"Una familia perdi¨® a 30 personas"
El padre Berrade explica c¨®mo se derrumb¨® la iglesia repleta de fieles donde iba a ayudar en una misa funeral
Alfonso Berrade Urralburu baja con aspecto muy cansado las escaleras exteriores de lo que fuera la iglesia de San Clemente en Pisco, en la que cientos de personas -todav¨ªa no se conoce el n¨²mero exacto- fueron aplastadas el mi¨¦rcoles por los cascotes, cuando esta localidad pesquera peruana sufri¨® el peor terremoto de su historia. Con el pelo cano, despeinado, y el jersey azul manchado de yeso, Berrade trata de evitar que el polvo del suelo impregne las casullas que lleva colgadas en una percha. Este navarro, nacido hace 67 a?os en Jaurrieta, es un sacerdote que se revest¨ªa en el despacho parroquial para ayudar al cura peruano Jos¨¦ Torres en la celebraci¨®n de una misa cuando el templo se vino abajo.
"Jam¨¢s hab¨ªa visto aqu¨ª nada as¨ª", se?ala mientras que, acompa?ado de otros dos sacerdotes llegados de Lima, saca de la iglesia los libros de liturgia. Misionero de San Vicente de Pa¨²l, llegado a Per¨² hace 30 a?os, pero apenas uno y medio a Pisco, Berrade iba a ayudar en la segunda parte de un funeral, que hab¨ªa comenzado a las 18.30, hora local (siete horas m¨¢s en la Espa?a peninsular). Apenas 15 minutos despu¨¦s, las paredes comenzaron a temblar violentamente. Algunas de las im¨¢genes cayeron. Tras unos momentos de pausa, el edificio entero comenz¨® a bambolearse. Luego se desprendieron fragmentos del techo y, tras un gran estruendo, s¨®lo quedaron el polvo y la oscuridad. "Una familia perdi¨® a 30 personas". Eran parientes de la persona por la que se celebraba la misa y el sacerdote espa?ol los conoc¨ªa a casi todos. ?l mismo qued¨® atrapado bajo los escombros.
Berrade sale por ¨²ltima vez de la iglesia, cuya puerta ha quedado despejada definitivamente. Los bomberos aseguran que no hay nadie bajo los escombros. Ni vivo ni muerto. En una ciudad conmocionada y en desorden, ayer se corri¨® la voz de que un ni?o de 10 meses hab¨ªa sido rescatado con vida. Luego se hablaba de cuatro menores. "No hay nada de eso. Desgraciadamente. Ya hemos terminado y no hemos sacado a nadie as¨ª", confirma el comandante Vera, que coordina las labores de m¨¢s de 250 bomberos peruanos y varios centenares llegados procedentes de otros pa¨ªses, entre ellos Espa?a.
Precisamente varios perros espa?oles han buscado alg¨²n rastro de vida entre los escombros de la iglesia durante algunos d¨ªas, pero no han tenido ¨¦xito. Como Drago, un can de siete a?os, dirigido por David ?cija, natural de Rute (C¨®rdoba). ?cija explica que el adobe es muy peligroso para las v¨ªctimas de los terremotos. No s¨®lo porque es un material muy fr¨¢gil, que cede f¨¢cilmente ante los temblores, sino tambi¨¦n porque al derrumbarse forma un polvo que asfixia y adem¨¢s se fracciona tanto que no deja huecos donde puedan quedar v¨ªctimas vivas.
Tampoco queda espacio para las v¨ªctimas en el cementerio. De hecho, las autoridades barajan la posibilidad de designar un terreno disponible como nuevo camposanto de la ciudad. Ayer, los sepelios se suced¨ªan en Pisco de tal forma que en la zona donde se han abierto zanjas individuales se formaba, a veces, una fila de ata¨²des esperando recibir sepultura.
Sobre la tierra que cubre las tumbas, los deudos han colocado cruces de madera con nombres pintados a rotulador o simples trozos de adobe marcados. Leyendo las inscripciones, se adivinan tragedias familiares, como la de Mar¨ªa del Pilar Vara, nacida en 1983 y enterrada junto a sus hijos Facundo, de cinco a?os, y Katrina, de tres. Los lloros s¨®lo se ven interrumpidos por los gritos de "?agua, agua!" cada vez que se produce un desmayo. En medio de la escena, varios perros sin due?o deambulan por el lugar. Varios militares vigilan que la tensi¨®n no degenere en incidentes como cuando una mujer empieza a protestar para cubrir de tierra un ata¨²d. Finalmente, la cordura se impone.
Al contrario de lo sucedido hasta ayer, donde el r¨ªo de veh¨ªculos cargados flu¨ªa hasta Pisco, ayer comenzaron a notarse coches llenos de enseres y con colchones en la parte superior, que abandonaban la ciudad. Primero se est¨¢n marchando los que tienen familiares dispuestos a acogerlos, pero todo augura que en cuesti¨®n de d¨ªas les seguir¨¢n muchos m¨¢s, aunque no tengan un destino fijo. Pisco sigue sin electricidad ni agua corriente y todos se preguntan por cu¨¢nto tiempo seguir¨¢ llegando la ayuda.
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