Carnaval en Estambul
En 1878, Edmundo de Amicis, militar y periodista italiano que vivi¨® entre los a?os 1846 y 1908, publicaba su opulenta cr¨®nica de viaje Constantinopla. Debi¨® de pasar una d¨¦cada para que la popularidad de este autor se propagara gracias al ¨¦xito de su lacrimoso libro juvenil Coraz¨®n -traducido a todos los idiomas, que inspir¨® la serie japonesa de dibujos animados Marco, de los Apeninos a los Andes-. Ahora, P¨¢ginas de Espuma recupera este cl¨¢sico del emprendedor y culto viajero.
En el fondo, Edmundo de Amicis fue todo ¨¦l un personaje rom¨¢ntico incurable, que al contemplar Estambul por primera vez, con el fervor novelesco que le caracteriz¨®, exclam¨®: "Y ahora, describe miserable. ?Profana con tu pluma esta visi¨®n divina!". En esta tesitura emocional conducir¨¢ su deleitable incursi¨®n en la desmedida Islam-bol ("donde abunda el islam"), antigua capital del Imperio de Oriente, fundada en 660 antes de Cristo por el griego Byzas de Megara, en cuyo honor fue bautizada Bizancio y que a partir de la magn¨ªfica reconstrucci¨®n a la que la someti¨® Constantino I el Grande durante la primera mitad del a?o 300, la Nueva Roma, despose¨ªda de su origen griego, comenz¨® a ser conocida como Constantinopla.
CONSTANTINOPLA
Edmundo de Amicis
Traducci¨®n de H. Giner de los R¨ªos
P¨¢ginas de Espuma. Madrid, 2007
382 p¨¢ginas. 23 euros
Es sabido que quien se lanza a la conquista de nuevas impresiones tarde o temprano acaba siendo recompensado por los volubles flujos de su propio temperamento y es aconsejable dejar transcurrir un tiempo potestativo para que la impaciencia y la ansiedad se metamorfoseen en apacible reminiscencia. Edmundo de Amicis sab¨ªa que para describir las grandes cosas es preciso hacerlo de lejos y para acordarse bien, haberlas olvidado un poco. Esta filosof¨ªa no le salvar¨¢ de ser contagiado por la cualidad enigm¨¢tica, a medio andar entre el arrebato y la repulsi¨®n, de la esencia femenina de Estambul. Anhelando caer rendido ante los sortilegios de una cautivadora hur¨ª se ver¨¢ metaf¨®ricamente atrapado en los contubernios de una decr¨¦pita sultana, imagen que le provoca el deseo de marcharse de la ciudad y al mismo tiempo permanecer narcotizado en su paisaje mental.
De Amicis se declara un escritor
"descripcionista" y con un estilo alambicado, expresionista, minucioso, dado a las florituras verbales, vivisecciona Estambul con representaciones cinematogr¨¢ficas que capturan los contrastes brutales de una ciudad multicolor, donde conviven perros, eunucos, concubinas, emires y una turba multi¨¦tnica; o pormenoriza con pinceladas de todos los trazos la majestuosidad de Hagia Sofia y de las decenas de mezquitas, el tumulto del Gran Bazar, los tradicionales incendios de los barrios de casas de madera, el rito de los haman, la animada celebraci¨®n del Ramaz¨¢n, que no Ramad¨¢n, el genotipo aquietado y fatalista de los turcos.
Escrito en otro tiempo y casi en otro mundo, Constantinopla proporciona una lectura sumamente placentera y sugestiva y contin¨²a asombrando por su amplia visi¨®n de futuro, por su singular retrato de la feria humana y del hundimiento de la belleza. Las vivencias de Edmundo de Amicis son por momentos el elixir que nos arroba en un divino sue?o, mientras que al instante siguiente nos penetran como afiladas estacas en el centro de la a?oranza. Su relato anima y a la vez anonada, arrastra consigo al lector de uno a otro extremo de los g¨¦neros literarios y de los valores sentimentales, conformando un extravagante diario que registra excursiones, recorridos, indagaciones, vagabundeos, que el autor perpetra azotando calles y pasadizos por una ciudad repleta de recovecos, una ciudad que se encuentra siempre en "el ¨²ltimo d¨ªa de carnaval", buscando infructuosamente los vestigios de un pasado imaginario.
Quien a¨²n no haya viajado a Estambul descubrir¨¢ por raz¨®n de De Amicis muchos de los rec¨®nditos esplendores que alberga, mientras que quien la haya pisado en alguna ocasi¨®n, revivir¨¢ sin paliativos el ¨¦xtasis hipn¨®tico de su m¨ªtico magnetismo. Es una incitaci¨®n a excitar el paladar literario con intangibles tentaciones, a embriagarse con el penetrante si bien mudable perfume de una metr¨®poli, que a la afirmaci¨®n de Madame Stael de que "viajar es el m¨¢s triste de los placeres", responde con parsimonia que recrearse en sus atractivos produce la m¨¢s fugaz de las melancol¨ªas.
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