Cuesti¨®n de fe
Del juda¨ªsmo a la Iglesia evang¨¦lica. Del cristianismo al islam. Del islam a la fe baha¨ª. Viajes espirituales que hist¨®ricamente han provocado intransigencias y todav¨ªa hoy suscitan conflictos sociales. ?sta es la historia de personas que un d¨ªa decidieron cambiar de credo.
A los argelinos Mohamed y Djamila Belhani su fe les pudo costar la vida. El supuesto pecado: secundar en una naci¨®n mayoritariamente musulmana los postulados de la religi¨®n baha¨ª, perseguida incluso hasta la muerte en algunos pa¨ªses ¨¢rabes. Cuando se enteraron en el trabajo, varios compa?eros de Mohamed llegaron a amenazarle con secuestrar a su hijo de tres a?os para alejarle de la tutela de un "infiel". El miedo convirti¨® al exilio en la ¨²nica esperanza. Mientras su pa¨ªs se desangraba en una guerra civil que acab¨® sepultando a m¨¢s de 150.000 v¨ªctimas, la familia encontr¨® asilo en Espa?a en 1994. Pero para entonces hac¨ªa ya muchos a?os que su viaje espiritual hab¨ªa comenzado.
Originarios de Or¨¢n, la pareja se conoci¨® en un colegio universitario de Argel. ?l compart¨ªa habitaci¨®n en el campus con un seguidor de la religi¨®n baha¨ª poco acostumbrado a exteriorizar sus creencias. Hasta que una tarde manifest¨® ante Mohamed una especie de revelaci¨®n: "Existe otro profeta, posterior a Mahoma". Y le habl¨® del persa Bahaul¨¢, fundador de la fe baha¨ª en 1844 como creencia basada en un ¨²nico Dios que se revela a trav¨¦s de todos los mensajeros divinos. Sin renegar de ninguno, desde Jesucristo hasta Buda. "Yo me cri¨¦ bajo un islam m¨¢s de tradici¨®n que de confesi¨®n, como pasa en Espa?a con el catolicismo. Pero desde peque?o me machacaron con aquello de que Mahoma era el ¨²ltimo; mi dimensi¨®n del mundo se reduc¨ªa a este sal¨®n", recuerda hoy Mohamed, a los 43 a?os, en su casa de Cambrils (Tarragona). "Ante la sociedad argelina pod¨ªas mostrarte rebelde, opinar sobre lo que no te gustaba. Pero decir que hab¨ªa otro profeta despu¨¦s de ¨¦l... ?Eso no pod¨ªas ni plante¨¢rtelo! Era algo as¨ª como pasarte al enemigo".
Mohamed reconoci¨® en la oficina que era baha¨ª y algunos compa?eros amenazaron con quitarle a su hijo "por infiel"
"La mayor¨ªa investiga sobre el islam porque tiene una pareja musulmana", reconoce el im¨¢n de la mezquita de la M-30
"Algunos encuentran explicaci¨®n a la muerte con el psicoan¨¢lisis; yo lo hice a trav¨¦s de la religi¨®n", dice Sai
El primer reflejo de Mohamed fue afanarse en desmontar los argumentos de su amigo. La mejor manera que se le ocurri¨® para lograrlo fue regresar a la casa de su familia, tras licenciarse en ingenier¨ªa, y encerrarse todo un verano a estudiar el Cor¨¢n, la Biblia y varios escritos baha¨ªs. "La religi¨®n en los pa¨ªses ¨¢rabes es muy importante; en cuanto alguien te plantea una cuesti¨®n relacionada con ella, intentas resolverla", explica Djamila. A remolque de su novio, ella tambi¨¦n se interes¨® por aquellas lecturas sagradas. Y juntos empezaron a encontrar similitudes entre las distintas religiones, a cuestionarse si era posible quedarse con lo mejor de cada una. A sospechar que no era tan descabellada la idea de aglutinarlas a todas en una sola. Finalmente dieron el paso. "El conocimiento en profundidad del Cor¨¢n nos ayud¨® a abrazar la fe baha¨ª, a evolucionar hacia una religi¨®n m¨¢s completa".
