Avaros y sin embargo suicidas
Una vez superado el pueblo mundialmente conocido como La Pera, dejar¨¢s a tu izquierda el viejo lupanar amarillo tan chulo como un fotograma de Wim Wenders; entonces tomas a la izquierda por el desv¨ªo de Serra de Dar¨® procurando que no te aplaste un tr¨¢iler polaco. En el momento de superar la cresta previa al cruce de Foix¨¢, ver¨¢s que se abre un panorama excelente, sobre todo cuando sopla la tramuntanita y todo luce como en un Memling. Hasta ese momento, el turista ha cruzado poblachones crecidos a velocidad vertiginosa en los ¨²ltimos diez a?os, enterrados por naves industriales, almacenes ruinosos, alpendres de Uralita, basura industrial, camionetas oxidadas y chalets de infame construcci¨®n para mun¨ªcipes. Es un tramo abrumador con una v¨ªa nacional, la que cruza Celr¨¢ y Bordils, siempre atestada gracias a los camiones y a los sem¨¢foros impuestos por ayuntamientos que se negaron a permitir circunvalaciones. Son v¨ªas de l¨ªnea continua ideales para el conductor local montado en una moto o en un cochecito con tuning. Te parece estar viendo la publicidad de la tele.
Por el contrario, desde la carretera de Serra, tras el desv¨ªo y el descrestar, divisar¨¢s un panorama casi intacto, respetable. Los campos ordenados y f¨¦rtiles se extienden hasta el mar en dameros que sugieren trabajo y riqueza. La l¨ªnea del horizonte la forman el femenino perfil del Mongr¨ª y las peladas islas corsarias del Estartit. Es un paisaje que da idea de c¨®mo pudo ser el Ampurd¨¢n de la invasi¨®n napole¨®nica y de c¨®mo ha sido sistem¨¢ticamente machacado por todos los gobiernos (fascistas, nacionalistas, socialistas, conservadores o secesionistas) y por todos los ayuntamientos en sus complicados apareamientos, hasta hacerlo desaparecer. La causa de tan portentosa unanimidad en la destrucci¨®n es sencilla y rotunda: el dinero, el parn¨¦, la pasta. Aqu¨ª no hay ideolog¨ªa que valga, s¨®lo codicia.
Un pa¨ªs raqu¨ªtico, con una incultura secular, sediento de todo lo que se atribu¨ªa a "los europeos", desde las gabardinas hasta el bidet, y con una clase dirigente que no har¨ªa mal papel en Liberia, no ha dado m¨¢s de s¨ª en los dos ¨²ltimos siglos. Las costas valencianas, gallegas, catalanas o andaluzas han sido laminadas sin misericordia. Cierto que hay tambi¨¦n una cierta matizaci¨®n en el desastre, seg¨²n sea la regi¨®n; sin embargo, ese cromatismo l¨ªrico es un considerable misterio. De momento, ning¨²n historiador o soci¨®logo ha sido asaltado por la curiosidad de investigar la Espa?a plural de la codicia. Un asunto tan interesante...
?Ha sido el mayor grado de barbarie lo que ha creado en Murcia esos monstruos que s¨®lo encuentran pareja en los secarrales de La Mancha? ?El gen morisco? ?Ser¨¢ la venganza del arroz lo que ataca con flatulencias dolorosas todo el Levante y su urbanismo excremencial? ?Es el met¨®dico destrozo catal¨¢n m¨¢s sensato que el que asuela la costa asturiana, gracias a la herencia noucentista? ?A la protecci¨®n de la Moreneta sobre tanto var¨®n c¨¦libe y ahorrativo? ?Y qu¨¦ decir del espanto de las r¨ªas cocain¨®manas? ?Ataques de la gaita paranoica? ?De la empanada alucin¨®gena? Alg¨²n d¨ªa alguien estudiar¨¢ el episodio de salvajismo m¨¢s interesante de la Europa de posguerra, s¨®lo igualado por la Sicilia del cemento y la hero¨ªna (inyectable). ?C¨®mo fue posible que el franquismo se prolongara tantos decenios hasta dejar el pa¨ªs convertido en una sart¨¦n donde hierven de sed los rascacielos vac¨ªos? ?Qui¨¦n lo sustent¨®, a qui¨¦n enriqueci¨® el caos y el expolio?
Que los ciudadanos apenas cuentan en la pol¨ªtica espa?ola es bien sabido y explicable dada la peculiar herencia eclesi¨¢stico-castrense del pa¨ªs, as¨ª como la no menos curiosa biograf¨ªa de sus dirigentes jam¨¢s editada. A pesar de todo, que no se haya producido alguna correcci¨®n democr¨¢tica en nuestro tradicional despotismo, sino quiz¨¢s todo lo contrario, desconcierta. El equipo que gobierna en el Ayuntamiento de Barcelona, por poner un ejemplo, ha sido elegido por un veintitantos por ciento de la ciudadan¨ªa, pero, viendo actuar a los ediles, se dir¨ªa que lo respalda el ochenta por ciento, como a Sarkozy. Una mayor¨ªa de ayuntamientos que han logrado componerse son el hijo putativo de negocios y pactos perfectamente opacos y por completo ajenos a los programas de los partidos. La ciudadan¨ªa sabe que tales bastard¨ªas son consecuencia de la m¨¢s cruda codicia, pero no puede oponerse a ella, no tiene medios y sabe que en las pr¨®ximas elecciones volver¨¢n a las andadas. Por eso va dejando de votar. Tambi¨¦n es cierto que, aunque pudiera oponerse, quiz¨¢s tampoco lo har¨ªa, como han demostrado los protectores de la mafia del ladrillo en las ¨²ltimas municipales. En Espa?a, la ideolog¨ªa pol¨ªtica, como la fe religiosa de hace unos a?os, es el disfraz que dignifica la m¨¢s cruda explotaci¨®n econ¨®mica y el exterminio del insumiso. En este punto, la Espa?a plural es una.
