Qui¨¦n se ha llevado mi sitio
Los presos dibujan palotes en la pared de su celda para calcular el tiempo que les queda y para distraerse. Proponemos un ejercicio de cordura similar a quienes se han quedado sin vacaciones, atrapados en la ciudad. Una distra¨ªda cuenta atr¨¢s que sirve de paso para comprender mejor ese limbo que es agosto. Por ejemplo, ?por qu¨¦ demonios se sigue aparcando fatal?
Desde el sof¨¢ Klippan de siempre (a?o I despu¨¦s de IKEA), el Condenado en la ciudad ve la tele en un piso sin aire acondicionado en el centro de un agosto implacable. El telediario vuelve a escupir la misma no-noticia veraniega: la pelea por poner la sombrilla en primera l¨ªnea de playa. Un se?or en Benidorm clava la "lanza" en la arena como si fuese un bosquimano gordo y blanco. Explica a c¨¢mara: "?Esto es la guerra!". El Condenado se pregunta: "?Y a m¨ª qu¨¦ co?o me importa?". Despu¨¦s de trabajar todo el d¨ªa, ha perdido 45 minutos dando vueltas para aparcar el coche. Esto s¨ª es la guerra, bosquimano.
PARTICIPE. Ma?ana, ?d¨®nde se est¨¢ m¨¢s fresquito en la ciudad? http://blogs.elpais.com/condenada_en_la_ciudad/ |
?C¨®mo es posible que est¨¦n todos en Benidorm y aun as¨ª no haya sitio? ?S¨®lo se van los que tienen garaje? ?O puede estar relacionado con los huecos que ocupan los andamios? ?Los contenedores? ?El reciclaje? ?El cabr¨®n del 4 - 4 que aparca con la l¨ªnea en medio? ?Cu¨¢ntos sitios son de verdad sitios?
El Condenado imprime (en el curro) un mapa de su barrio. Con una chincheta y un l¨¢piz unidos entre s¨ª por un trozo de celo (en las oficinas, como en las celdas, no hay cordones), traza un c¨ªrculo con un di¨¢metro, a escala, de 500 metros alrededor de su piso sin aire acondicionado. Veinte calles y una plaza. Durante d¨ªas cuenta con palotes los espacios para aparcar. En una columna, los sitios en los que hay, o podr¨ªa haber un coche; en la otra, los ocupados por otras cosas. La primera calle que mide se llama Leganitos; est¨¢ en el centro de Madrid, pero podr¨ªa existir en cualquier gran ciudad. El resultado es escalofriante. Cabr¨ªan 145 utilitarios, pero s¨®lo se puede aparcar (con suerte, y pagando) en 81. Dos est¨¢n reservados para incapacitados. Vale. ?Pero y el resto del 43,3% de la calle que le est¨¢ vetado? Parafraseando el libro aquel del queso y la autoayuda, el Condenado se pregunta: "?Qui¨¦n se ha llevado mis sitios?".
Palote a palote descubre que las obras se comen 24 sitios, 24, entre contenedores, andamios, sacos y vallas aleatorias que guardan el parking a los capataces. La comisar¨ªa de polic¨ªa tiene reservados 20, aunque muchos de ellos est¨¢n siempre vac¨ªos. Seis se los quedan los hoteles para cuando llegan taxis, aunque ¨¦stos tienen aparte otros seis. En cinco no se aparca, se recicla... As¨ª hasta que s¨®lo quedan los que quedan. Y en todos hay coche.
En total, dentro del c¨ªrculo dibujado, el 36% de los sitios est¨¢n tomados. Cubos de basura, motos atravesadas, carga y descarga (con sus instrucciones absurdas, ?el s¨¢bado por la ma?ana es o no es laborable?). El colmo: un reservado policial vac¨ªo y un zeta aparcado en un sitio para civiles; un parqu¨ªmetro en medio de un hueco, 17 espacios en bater¨ªa que se han repartido entre 12 brutos insolidarios, un coche abandonado desde hace meses y un gorrilla que te pide limosna. El Condenado les llama, por insultar. Se queda con las ganas; resulta que, encima, el Consistorio cobra a los constructores por aparcar el container. Siempre ganan los mismos.
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