Pronto se lo comunicaron a sus familiares. At¨®nitos, recibieron de propina la noticia de un enlace inminente de la joven pareja bajo los ritos musulm¨¢n y baha¨ª. "A mi padre le di el disgusto de su vida", admite Mohamed. Dej¨® de rezar cinco veces al d¨ªa, abandon¨® la mezquita y sustituy¨® el Ramad¨¢n por un ayuno durante los 19 d¨ªas anteriores a cada 21 de marzo, fecha del a?o nuevo baha¨ª. Djamila tampoco encontr¨® comprensi¨®n entre los suyos: "Mi madre me respetaba, pero mis hermanos me dieron de lado". Despu¨¦s de contraer matrimonio encontraron trabajo en la Empresa Estatal de Hidrocarburos y optaron por no airear en p¨²blico sus inquietudes espirituales. Hasta que Mohamed decidi¨® que estaba cansado de ocultarse en la oficina para ayunar fuera del Ramad¨¢n o justificar su ausencia durante los rezos en horario laboral.
En pleno ayuno previo al 21 de marzo, un compa?ero le invit¨® a bajar al comedor de la empresa. Mohamed le explic¨® la raz¨®n de su falta de apetito y su vida dio un giro radical.
"?Por qu¨¦ tuviste que contarlo?". Djamila todav¨ªa se lamenta. El rumor se extendi¨® por la empresa. Entre las amistades y el vecindario. Muchos amigos fallaron. Algunos les se?alaron por la calle. La guerra civil argelina se recrudec¨ªa a principios de los noventa, y el matrimonio, con dos hijos peque?os, se sinti¨® presa del miedo. Mohamed logr¨® un visado de turista para un mes en Espa?a y la familia lleg¨® a Madrid con lo puesto. En el centro baha¨ª de la capital encontraron ayuda econ¨®mica. Tras mucho insistir, Mohamed logr¨® la concesi¨®n del asilo territorial con permiso de trabajo. Y volvi¨® a empezar de cero, montando cuadros de luz; Djamila entr¨® en depresi¨®n a los tres a?os: "?sta ha sido la tragedia de mi vida. Abandonar mi casa, a mi gente. Ya s¨®lo regresamos a Argelia una semana cada a?o durante el verano. Aunque echo de menos a mi familia, nunca podr¨ªa volver a vivir all¨ª. S¨®lo guardo recuerdos de p¨¢nico. De intolerancia".
Desde hace seis a?os, su casa est¨¢ en Cambrils. Se sienten a gusto y practican en familia los ritos de su creencia. Mohamed ostenta hoy doble nacionalidad, espa?ola y argelina. Mantiene a los suyos montando centrales el¨¦ctricas. Pero ya no habla de su religi¨®n pr¨¢cticamente con nadie ajeno a la fe baha¨ª. Pr¨¢cticamente.
"La persecuci¨®n a los baha¨ªs es coet¨¢nea a su fundaci¨®n y se prolonga hasta nuestros d¨ªas, sobre todo en pa¨ªses como Ir¨¢n. Las ejecuciones durante la revoluci¨®n isl¨¢mica estuvieron a la orden del d¨ªa. Y todav¨ªa constituyen all¨ª una minor¨ªa oprimida". Esta misma denuncia de Kasra Mottahedeh, secretario general de la Comunidad Baha¨ª de Espa?a, ha sido constatada por numerosos organismos internacionales que siguen clamando al cielo por que estas personas vean reconocidos sus derechos.