La zona geogr¨¢fica que nos sirvi¨® de entrada y sobre la que Pla escribi¨® algunas de sus mejores p¨¢ginas ha sido para m¨ª como el hijo de un matrimonio amigo al que has ido viendo crecer sin participar seriamente en su vida. Le has visto pasar del potito de zanahoria al cochinillo asado como en una secuencia de diapositivas. As¨ª que, aunque sus padres lo tengan por un cr¨¢neo privilegiado y la flor de Olmedo, uno sabe la verdad y no le ciega ni el sentimiento, ni el inter¨¦s, ni el orgullo. Cuando lo conoc¨ª de ni?o a¨²n guardaba un aire de criatura r¨²stica, algo bruto, pero de buena madera, un muchacho con ilusi¨®n por no morir tan idiota como sus padres y abuelos. En la actualidad es un anciano que no sabe despojarse de la ropa infantil y simula bailar el twist, como en los viejos tiempos, cuando ya le conviene la danza macabra de Saint-Sa?ns. Dio el primer estir¨®n con la masificaci¨®n del turismo y las segundas residencias que brotaron como hongos venenosos en los a?os setenta. Los servicios y la peque?a industria consecuentes lo pusieron en la edad adulta, pero luego ya no hizo nada m¨¢s y se dispuso a gozar de lo conquistado con aire de gal¨¢n verbenero, se acomod¨® a la haraganer¨ªa nacional. En la actualidad, unas carreteras que construy¨® Primo de Rivera para las diligencias soportan el paso de millones de veh¨ªculos entre los que se cuentan miles de camiones de hasta ocho ejes, pero tambi¨¦n ciclistas y tractores, una belleza argelina. Al nene del Ampurd¨¢n todo se le ha quedado peque?o, pero persiste en el gesto de estar esperando a que las suecas se sienten a comer una ensalada por ver si liga y les saca unos duros para Var¨®n Dandy.
El viajero que ha constatado c¨®mo las zonas tur¨ªsticas de Francia, de Inglaterra, ?incluso de Italia!, mejoraban con el tiempo, eliminaban los restos de barbarie, a?ad¨ªan silencio y verdura a las zonas residenciales, se civilizaban y organizaban racionalmente separando lo industrial de lo tur¨ªstico, lo agr¨ªcola de lo urbano, aunque se perdiera la p¨¢tina arcaica y rom¨¢ntica, se pregunta por qu¨¦ en Espa?a el desarrollo y la riqueza han de dar siempre como resultado la hecatombe, el triunfo de lo cafre y de lo cutre. ?Ser¨¢ por un at¨¢vico temor a la miseria acumulada durante siglos de bocio y malaria? ?Por la inexistencia de una educaci¨®n sensata, la cual, por cierto, ha ido empeorando de legislatura en legislatura? ?Ser¨¢ el catolicismo, su desprecio de la vida terrena y su respeto por los dep¨®sitos bancarios? ?O el nacionalismo y el h¨¢bito de esconder los billetes de quinientos bajo la bandera? ?Qu¨¦ componente de todas las regiones espa?olas es el que nos condena a vivir peor cuanto m¨¢s ricos somos?
No todos, por supuesto, no estoy loco. Quienes vivieron en la m¨¢s completa desesperaci¨®n durante generaciones ahora gozan de una situaci¨®n confortable. Las aldeanas ya no visten sayas y tocas negras como en los chistes de Forges, sino que exhiben estupendos piercings ombiliculares y se depilan los artejos pedestres. Los aldeanos ya no arrean la mula, sino que ponen a doscientos por hora el Golf. No obstante, eso tambi¨¦n sucedi¨® en la Francia, la Alemania y la Italia de posguerra, el paso de la miseria a la comodidad, pero con resultados opuestos a los nuestros. Tambi¨¦n all¨ª se produjo un r¨¢pido enriquecimiento, pero no dio lugar al desbarajuste del territorio y al desierto de cemento.
El lugar infernal de la carne de ca?¨®n lo ocupan en Espa?a, ahora, los inmigrantes llegados por millones en los ¨²ltimos diez a?os, justo en el momento de la explosi¨®n cementera. ?Ser¨¢ esa la explicaci¨®n? ?La mano invisible del Zeitgeist est¨¢ dise?ando nuestro pa¨ªs para acercarlo a Quito, Turqu¨ªa, el Magreb o Rumania, porque estamos creando un h¨¢bitat digamos que "mediterr¨¢neo" de igualados caracteres f¨ªsicos y espirituales? ?Est¨¢ la Providencia dise?ando un bloque urbano del sur, con un paisaje homog¨¦neo, sin sobresaltos ni transiciones bruscas, desde Ankara hasta Algeciras, lo que explicar¨ªa, de paso, las quejas identitarias de los vascongados? ?Sube Oriente y baja Occidente? En todo caso, me parece que nos ha tocado la china.
?Qu¨¦ extravagante, qu¨¦ inexplicada condena la de los nacidos en el Mediterr¨¢neo, y que me perdone Serrat, que es un santo y no tiene la culpa de nada de todo esto!
F¨¦lix de Az¨²a es escritor.
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