Notas para despu¨¦s del apag¨®n
1. El pasado jueves estaba anunciada una manifestaci¨®n de protesta en la plaza de Sant Jaume por el apag¨®n y la gesti¨®n que las autoridades hab¨ªan hecho del caos que se cre¨®. Los medios de comunicaci¨®n se desplazaron masivamente para certificar que no acudieron a la cita m¨¢s de 150 personas. En realidad, lo que se verific¨® es un alarmante desajuste entre lo que la ciudadan¨ªa hace y lo que los medios anticipan. Para justificar esta falta de empat¨ªa con los ciudadanos los medios acudieron al t¨®pico de la desafecci¨®n. Es ¨¦ste uno de los lugares comunes que se repiten cada vez que la participaci¨®n electoral cae. Y a m¨ª me parece que es una idea fuera de tiempo, un eco de una manera de entender la pol¨ªtica como compromiso y adhesi¨®n que ya no funciona. Puede que los ciudadanos no fueran a la plaza de Sant Jaume por hartazgo, porque se ha cansado de protestar in¨²tilmente. Pero puede tambi¨¦n que pesara el sentido com¨²n: no ir a protestar al lugar equivocado. Porque los destinatarios de la protesta s¨®lo pueden ser los responsables del problema. Y ¨¦stos, en primera instancia, son las empresas que tienen a su cargo el suministro de electricidad. En este caso, una empresa privatizada, Fecsa-Endesa, y una empresa en la que el Estado sigue teniendo una participaci¨®n importante (20%), Red El¨¦ctrica Espa?ola.
2. Los pol¨ªticos de este pa¨ªs tienen una especie de temor reverencial a los empresarios. En realidad, no es extra?o en tiempos dominados por una ideolog¨ªa -a menudo transmitida por los propios partidos pol¨ªticos- que nos presenta al Estado como un par¨¢sito social y a la privatizaci¨®n generalizada como el horizonte ideol¨®gico insuperable de nuestro tiempo. En este clima los pol¨ªticos se han convertido en el chivo expiatorio de la sociedad, y lo asumen con tanta gallard¨ªa que debe de ser el gremio que m¨¢s piedras tira sobre su propio tejado. En vez de ponerse de acuerdo en plantar cara a las empresas que no cumplen sus obligaciones, se pelean entre ellos porque cualquier ocasi¨®n es buena para desgastar al adversario. Poco importa que en este momento lo que le interese a la gente es la restauraci¨®n definitiva del servicio y el cobro de indemnizaciones (Y, en este sentido, el presidente Montilla reaccion¨® a tiempo). Ellos van a lo suyo, con lo cual s¨®lo consiguen aumentar el caudal de desconfianza. La principal responsabilidad de la Generalitat y el Ayuntamiento en este caso es no haber instado suficientemente a las empresas concesionarias a cumplir con sus obligaciones. Su ¨²nico pecado es de desidia: era antes del desastre cuando ten¨ªan que apretar a las empresas. Convirtiendo un problema de responsabilidad empresarial en un problema pol¨ªtico, lo ¨²nico que se consigue es aumentar la impunidad de las empresas.
3. "Estoy harto de no recibir servicios conforme a lo que pago". Estas palabras de un ciudadano en una encuesta de prensa me parece que reflejan perfectamente el tipo de malestar que hay entre los barceloneses. Efectivamente, tanto en impuestos como en las tarifas de algunos servicios b¨¢sicos se paga mucho y no se obtiene a cambio el nivel de calidad y eficiencia exigibles. Ante este hecho, los partidos pol¨ªticos, como corresponde a las hegemon¨ªas ideol¨®gicas del momento, s¨®lo tienen una respuesta: la promesa de bajar impuestos. Es un modo de tomar al ciudadano por idiota por partida doble: primero, porque a la hora de la verdad estas bajadas de impuestos son ficticias, y lo que se reduce por un lado se aumenta por otro, de modo que la presi¨®n fiscal no disminuye. Segundo, porque equivale a dar por supuesto que, si pagan menos, los ciudadanos se conformar¨¢n con servicios deficientes. Alguien tiene que tomar la bandera de la responsabilidad, y plantear de cara la correlaci¨®n entre impuestos y servicios, de manera que el ciudadano encuentre una proporci¨®n razonable entre lo que paga y lo que recibe.