En Espa?a, la Comunidad Baha¨ª se engloba dentro de las llamadas confesiones minoritarias y representa alrededor de tres mil seguidores. Si bien no re¨²nen un n¨²mero elevado de nuevos adeptos cada a?o, mantienen un n¨²mero constante de advenedizos ajenos a los problemas que afrontaron Mohamed y Djamila. Como Jos¨¦ Luis Marqu¨¦s, de 62 a?os, quien no puso en peligro su vida, pero arm¨® un buen revuelo en casa de sus padres poco despu¨¦s de ordenarse sacerdote. Ten¨ªa 24 a?os cuando encontr¨® sentido a su existencia en la fe baha¨ª. "A trav¨¦s del estudio comprend¨ª que esta religi¨®n explicaba mejor que ninguna otra por qu¨¦ existe una pluralidad de creencias".
Cambiar de credo. De rito. De postulados. Conversiones que tuvieron su periodo de auge en la Pen¨ªnsula durante los siglos XIV y XV, cuando los jud¨ªos y los musulmanes que permanecieron en territorio ib¨¦rico tras la expulsi¨®n se vieron obligados a aceptar la fe de los monarcas de Castilla y Arag¨®n para sobrevivir. Para huir del estigma en un territorio unificado pol¨ªticamente por los Reyes Cat¨®licos a trav¨¦s de la religi¨®n. Conversiones que evocan los tr¨¢gicos episodios de represi¨®n inquisitorial a protestantes durante la Contrarreforma, algunos de ellos recopilados por Miguel Delibes en El hereje. "Sin olvidar la represi¨®n franquista contra todo lo no cat¨®lico en general, y lo protestante en particular", apunta el incombustible te¨®logo Enrique Miret Magdalena. Para el autor de las memorias Luces y sombras de una larga vida, de 93 a?os, "tendr¨ªamos que remontarnos a ¨¦pocas anteriores al Siglo de Oro para encontrar sorprendentes periodos de libertad de discusi¨®n sobre asuntos religiosos".
?Y hoy? ?Qu¨¦ puede llevar a una persona a buscar calor espiritual en una parroquia diferente a la que ha venerado por tradici¨®n o por devoci¨®n? "Pulverizada tras la dictadura la identificaci¨®n entre hispanidad y catolicidad, el flujo de unas religiones a otras se ha normalizado en Espa?a. En buena medida se produce desde la Iglesia cat¨®lica hacia confesiones minoritarias, donde los fieles encuentran una atenci¨®n m¨¢s personalizada a sus inquietudes. Donde se insiste menos en el cumplimiento de determinadas normas y se fomenta el encuentro y el intercambio de experiencias. La libertad para hacerlo sin tener que apostatar, tambi¨¦n juega como elemento a favor", argumenta Juan Jos¨¦ Tamayo, director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencia de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid.
"?Apostas¨ªa? No la he solicitado, pero yo apostato de la Iglesia cat¨®lica. Nunca llegu¨¦ a encontrar sentido a la existencia en el catolicismo. Me resultaba incompleto. El islam me ayud¨® a convertir la religi¨®n en una forma de vida". Es curioso caminar junto a Silvia Cerrada por el madrile?o paseo de Recoletos. Sobre todo por las miradas de escrutinio que despierta entre los veraneantes de la urbe repantingados sobre los bancos. "Si me acompa?as al cercan¨ªas, ver¨¢s c¨®mo mira un espa?ol a los musulmanes en un tren. Yo sospecho que a m¨ª han dejado de darme algunos trabajos por llevar velo".
Silvia tiene 39 a?os, prepara unas oposiciones, cubre su cabeza con hiyab desde hace dos, reza cinco veces al d¨ªa en el descansillo de la escalera de la casa de sus padres y lleva un peque?o ejemplar del Cor¨¢n en el bolso traducido al ingl¨¦s. Su viaje hasta aqu¨ª empez¨® en un cementerio cercano al barrio de Vallecas (Madrid) a los ocho a?os. Acompa?aba a menudo a su abuela y una tarde se le ocurri¨® bajar al osario. La ni?a encontr¨® un amasijo de huesos y pas¨® la tarde interrogando "a la yaya" sobre el destino de aquellos restos f¨²nebres. Ni ella ni las monjas de su colegio supieron darle la respuesta que esperaba.
