Salve
Salve, ?qu¨¦ Salve? Se va a cumplir una generaci¨®n, si la memoria no me falla, del desistimiento o claudicaci¨®n ante los violentos por la otrora famosa comitiva de la Salve, es decir, el pase¨ªllo solemne que las autoridades hac¨ªan hasta la iglesia de Santa Mar¨ªa, donde escuchaban la no menos solemne y orfeon¨ªstica Salve, y que atra¨ªa las iras de quienes estaban detr¨¢s de Otegi -s¨ª, creo que entonces tambi¨¦n andaba de sheriff- y de ETA, tan dem¨®cratas ellos (?ser¨¢ por eso que dicen que hay ahora aqu¨ª una democracia cero? De aquellos sus polvos estos sus lodos) que la emprend¨ªan a pedradas y coctelazos quemando de paso alg¨²n autob¨²s, cosa que tampoco parece haber cambiado. Resulta demasiado f¨¢cil escudarse en el laicismo (?lo hace Od¨®n?) para justificar que carece de sentido a estas alturas del curso semejante procesi¨®n ocultando que, en realidad, se claudic¨®. Por la paz un avemar¨ªa, es decir, ni siquiera una Salve, y as¨ª estamos que hay ya una generaci¨®n que no sabe de qu¨¦ iba aquello y cu¨¢nto coraje c¨ªvico ten¨ªan que echarle los corporativos para preservar un s¨ªmbolo de la democracia y del estado de Derecho -su propia autoridad- de los atentados de quienes siempre han buscado cargarse todo eso utilizando la pura violencia. ?Ser¨¢ la ley de Memoria Hist¨®rica, o su aplicaci¨®n en cada caso, tan selectiva como la memoria simplemente humana para seguir estigmatizando a cuanto abuelo Cebolleta quiera contar el cuento de que hubo un tiempo no tan lejano en el que un grupo de croma?ones pisoteaba las libertades tambi¨¦n con motivo de los s¨ªmbolos de la fiesta o habr¨¢ que tomar rabos de pasa?
Hay ya una generaci¨®n que no sabe cu¨¢nto coraje c¨ªvico ten¨ªan que echarle los corporativos para preservar un s¨ªmbolo de la democracia
All¨¢ cada cu¨¢l con su conciencia y con las nanas que se susurra para poder mirarse al espejo. Lo cierto es que hoy la Salve se ha reducido al acto religioso-social al que acuden muchos donostiarras cruz¨¢ndose en el templo con los turistas que van a admirarlo y que, si tienen suerte, se llevar¨¢n de matute las notas del Orfe¨®n. Luego viene la cena con los amigos, una cena un tanto peculiar, puesto que se mueve entre el deseo de prolongarla y el de salir pitando a los fuegos. Aunque hay por lo menos unos donostiarras o una sociedad -gastron¨®mica claro- que no puede ni elegir, Gaztelubide, ya que se ve obligada a empalmar los sorbos de los espirituosos, acompa?ados de los correspondientes humos de Vuelta Abajo, con el grito, si no oficial al menos oficioso, de que hay fiesta, para lo cual se arman en coro y entonan el Festara, segundo himno de la Aste Nagusia justo por detr¨¢s del Artillero... (ya hemos visto en qu¨¦ ha quedado el tercero en discordia, la Salve). S¨®lo que todo esto, la liturgia del Festara, queda m¨¢s como en familia y apenas se api?an alrededor de los gaztelubidekos unos pocos cientos de personas que, eso s¨ª, participan de pleno cantando con el coro aunque en plan sottovoce hasta el estallido final del Agur Jaunak, que, ese s¨ª, se canta a pleno pulm¨®n fundiendo en una enorme masa coral a los cantantes oficiales y al respetable.
En Pamplona le llamar¨ªan a esto un momentico y, como todav¨ªa uno tiene algo de memoria, recuerda que los b¨¢rbaros tambi¨¦n trataron en su d¨ªa de ahogar el Festara simplemente porque consideraban que mientras ellos no tuvieran todo el poder no cab¨ªa fiesta alguna. Total, que con el grito de Gaztelubide la V¨ªspera de la Virgen da paso al d¨ªa de la Virgen. Aqu¨ª ya no concurren problemas gastron¨®micos, porque no hay acto que cabalgue a la hora de comer y las familias pueden abandonarse a ese rito de rememorar y olvidar o enfadarse, pero ya sin prisas. En la calle, sin embargo, comienza otro acoso disfrazado de homenaje a una bandera que oficialmente es de todos, pero a la que convierten en bander¨ªn de enganche xen¨®fobo para pisotear a otras banderas. ??Salve, la selva...!!
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