Intrahistoria del presente
Estamos, al parecer, en momentos de revisi¨®n de las interpretaciones establecidas del pasado inmediato de nuestras sociedades. Recientemente The Economist comentaba el fracaso del esfuerzo que la Uni¨®n Europea hab¨ªa hecho para construir una historia del consenso, que pon¨ªa el acento en la colaboraci¨®n entre los pa¨ªses que se hab¨ªan enfrentado en la II Guerra Mundial: un consenso desquiciado ahora por la entrada de pa¨ªses con visiones distintas. Y advert¨ªa que, con la posible integraci¨®n de balc¨¢nicos, y tal vez de Turqu¨ªa, la confusi¨®n puede ser grave: "Si la Uni¨®n Europea", acababa, "no aprende a escuchar y a entender visiones distintas del pasado, puede encontrarse con serias dificultades cuando deba hacer frente a conflictos futuros dentro y fuera de la Uni¨®n".
MEMORIA DEMOCR?TICA
Jos¨¦ Vidal-Beneyto
Foca. Madrid, 2007
432 p¨¢ginas. 20 euros
Algo parecido est¨¢ ocurriendo en Espa?a con las interpretaciones acerca del fin de la dictadura y de la transici¨®n democr¨¢tica. En medio de una barah¨²nda de discusiones en torno a la memoria, conducidas de manera confusa y equ¨ªvoca, lo que parece quedar claro es que hay una insatisfacci¨®n generalizada respecto de la visi¨®n establecida de este periodo de nuestra historia, que se ha manifestado, por ejemplo, en la falta de eco p¨²blico que han tenido las recientes conmemoraciones del trig¨¦simo aniversario de las primeras elecciones democr¨¢ticas.
Memoria democr¨¢tica, de Jos¨¦ Vidal-Beneyto, se inscribe tambi¨¦n, a su modo, en esta l¨ªnea cr¨ªtica, como lo demuestran sus afirmaciones iniciales, al definir el r¨¦gimen salido de la transici¨®n como "la autotransformaci¨®n del franquismo", en un proceso en que no niega que hubiese un cambio pol¨ªtico profundo, puesto que permiti¨® establecer "un r¨¦gimen pol¨ªtico indiscutiblemente democr¨¢tico", pero que tuvo como consecuencia que se mantuviera un "sistema social" an¨¢logo al del franquismo.
Es un libro complejo, integrado por cinco partes que en algunos aspectos se solapan y por unos anexos documentales en que se hace una interesante aportaci¨®n de datos acerca de unas instituciones (AECE, CEISA y Memoria democr¨¢tica) y de sus actividades. En lugar de proceder a describir el contenido de estos diversos componentes, intentar¨¦ exponer la que me parece ser la l¨ªnea fundamental que inspira el volumen.
Vidal-Beneyto se enfrenta en estas p¨¢ginas a la visi¨®n oficial de la transici¨®n, en que todo aparece decidido y resuelto por arriba, como consecuencia de las negociaciones que realizaron unos cuantos personajes pol¨ªticos, sin que el resto de la sociedad espa?ola tuviese participaci¨®n alguna en la tarea. ?sta es la versi¨®n que sosten¨ªa Abril Martorell, quien no dud¨® en afirmar que "nuestra transici¨®n la protagonizaron individuos y no partidos", y la que repiten en sus memorias y testimonios cuantos intervinieron en la operaci¨®n negociadora, de Torcuato Fern¨¢ndez Miranda a Santiago Carrillo, sin m¨¢s diferencia esencial que la de reivindicar cada uno para s¨ª el papel de protagonista del sainete.
Contra esta interpretaci¨®n que lo reduce todo a lo que sucedi¨® en un corto espacio de tiempo, durante la etapa de Gobierno de Adolfo Su¨¢rez, Vidal-Beneyto reivindica una visi¨®n a largo plazo y, dentro de ella, valora la aportaci¨®n que, a lo largo del franquismo, hizo lo que ¨¦l llama la "resistencia democr¨¢tica", que habr¨ªa tenido una funci¨®n determinante en configurar la oposici¨®n que apareci¨® a la luz en los ¨²ltimos tiempos del r¨¦gimen y adquiri¨® una fuerza especial inmediatamente despu¨¦s de la muerte del dictador.
Comienza para ello estudian
do la corriente europe¨ªsta que se expres¨® inicialmente a trav¨¦s de AECE (Asociaci¨®n Espa?ola de Cooperaci¨®n Europea), creada en 1954 "por impulso del catolicismo no directamente gubernamental", que tuvo su momento decisivo en el "contubernio de M¨²nich" de 1962, para el que reivindica el m¨¦rito de haber representado, tal como dijo Salvador de Madariaga, "el fin de la Guerra Civil", al haber puesto en contacto, por primera vez, a las fuerzas democr¨¢ticas del exilio con "los nuevos dem¨®cratas del interior, muchos procedentes del franquismo".