4. Las diversas incidencias habidas en Barcelona y su ¨¢rea metropolitana en el ¨²ltimo a?o -aeropuerto, cercan¨ªas, apag¨®n, etc¨¦tera- han creado cierto clima de pesimismo. El malestar social es siempre una mezcla de realidades y percepciones. En el terreno de las realidades nadie duda de la situaci¨®n deficiente en que est¨¢n las estructuras b¨¢sicas en Catalu?a. Con todo el cinismo, Luis Atienza, presidente de Red El¨¦ctrica Espa?ola, nos dice ahora que la red de Barcelona estaba pensada para el siglo pasado. La Barcelona vivi¨® los Juegos Ol¨ªmpicos como la eclosi¨®n de su modernidad est¨¢ ahora sumida en dudas por las dificultades de funcionamiento, por los cambios en su composici¨®n demogr¨¢fica y por las profundas transformaciones econ¨®micas.
Desde un punto de vista psicol¨®gico creo que en buena parte se est¨¢ viviendo la resaca del fracaso del F¨®rum de las Culturas. El F¨®rum fue un error, todo el mundo lo sabe. Pero en este pa¨ªs estas cosas s¨®lo se dicen en voz baja. La ciudadan¨ªa prefiri¨® tragar y hacer como si no hubiese existido nunca. No se elabor¨® el duelo del fracaso y ahora irrumpe en forma de malestar. Pero el F¨®rum es la expresi¨®n del error de pensar que una misma generaci¨®n pod¨ªa cambiar la ciudad dos veces en 10 a?os. El error de Joan Clos fue no querer aceptar que despu¨¦s de los Juegos Ol¨ªmpicos tocaba dedicarse prioritariamente a hacer funcionar la ciudad, a conseguir que ¨¦sta fuera un sistema lo m¨¢s eficiente posible. Y el F¨®rum se llev¨® unos dineros y unas energ¨ªas que ahora se echan de menos.
5. Y aqu¨ª aparece la cuesti¨®n de la falta de alternativas. En el F¨®rum estaban todos. Nadie quiso quedarse fuera. Por tanto, nadie puede eludir ahora responsabilidad alguna. Los retrasos en infraestructuras y las malas condiciones de algunas de ellas (la el¨¦ctrica, por ejemplo) vienen de lejos. Varias administraciones los han contemplado. Todos de alguna forma est¨¢n implicados. ?D¨®nde est¨¢n las alternativas? Desde las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas el debate pol¨ªtico ha estado entre el cuestionamiento de la legitimidad (que no de la legalidad) del Gobierno tripartito, por parte de CiU, y la afirmaci¨®n del orden y la discreci¨®n como principal capital pol¨ªtico del Gobierno. As¨ª no iremos muy lejos. Ni tampoco iremos a ninguna parte si pensamos que los remedios est¨¢n en cuatro c¨¢psulas de ret¨®rica del orgullo nacionalista, por un lado, o cuatro c¨¢psulas de ret¨®rica de la igualdad y la proximidad, por el otro. Se necesita pol¨ªtica de verdad, y pol¨ªtica en Barcelona hoy quiere decir repensar el gran cambio de escala que vive la ciudad. Esto significa fundamentalmente dos cosas: que m¨¢s que nunca es imprescindible repensarla en clave metropolitana y que el proyecto que surgi¨® a principios de los ochenta de la alianza entre las ¨¦lites ilustradas y las clases populares ya no sirve y debe ser sustituido por un proyecto de amplio espectro y esp¨ªritu cosmopolita, capaz de convertir los temores del momento en potencialidades de futuro. Sabiendo que Barcelona es lo que es: una ciudad de medidas humanas, que con su ¨¢rea metropolitana hacer una conurbaci¨®n suficiente para hacer de ella un lugar de referencia si sabe combinar capacidad de innovaci¨®n (por tradici¨®n y resultados todo lo que gira en torno a la funci¨®n bio, investigaci¨®n y medicina, debe ser un puntal), turismo y cultura. ?Qui¨¦n coger¨¢ esta bandera?
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