo en los archivos de la polic¨ªa por radical.
-?se es el momento clave -asegura De la Morena-. Ah¨ª determinamos que la pista era la islamista. Tambi¨¦n que el comando era numeroso, que a¨²n dispon¨ªa de m¨¢s explosivos, que pod¨ªan estar dispuestos a suicidarse y que iban a volver a atacar. Y el tiempo jugaba en nuestra contra.
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