Abrir una ventana cerrada hace 33 a?os
Los vecinos de la M-30 en el Manzanares disfrutan del primer verano sin coches ni obras desde 1975
Cuando Ferm¨ªn sube a mediod¨ªa de su mercer¨ªa y abre las ventanas de su casa, en la avenida del Manzanares, lo que ve le parece un mundo. Lo que oye, le parece la vida. "Esto es como estar en la sierra", suspira. Ve un paseo repleto de pinos donde antes se amontonaban las gr¨²as y los coches que circulaban por la M-30. El hombre escucha los p¨¢jaros y el rumor de los vecinos que pasan por la calle a la altura del Vicente Calder¨®n, el estadio de la otra orilla que pronto dejar¨¢ paso a un parque. Ferm¨ªn ve y oye por primera vez en 33 veranos: 30 desde que se construy¨® la M-30 al aire libre y tres, de las obras de soterramiento. Porque, hasta ahora, los o¨ªdos le atronaban y cerraba los ojos por el polvo. Ferm¨ªn viv¨ªa tras una ventana cerrada.
Junto al r¨ªo pueden leerse pintadas como "Gallard¨®n el tunelador" y "Comisi¨®n hormig¨®n"
El soterramiento de la M-30 entre el puente del Rey y el Nudo Sur concluy¨® el pasado mayo, en puertas de las elecciones municipales. Atr¨¢s quedaban 30 meses de obras, de trasiego de camiones, de ruido y un desembolso de casi 36.000 millones de euros. Con este final, tambi¨¦n ha terminado el enfado de algunos vecinos. No pod¨ªan asomarse a las ventanas por culpa del ruido y la suciedad de las m¨¢quinas que perforaban las entra?as del Manzanares.
Ahora, el r¨ªo, acorralado por el asfalto durante m¨¢s de tres d¨¦cadas, ha quedado a la vista y en su ribera empieza a nacer un parque. Ya est¨¢n abiertos varios tramos. Algunos, los menos, tienen algo de vegetaci¨®n. Otros, los m¨¢s, son s¨®lo cemento invadido por gr¨²as.
Las riberas del Manzanares afrontan un lavado de cara. Desde el puente del Rey hasta Legazpi. La tierra ya est¨¢ aplanada. Hay paseantes por el camino de hormig¨®n que comunica Pr¨ªncipe P¨ªo con la puerta de la Casa de Campo. Los ciclistas y los corredores los esquivan. Vicente Fuerte, un jubilado, camina con la camisa desabrochada y se para frente a la alambrada. Observa. Todo est¨¢ parado. No hay trasiego de obreros. Dice que el futuro parque transformar¨¢ la ciudad.
Ser¨¢ dentro de alg¨²n tiempo. Mientras, muchos deportistas ya han aprendido c¨®mo cruzar desde la estaci¨®n de Pr¨ªncipe P¨ªo al pulm¨®n verde, la Casa de Campo. Antonio y su hijo acaban de hacerlo. "Es una gozada salir de Madrid en Pr¨ªncipe P¨ªo y entrar en un bosque en un minuto", asegura. Al tiempo que habla, hasta una decena de personas pasan caminando. Aqu¨ª no se escucha la respiraci¨®n fatigada del tr¨¢fico de la ciudad.
En la ventana de Paquita, tampoco. Ella lleg¨® a este lado del r¨ªo huyendo de la posguerra y su pobreza hace m¨¢s de 35 a?os. A¨²n no estaba la M-30. Desde que se construy¨®, se queja, le surgieron los dolores de cabeza. "Y nadie me ha dicho nada, pero yo creo que era por el trasiego de coches". Esta vecina de la avenida del Manzanares asegura que ya concilia el sue?o en un suspiro. La migra?a ha desaparecido. Por primera vez despu¨¦s de tantos a?os.
A la altura del puente del Rey a¨²n no hay plantas, pero s¨ª carteles sembrados que anuncian el futuro jard¨ªn. "Lo que veo es cemento", ha replicado alguien a mano sobre uno de los carteles. Hay otros mensajes: "?rboles centenarios talados, muchos de 200 a?os", "comisi¨®n hormig¨®n", "lo que vale es el presente. Ribera asesinada", "c¨ªnico: Gallard¨®n el tunelador". Y as¨ª hasta m¨¢s de una decena.
Donde s¨ª existen ¨¢rboles es junto a la avenida de Portugal, bajo la que transcurre la salida hacia Extremadura. Es una gran explanada con m¨¢s de 80 ejemplares. Para llegar hay que sortear vallas y caminos de gravilla hundidos. Enfrente, donde el viento levanta la tierra, est¨¢ Isidro barriendo su portal. Si mira hacia abajo, ve un r¨ªo sin coches. Y los rascacielos de la plaza de Espa?a sin humos que perturben la vista. Si mira hacia arriba, ve la avenida de Portugal remozada, con un bulevar reci¨¦n estrenado en medio y con ¨¢rboles nuevos. ?D¨®nde quedaron los antiguos? El Ayuntamiento los tal¨®. Mientras Isidro barre se encuentra con un se?or. Conversan un rato:
-De c¨®mo estaba esto antes a c¨®mo est¨¢ ahora es la noche y el d¨ªa. Tenemos menos contaminaci¨®n y pasan cuatro coches.
-Pero esto es lo que est¨¢ m¨¢s avanzado. Si tiras hacia all¨¢, hay muchas obras todav¨ªa.
-Hombre, claro. Pero cuando est¨¦ la playa, me pienso tirar de cabeza.
La zona de ba?o en el Manzanares con la que sue?a este vecino es una de las grandes promesas del alcalde, Alberto Ruiz-Gallard¨®n. Estar¨¢ en Arganzuela. Como muchas d¨¦cadas atr¨¢s, cuando en el r¨ªo trabajaban las lavanderas y m¨¢s de un madrile?o se daba un chapuz¨®n. Hoy, si uno contin¨²a su camino en direcci¨®n a la avenida del Manzanares, descubre c¨®mo las vallas tapan el cauce del r¨ªo. Est¨¢ encerrado. Hay que desandar el camino. Volvamos, pues, a la avenida del Manzanares y sus balcones abiertos a la calle.
Un vecino, Luis, portero de tres edificios, del 102 al 104, recuerda c¨®mo hasta el a?o pasado se remangaba los pantalones por el barro de las obras. Hoy tambi¨¦n puede abrir las ventanas de su casa y o¨ªr la paz. El silencio. Despu¨¦s de m¨¢s de 30 a?os escuchando la guerra de motores.
En la misma avenida del Manzanares est¨¢ Isidro apoyando sus 81 a?os sobre un bast¨®n. Se entretiene todas las tardes paseando parque arriba, parque abajo, entre los pinos. No hay bancos ni ¨¢reas de juego para los ni?os. "Quiz¨¢ pongan todo eso en septiembre", precisa. ?l vive detr¨¢s del paseo. No quiere ni recordar el polvo que se ha colado durante tres a?os por las rendijas de su ventana cerrada. Era peor en verano. Isidro no tiene aire acondicionado. Calores y estruendos. Hoy ya puede respirar. Lejos queda 1975, recuerda, cuando fue abierta la M-30. Lejos est¨¢ aquello. Ahora Isidro s¨®lo quiere que Gallard¨®n le ponga bancos para poder descansar de su bast¨®n y sus 81 a?os.
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