"?Por qu¨¦ estamos aqu¨ª? Es gracioso, pero encontr¨¦ en el teatro una primera pista a mis dudas sobre la existencia. Trabajando desde la tramoya, observando el mundo de sombras que da vida al otro mundo, el visible". Se traslad¨® a Londres a estudiar escenograf¨ªa y conoci¨® a un magreb¨ª que le habl¨® del islam y despu¨¦s se convirti¨® en su marido. "Me cas¨¦ enga?ada. Ten¨ªa 31 a?os y quer¨ªa tener hijos, fundar una familia conforme a la religi¨®n musulmana. Pero ¨¦l no. En ese matrimonio, la ¨²nica que estuvo casada fui yo".
Silvia se separ¨®, volvi¨® a Madrid y, en lugar de renegar de la religi¨®n de aquel hombre, reafirm¨® su fe en el islam. Hoy forma parte de los 1.080.478 musulmanes que desde la Uni¨®n de Comunidades Isl¨¢micas calculan en Espa?a. "De todos ellos, s¨®lo un 5% somos conversos; una minor¨ªa dentro de otra como es el islam", estima F¨¦lix Herrero, presidente de la Federaci¨®n Espa?ola de Entidades Religiosas isl¨¢micas. "Casi todas las conversiones nacen de las parejas o familias mixtas". Una realidad constatada en su despacho por Moneir Mahmoud, el im¨¢n del Centro Cultural Isl¨¢mico o mezquita de la M-30 de Madrid. "La mayor¨ªa de los que vienen a preguntarme cosas sobre el islam lo hacen porque van a casarse o tienen una pareja musulmana. No se requieren tr¨¢mites para abrazarlo, pero a los que lo solicitan, les doy este papelito donde pueden refrendar sus testimonios de fe".
Si en el islam ese tr¨¢mite resulta sencillo, un adulto que aspire a convertirse en jud¨ªo requiere aprobar un complejo examen ante un tribunal rab¨ªnico, previo al ba?o ritual en el mikve de la sinagoga. Como hizo la barcelonesa Mar¨ªa Teresa Massons, de 64 a?os, hace dos d¨¦cadas. Ella se cri¨® en una familia cat¨®lica. "Mi padre lo era, claro; la gente en Espa?a es cat¨®lica. Fui una ni?a de misa diaria, ¨¢ngelus a mediod¨ªa y rosario por la noche". Pero con 23 a?os viaj¨® a Inglaterra a realizar pr¨¢cticas de voluntariado y conoci¨® a tres monjes baptistas que dejaron de serlo. "Dios no existe", argumentaron. "Aquello s¨ª que era comprometerse con un ideal. Ten¨ªan hijos a los que mantener y acababan de quedarse sin trabajo". Mar¨ªa Teresa volvi¨® a Espa?a, se cas¨®, tuvo dos hijas y empez¨® a ejercer como trabajadora social.
El impacto de una pregunta. ?Dios existe? Con 43 a?os, divorciada, y dos hijas mayores de edad, el cuestionamiento divino de aquellos monjes baptistas volvi¨® a golpearle. "Tengo la impresi¨®n de haberme comido mucha soledad en mi vida. Mucho discurso interno". Un amigo le dijo: "?Sabes que Dios era jud¨ªo?". Y empez¨® a investigar en las ra¨ªces del juda¨ªsmo. A trav¨¦s del estudio se convirti¨® en 1987. Y desde entonces reza con chal de oraci¨®n, observa la alimentaci¨®n kosher, celebra el Januk¨¢ y respeta el sabbat. "Durante el sabbat no trabajas, pero estudias y lees. Es un momento de absoluta espiritualidad". Mar¨ªa Teresa es hoy una de las m¨¢s de 40.000 personas que profesan el juda¨ªsmo en Espa?a, seg¨²n las cifras de la Federaci¨®n de Comunidades Jud¨ªas.