Una segunda l¨ªnea de esta actuaci¨®n de resistencia democr¨¢tica vendr¨ªa representada por la creaci¨®n de CEISA (Centro de Ense?anza e Investigaci¨®n), una organizaci¨®n nacida como respuesta a la expulsi¨®n de profesores universitarios de 1965 y al cierre de los estudios oficiales de sociolog¨ªa.
Pero el momento culminante de esta trayectoria se producir¨ªa en junio de 1974 con la fundaci¨®n de la Junta Democr¨¢tica Espa?ola, a la que se incorporaron el Partido Comunista de Espa?a, otros partidos menores, una serie de "grupos y colectivos informales" y un considerable n¨²mero de personas que se asociaban individualmente, sin voluntad de afiliarse a ning¨²n partido en concreto.
Las p¨¢ginas en que Vidal-Beneyto nos habla de esta Junta, de la Plataforma de Convergencia Democr¨¢tica que el PSOE cre¨® en julio de 1975, y del engendro que acab¨® integrando ambas instituciones en aquella Coordinaci¨®n Democr¨¢tica, que era conocida popularmente como la Platajunta, tienen un inter¨¦s especial, puesto que los dirigentes pol¨ªticos que se hab¨ªan embarcado inicialmente en este proyecto, y que abandonaron despu¨¦s a sus compa?eros de viaje para apresurarse a pactar con Su¨¢rez, han preferido por lo general olvidarse del episodio. Que aquellos que hab¨ªan emprendido inicialmente esta aventura quer¨ªan algo m¨¢s de lo que se acab¨® consiguiendo con los pactos de la transici¨®n le lleva al autor a formular esta pregunta: "?Pod¨ªa haber sucedido de otra manera?".
La pregunta es v¨¢lida; pero me parece que Vidal-Beneyto sobrevalora lo que pudo haberse conseguido "de otra manera", manteniendo el programa de ruptura de la Junta y alentando "la movilizaci¨®n social y ciudadana" para "conferirle la dimensi¨®n pol¨ªtica de garante y autentificador del proceso de democratizaci¨®n". Puesto que la posibilidad de que la Junta hubiese podido dirigir estas fuerzas "sociales y ciudadanas" era m¨¢s bien remota.
La movilizaci¨®n social hab¨ªa alcanzado por entonces un punto extremo -"de enero de 1975 a marzo de 1976", nos dice, "m¨¢s de 17 millones de ciudadanos ocuparon las calles espa?olas reclamando libertad y democracia"-, lo que acab¨® asustando tanto a los herederos del franquismo como a sus oponentes, y Su¨¢rez entendi¨® muy bien que lo que le conven¨ªa era asociarse con quienes pod¨ªan contribuir a frenarla.
Cuando se especula acerca
de la audacia que implic¨® el reconocimiento legal del PCE se olvida que era un paso indispensable, puesto que el proceso de la transici¨®n hubiese tenido que enfrentarse a muchas dificultades sin la colaboraci¨®n de un Carrillo que llev¨® a Comisiones Obreras al redil de los Pactos de la Moncloa, explicando despu¨¦s a sus militantes que lo que se hab¨ªa negociado implicaba grandes conquistas para la clase obrera y que se trataba de poco menos que de un paso hacia el socialismo (me limito a contar lo que le o¨ª decir en p¨²blico).
En el relato de Vidal-Beneyto estas otras fuerzas sociales que protagonizaron la larga historia de la lucha antifranquista aparecen tan s¨®lo al final, cuando su movilizaci¨®n resultaba m¨¢s visible. Pero su trayectoria arranca de mucho m¨¢s atr¨¢s y tiene sus propias etapas y su propia din¨¢mica. Por desgracia esta parte de la historia del antifranquismo resulta todav¨ªa poco y mal conocida, porque en alg¨²n modo se nos ha escamoteado, reemplazada por la literatura apolog¨¦tica de los partidos, que pretenden haberla dirigido paso a paso y se atribuyen, contra toda raz¨®n, un papel determinante en sus acciones. La verdad es que las grandes campa?as de huelgas que sacudieron al franquismo surgieron de la mina y de la f¨¢brica, y es all¨ª donde hay que tratar de buscar las causas que las explican. Cuando las direcciones de los partidos intentaron promoverlas desde arriba, el resultado fue, por lo general, el de un fracaso.
Me parece muy bien que Vidal-Beneyto reivindique, contra la visi¨®n establecida de la transici¨®n, el papel de los movimientos de resistencia democr¨¢tica que contribuyeron a promover la salida de la dictadura. Pero, para acabar de entender el proceso por entero, nos falta una visi¨®n paralela de la lucha antifranquista de base. Porque si bien es verdad que, como dijo Abril Martorell, la transici¨®n la pactaron unos cuantos individuos por su cuenta, la fuerza que les oblig¨® a ponerse de acuerdo estaba en la calle.
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