Asombro de superficie

A pesar de que se les atribuye la responsabilidad de haber sentado las bases de un nuevo naturalismo superheroico, los Cuatro Fant¨¢sticos siempre fueron una ventana abierta a la imaginer¨ªa surreal. Sus primeras aventuras ten¨ªan algo de maleable naturaleza blanda daliniana esperando a ser descontextualizada por Roy Lichtenstein. Sus or¨ªgenes fueron un triunfo del estilo, forjado entre el esquematismo hiperb¨®lico de Jack Kirby y la prosa egoman¨ªaca, incendiada y casi publicitaria de Stan Lee. Y estilo es precisamente lo que les falta a las dos pel¨ªculas que ha dirigido Tim Story sobre ellos.

Pero su descarada poca ambici¨®n y su apuesta por el asombro de superficie las convierten, casi, en un refresco gratificante dentro de un panorama dominado por el superh¨¦roe con hipertrofia de mundo interior. En manos de un equipo de guionistas que incluye a un guionista de Los Simpson y al co-creador de Twin Peaks, los Cuatro Fant¨¢sticos funcionan como la miniatura preescolar de la sensibilidad Marvel en su grado m¨¢s candoroso. Los Richards est¨¢n aqu¨ª lejos de esos personajes que Rik Moody consider¨® perfecta met¨¢fora de la familia disfuncional, inspirando lecturas revisionistas como la del c¨®mic Mol¨¦culas inestables, de James Sturm y Guy Davis. Incluso Silver Surfer, envarado heraldo de las altas pretensiones que acabar¨ªan intoxicando el g¨¦nero, es reducido casi a su pulpa. No hay espacio (ni, por fortuna, tiempo) m¨¢s que para el perpetuo dinamismo y la chorrada autocombustible. El producto no da gato por liebre, pero, por supuesto, no deja mella.