El dato sobre la diversidad de religiones en Espa?a publicado con mayor insistencia, citando en ocasiones al Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia, sit¨²a en torno al 7% los espa?oles que profesan una fe distinta a la cat¨®lica. Pero desde esta Iglesia niegan a considerar una fuga de fieles. El director de la Oficina de Estad¨ªstica y Sociolog¨ªa de la Iglesia, Jes¨²s Dom¨ªnguez Rojas, prefiere, por el contrario, hablar de un aumento en el n¨²mero de bautismos. "Las di¨®cesis registraron 279.309 en 1996, mientras que en 2005, la cifra alcanz¨® los 313.262". En nueve a?os, el ascenso se torna cuanto menos t¨ªmido. Algo que Dom¨ªnguez achaca al descenso paulatino de la natalidad. ?Pero y el n¨²mero de nuevos cat¨®licos por convicci¨®n? "De los 313.262 bautizos de 2005, m¨¢s de 8.000 correspondieron a personas mayores de siete a?os, que englobar¨ªan sobre todo a nuevos cat¨®licos llegados tras un periodo de reflexi¨®n. Son los que podr¨ªamos considerar como conversos al catolicismo durante ese a?o".
Cifras todas que, al fin y al cabo, s¨®lo manejan las propias confesiones, ante la inexistencia de un registro oficial en Espa?a. Algunos soci¨®logos, tradicionalmente opuestos a un archivo de estas caracter¨ªsticas por su posible asociaci¨®n con "listas negras", empiezan ahora a considerarlo interesante, ante la pluralidad de confesiones y el inter¨¦s creciente por obtener un mapa medianamente fiable de la realidad espiritual de Espa?a.
De existir tal registro, podr¨ªan acreditarse valoraciones m¨¢s all¨¢ de las encuestas del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas -que siguen considerando cat¨®lica a cerca del 80% de la poblaci¨®n espa?ola- o los estudios y memorias de fundaciones como la de Pluralismo y Convivencia o la de Santa Mar¨ªa. Pero como insisten desde la Direcci¨®n General de Asuntos Religiosos, la posibilidad de crear un registro de estas caracter¨ªsticas ni se contempla, en arreglo al derecho constitucional de libertad religiosa. A la hora de inscribirse en el Registro de Entidades Religiosas, a las comunidades no se les requiere informar sobre su n¨²mero de fieles. La ¨²nica orientaci¨®n posible consiste por tanto en atender los c¨¢lculos de las confesiones. Una pescadilla que se muerde la cola cuando esos mismos n¨²meros son los que tambi¨¦n ayudan al Estado a la hora de valorar la concesi¨®n de categor¨ªas de notorio arraigo a una religi¨®n o estimar la posibilidad de su inclusi¨®n en la casilla del impuesto de la renta sobre las personas f¨ªsicas (IRPF).
En materia tributaria, la noticia salt¨® en el mes de mayo: el Estado hab¨ªa iniciado contactos con representantes de la Iglesia evang¨¦lica para su inclusi¨®n en la casilla del impreso del IRPF. Era el anuncio de un nuevo cisma en el seno del protestantismo, entre partidarios de la apertura a las relaciones econ¨®micas con el Estado y los que se decantan por la independencia. "A m¨ª me entristecer¨ªa aparecer reflejado en esa casilla", reconoce Pedro Tarquis, director de Protestante Digital y converso desde el catolicismo. Implicar¨ªa abandonar la separaci¨®n de nuestra Iglesia con el Estado". Desde la Federaci¨®n de Entidades Religiosas Evang¨¦licas de Espa?a, su portavoz, Jorge Fern¨¢ndez, argumenta que el debate no ha impedido alcanzar un consenso para entablar relaciones futuras con las instituciones. "Si bien la inclusi¨®n en esa casilla quedar¨ªa excluida de la posibilidad de financiar la Iglesia con fondos p¨²blicos", matiza.
