El pis no ti?e de rojo las piscinas
Gafas de sol, copa, colchoneta y The sound of silence. Cuando el se?or Braddock rompe la magia estival y le pregunta a su hijo qu¨¦ hace, Benjamin (Dustin Hoffman) contesta displicente: "Dej¨¢ndome llevar, aqu¨ª en la piscina". El problema es que las aguas quietas de piscinas como las de El graduado (Mike Nichols, 1967) no llevan a ning¨²n sitio. De hecho, son met¨¢foras del estancamiento.
El mismo a?o que el mundo conoci¨® a la se?ora Robinson, David Hockney congel¨® en A bigger splash las piscinas californianas: perfectos rect¨¢ngulos celestes con bordillos rosas. La de El graduado se ajusta al canon pop, pero la otra alberca m¨ªtica del cine est¨¢ en blanco y negro. La localizaci¨®n s¨ª es correcta: "Estamos en Sunset Boulevard, Los ?ngeles, California". As¨ª comienza El crep¨²sculo de los dioses (Billy Wilder, 1950). Lo dice William Holden con voz en off, ya que su cuerpo flota boca abajo. Desde esa primera l¨ªnea hasta la ¨²ltima -"estoy preparada para mi primer plano", de Gloria Swanson-, la pel¨ªcula se desenvuelve implacable como una obra maestra. Cuando Wilder encontr¨® la mansi¨®n digna de Norma Desmond (era la casa de la segunda mujer de Paul Getty, que la hered¨® en el divorcio), s¨®lo faltaba un detalle: no ten¨ªa piscina. El director cav¨® el agujero, pero no instal¨® un sistema de depuraci¨®n, por lo que el hoyo s¨®lo se us¨® otra vez m¨¢s, por los personajes de Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955) que discut¨ªan en su vientre seco y vac¨ªo.
Las aguas estancadas han servido en el cine como tumbas l¨ªquidas. Mala idea. Que se lo digan a Las diab¨®licas (Henri-Georges Clouzot, 1955), amante y esposa de un cad¨¢ver que no se est¨¢ quieto bajo el agua. En el bordillo de La piscina (Jacques Deray, 1969), Alain Delon le quita el bikini a Romy Schneider entre risas y forcejeos, pero su felicidad se rompe con la visita de un ex amante de ella y su hija (una jovenc¨ªsima y larguirucha Jane Birkin que palidece ante la belleza compacta y treinta?era de Sissi emperatriz). La espectacular alberca de Saint Tropez es protagonista y escena del crimen de este filme plagado de frases demasiado francesas ("no me gusta el verano, prefiero las estaciones intermedias", dice Schneider). El mensaje viene a ser: no te zambullas en la piscina del pr¨®jimo.
En la argentina La ci¨¦naga (Lucrecia Martel, 2005) la piscina es un pozo donde se ahoga (emocionalmente) una familia demasiado perezosa para dar la brazada final que los saque de sus disfunciones. A pesar de ser una pel¨ªcula fr¨ªa y distante, se pasa un calor terrible y casi se puede oler c¨®mo se pudren el agua y las relaciones. Pero de todas las piscinas, las m¨¢s tristes son las de El nadador (Frank Perry y Sidney Pollack, 1969), donde Burt Lancaster es un Narciso de mediana edad, que vi¨¦ndose a¨²n maravilloso en sus pantaloncillos de ba?o, decide cruzar el condado a nado de chalet en chalet. La historia, sacada de un relato de John Cheever, mezcla costumbrismo y surrealismo aleg¨®rico. El r¨ªo artificial formado por las piscinas es un viaje existencial al fondo del sue?o americano. A medida que cruza propiedades, el nadador pierde fuelle y el verano se acaba en un solo d¨ªa. ?Qu¨¦ ha ocurrido? Bajo la perfecta y calma superficie de espejo que so?¨® Am¨¦rica yace la imposibilidad de acotar el mar.
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