?ngeles con la cara sucia
Un grupo de indigentes hace su vida en el aeropuerto de Barajas. Uno de ellos fue tiroteado el jueves pasado por dos polic¨ªas
"Son los ¨¢ngeles custodios de Barajas". Isabela baja del carrito con el que est¨¢ barriendo la terminal 1 para esgrimir su pormenorizado conocimiento de todos los rincones del aeropuerto. Y sobre todo de las personas que all¨ª pasan sus vidas. Duermen en los bancos, se lavan en los aseos, comen de lo que les regalan en las cafeter¨ªas o en el McDonald's. Isabela habla de ellos como si fueran fantasmas: "Son esquivos, silenciosos, amontonan cosas que la gente olvida o tira a la basura, guardan su casa en los carritos para las maletas. No molestan. Simplemente est¨¢n".
"Las terminales son zonas p¨²blicas. Ellos no molestan", afirma el comisario de la zona
Cada d¨ªa es un reto. Comen de las sobras de las cafeter¨ªas y de los regalos de viajeros
Dos de sus colegas, empe?adas en fregar un ba?o al lado de las salidas de la misma terminal, se atreven a hacer un c¨¢lculo de cu¨¢ntos son estos fantasmas de Barajas. Los enumeran seg¨²n la nacionalidad y un peque?o detalle f¨ªsico: "El portugu¨¦s de los tatuajes, el rumano dulce, el negrito afro, el indio de la cafeter¨ªa...".
"El negrito" es Govrage Washington, el indigente que el jueves pasado fue tiroteado por dos polic¨ªas. Secuencia: los agentes acuden de paisano a Barajas para comprobar un aviso sobre una maleta sospechosa. Ven a Washington, gritando y gesticulando. Le piden la documentaci¨®n. ?l saca un cuchillo e intenta apu?alarles. Los polic¨ªas disparan al aire dos veces. El hombre saca lo que parece un arma. Los agentes le meten tres tiros en brazo, t¨®rax y abdomen. La pistola era de juguete.
?Se extralimitaron los polic¨ªas al disparar a Washington y no intentar primero reducirle? Pregunta inc¨®moda. Nadie se quiere mojar. Un tema espinoso que no hizo reaccionar ayer a ning¨²n partido pol¨ªtico. "No podemos opinar sin conocer exactamente las circunstancias del suceso. No es nuestro papel...", repiten desde la Consejer¨ªa de Presidencia e Interior hasta organizaciones humanitarias como Cruz Roja. Los sindicatos y la Jefatura Superior de Polic¨ªa cierran filas con los dos agentes. "?C¨®mo se reduce a un hombre que est¨¢ intentando apu?alarte?", defiende Juan Carlos ?lvarez, portavoz de la Uni¨®n Federal de Polic¨ªa. "La comisar¨ªa de Barajas enviar¨¢ la informaci¨®n al juzgado y tendr¨¢ que ser el juez el que determine si hubo delito o no", agrega. "Los polic¨ªas actuaron correctamente. Primero intentaron disuadir al hombre y luego tuvieron que defenderse", justifica un portavoz policial. "Los agentes tienen que tener suficientes medios para reducir a una persona antes de disparar. Habr¨ªa que estudiar este caso en concreto: si uno de los dos polic¨ªas se puso nervioso, lo que han dicho los testigos...", concede ?lvaro Libr¨¢n, experto en seguridad y director de Consultor¨ªa Internacional de Eulen.
Washington contin¨²a ingresado con pron¨®stico reservado en el hospital Ram¨®n y Cajal. Ayer los m¨¦dicos le intervinieron por segunda vez. Est¨¢ intubado y nadie ha ido a verle.
Como ¨¦l hac¨ªa hasta que fue tiroteado, los indigentes de Barajas viven suspendidos en este lugar de tr¨¢nsitos y encuentros. Hilvanan cada jornada buscando un lugar para lavarse, comer, taparse, dormir. Sus vidas son un misterio.
Flo es uno de los j¨®venes con chaqueta verde fluorescente que ofrece informaci¨®n a los usuarios del aeropuerto. Desde hace unos meses, ¨¦l, de 26 a?os, y su compa?era Cristina, de 24, han hecho buenas migas con otro chaval, que tiene m¨¢s o menos su edad, pero con una historia muy diferente. Mikel es checo y vive en Barajas desde el 31 de agosto de 2006. Cada tarde charla un rato con sus dos amigos de chaqueta verde. Se mueve entre la terminal 4 y la 1 con el autob¨²s gratuito. No es un mendigo, ni lo parece: "Siempre llevo algo de dinero", cuenta, y pone 40 c¨¦ntimos en la m¨¢quina para comprarle agua a su "amiga".
Es un chico guapo y musculoso, con el pelo bien cortado, camiseta deportiva y sonrisa enigm¨¢tica. Mikel esquiva las preguntas, no quiere contar por qu¨¦ se queda aqu¨ª, sin despegar y sin aterrizar. "No puedo volver a mi pa¨ªs. Pero tampoco tengo una raz¨®n para irme de aqu¨ª", contesta misterioso.
En la comisar¨ªa del aeropuerto explican que los indigentes no incumplen ninguna ley, ni molestan: "El aeropuerto es una zona p¨²blica. No podemos hacer nada con ellos, salvo ponerlo en conocimiento de los servicios sociales", explica el comisario.
Como todos los d¨ªas, Feld est¨¢ sentado en un banco de la T-1. Muerde sosegado su bocadillo de tortilla. Hay que esperar para sus contestaciones, no quiere hablar con la boca llena.
Feld Carlos I, indio de 51 a?os, deletrea pomposo su nombre y deja de comer. Lleva cuatro a?os viviendo en la zona de personal del aeropuerto, "el sitio m¨¢s tranquilo de todo el palacio", como llama ¨¦l al aeropuerto. Sus ojos negros han construido un mundo suspendido entre delirio y realidad. Un mundo del que ¨¦l es el "emperador". "?Ha llegado mi limusina?", pregunta salpicando la mirada por todos los rincones, sin mirar a la cara. Con sus dedos de aceituna, hojea un cat¨¢logo de hoteles de Madrid. De repente se para y parece como despertarse: "Me esperan aqu¨ª", el dedo ¨ªndice acaricia una foto del hotel Ritz. La audiencia termina.
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