Sai Schemer, de origen jud¨ªo, forma parte de los 1,2 millones de seguidores de la fe protestante en Espa?a. Prefiere mantenerse ajeno al debate de la financiaci¨®n y jugar un papel activo en la Iglesia evang¨¦lica. Como maestro b¨ªblico, su ministerio es "m¨®vil". Pero suele frecuentar la madrile?a iglesia Cuerpo de Cristo, levantada sobre un antiguo cine de la madrile?a calle del General Ricardos. Su evoluci¨®n parti¨® del juda¨ªsmo mesi¨¢nico. Una corriente que le permite no renegar de sus costumbres jud¨ªas. Las observa en privado y hoy se declara plenamente evang¨¦lico. "He llegado hasta aqu¨ª mediante un perfeccionamiento del juda¨ªsmo".
Sai naci¨® en Argentina en 1959. Descendiente de jud¨ªos rusos y alemanes, se cri¨® bajo la influencia de su abuelo, rabino de una sinagoga de Buenos Aires. Perdi¨® a su padre cuando ten¨ªa 15 a?os. "La muerte me suscit¨® preguntas. Empec¨¦ a estudiar las ra¨ªces de la fe jud¨ªa y viaj¨¦ con frecuencia a Israel durante largas temporadas". Despu¨¦s regres¨® a Argentina, donde contrajo matrimonio con una protestante. "Le ped¨ª que se acercara al juda¨ªsmo. Y ella lo hizo. Al poco tiempo, un hombre me habl¨® de la fe evang¨¦lica y decid¨ª estudiar el Nuevo Testamento. Encontr¨¦ la fe. La paz". Pasaron los a?os y se bautiz¨®, alcanz¨® el grado de maestro y comenz¨® a predicar. Primero en pa¨ªses latinoamericanos, y despu¨¦s, en Espa?a, donde vive con su esposa y sus tres hijos desde 2001. "La situaci¨®n econ¨®mica favorable hab¨ªa alejado a mucha gente de Dios en este pa¨ªs. Dios es aqu¨ª el ladrillo. Y s¨ª, vivo del Evangelio; del Evangelio se puede vivir con mucho recato".
-?Y aquellas preguntas sobre la vida y la muerte?
-Algunos encuentran explicaci¨®n a la muerte mediante el psicoan¨¢lisis; yo lo hice a trav¨¦s de la religi¨®n.
Probablemente poco psicoanal¨ªticas, pero s¨ª muy filos¨®ficas, son las ense?anzas de Buda. En Espa?a cuentan con m¨¢s de 50.000 adeptos, y Amparo Ruiz, de 46 a?os, es una de ellas. El Centro Budista Tibetano de Madrid empieza a llenarse de asistentes a las pr¨¢cticas impartidas por el monje Tsering Palden mientras Amparo recibe al periodista en un peque?o despacho. Aqu¨ª suele venir cuando le deja tiempo su otro despacho, el de abogada. Naci¨® en Le¨®n y se educ¨® en las carmelitas. "Siempre estuve interesada por la religi¨®n. Era l¨®gico, fui educada en un lugar donde se fomentaba. ?Qui¨¦n hace la lista de los pecados? ?Es tan importante la virginidad de la Virgen? Me di cuenta de que mi relaci¨®n con Dios no admit¨ªa intermediarios". Amparo se cas¨® a los 17 a?os, tuvo una hija y abandon¨® la Iglesia cat¨®lica por el agnosticismo. Con 32 a?os alguien le recomend¨® el Libro tibetano de los muertos y sus inquietudes espirituales salieron de nuevo a flote. "Encontr¨¦ postulados sin fisuras. Ense?anzas sobre la muerte que respond¨ªan a la pregunta que todos nos hacemos: ?Qu¨¦ sentido tiene la vida?".
Interrogantes. Cuestiones de fe. Mientras tanto, en Barcelona, Mar¨ªa Teresa Massons intenta escoger entre varios chales jud¨ªos de oraci¨®n para el retrato del reportaje. En voz baja, hablando casi para ella, susurra: "Uno muere dudando; en eso consiste ser persona, por encima de la religi¨®n".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.