Realidad a palo seco

La realidad arrecia. Y aunque uno trata de escribir cuentos de verano, ella te saca a patadas de tus refugios narrativos, abandon¨¢ndote en un polideportivo mental inh¨®spito, como el de los evacuados por el fuego. La realidad, estimulada por el viento y las altas temperaturas, nos pisa los talones. Aunque no enciendas la tele ni leas la prensa, se cuela furiosa por las rendijas de la vida diaria y pone la existencia al rojo vivo. En el supermercado, una se?ora dice que 35.000 hect¨¢reas equivalen a 35.000 campos de f¨²tbol. Y un se?or, que Gran Canaria, vista desde el aire, parece una hamburguesa a la plancha. No han encontrado comparaci¨®n para los 12.000 desalojados. En lo que se refiere a los incendios, como en lo que se refiere a pateras, hemos agotado todos los recursos ret¨®ricos durante los ¨²ltimos veranos. Escribir sobre Gran Canaria o Tenerife con un historial como el nuestro es como apagar un fuego con el tanque vac¨ªo. Nadie ha sido capaz a¨²n de poner las palabras precisas a este exceso de realidad. ?Qu¨¦ hacer entonces? Resistir, a ver si en una de ¨¦sas un intelectual, un poeta, incluso un pol¨ªtico, atraviesan el cielo a bordo de una suerte de hidroavi¨®n lleno de palabras y las descargan sobre las quemaduras de primer grado de nuestro entendimiento. Mientras tanto, realidad a palo seco con el desayuno, la comida y la cena. A ver si amaina.