Problema en la ¨¦pica moderna
Si consideramos que la Il¨ªada y la Odisea y luego la m¨¢s directa ¨¦pica medieval (El Cid, Rold¨¢n, Beowulf) son la ¨¦pica cl¨¢sica, y aun si consideramos ¨¦pica la llamada "¨¦pica culta del Renacimiento" (Orlando furioso, La Araucana), no nos quedar¨¢ otro remedio que volver a la vieja tesis de Georg Luk¨¢cs en su Teor¨ªa de la novela: la novela es la genuina ¨¦pica contempor¨¢nea. Opini¨®n que no pareci¨® satisfacer del todo a los poetas...
Tras la vanguardia imagista y sus secuelas, que un todav¨ªa joven Ezra Pound dirigi¨® en Londres en los a?os anteriores a la I Guerra Mundial, ¨¦l y varios poetas anglonorteamericanos, como su favorita y parece que ocasional novia Hilda Doolittle (a la que ¨¦l convenci¨® para que firmara H. D.) fueron, algo m¨¢s tarde, quienes de veras intentaron una ¨¦pica nueva. No debi¨¦ramos olvidar al Pablo Neruda de Canto general ni otros intentos latinoamericanos, pero nos quedaremos en el territorio anglosaj¨®n, aun sabi¨¦ndolo insuficiente. Los Cantos poundianos son sin duda el m¨¢s cabal intento -partiendo en teor¨ªa de la Odisea- por formular una ¨¦pica contempor¨¢nea. Pero Los Cantos fracasan magistralmente (lo que llamo un "fracaso suicida") al intentar abarcarlo todo, dar cuenta de todo. Y la complejidad y confusi¨®n del mundo contempor¨¢neo concluyen siendo la complejidad y la confusi¨®n del propio Pound y de su obra final.
HELENA EN EGIPTO
H. D. (Hilda Doolittle)
Traducci¨®n de Alfredo Mart¨ªnez
Ediciones Igitur. Tarragona, 2007
365 p¨¢ginas. 20 euros
Pensando conscientemente
en su viejo amigo Ezra, H. D. (1886-1961) compone, hacia el fin de su vida -empez¨® en 1952- su largo poema Helen in Egypt, ahora traducido al castellano (no conozco traducciones anteriores) y que se public¨® en ingl¨¦s el mismo a?o de su muerte. Helena en Egipto es algo as¨ª como la otra historia de Helena de Troya. Bas¨¢ndose en un poema de Estes¨ªcoro fragmentariamente transmitido por Plat¨®n (H. D. fue siempre una cabal helenista y la antigua literatura griega est¨¢ muy presente en su obra) viene a decir que Helena, al abandonar a Menelao, no fue a Troya raptada por Paris, sino a Egipto, el pa¨ªs de las m¨¢s sacras iniciaciones, donde se encontrar¨¢ con Aquiles. Es en realidad (con amplio ropaje griego y herm¨¦tico) el canto mitol¨®gico de la combinaci¨®n y simbiosis de luz y sombra. En tres cantos -Palonodia, Leuk¨¦ e Eidolon, divididos en varios libros-, H. D. logra un largo y bello poema cuyos significados psicol¨®gicos y culturales (Helena, que en la isla blanca de Leuk¨¦ vuelve a ver a Paris, ser¨ªa la uni¨®n de Grecia y Egipto con cuanto ello comporta) no nos transmiten ning¨²n aliento ¨¦pico, como no hablemos de una ¨¦pica intimista. Magn¨ªfico fracaso, de nuevo, H. D. logra bell¨ªsimos momentos en un poema que apenas abandona nunca la intimidad y sus conflictos. El hecho, adem¨¢s, de que cada poema (cada parte de cada libro) vaya encabezada por una suerte de resumen-comento en prosa rompe la frescura -muy l¨ªrica- que hubiese tenido el poema total sin las interrupciones pros¨ªsticas. Refinado y sutil, casi inici¨¢tico, Helena en Egipto parece lejos -salvo por sus or¨ªgenes- de lo que pudi¨¦ramos entender por ¨¦pica: "as¨ª que el dardo de el Amor / es el dardo de la Muerte, / y el secreto no es secreto" (...). El poema vale la pena (demasiado largo para s¨®lo l¨ªrica), pero el problema de la ¨¦pica sigue sin resolverse. Repasemos a Hart Crane, a Saint-John Perse o a Ernesto Cardenal, Neruda o tornemos a meditar en la novela. La pregunta sigue en el aire: ?hay poes¨ªa ¨¦pica contempor¨¢nea? Como fuere, H. D. no merece olvido.
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