Medalla de Galicia y cambio pol¨ªtico
La imagen de Isaac D¨ªaz Pardo recibiendo del presidente de la Xunta la Medalla de Oro de Galicia puede servir de colof¨®n a los dos primeros a?os del gobierno del cambio. En cierto modo la ceremonia del pasado 25 de julio ha funcionado como un gran s¨ªmbolo de la primera mitad del mandato, y no porque fuese imposible que Fraga le hubiera entregado esa distinci¨®n a D¨ªaz Pardo, sino porque con don Manuel s¨ª lo hubiera sido la forma en que lo hizo Emilio P¨¦rez Touri?o.
Si recuerdan, el anterior gobierno de la Xunta conced¨ªa cada a?o alrededor de 35 medallas de Galicia. Las hab¨ªa de oro, plata y bronce, y todas se entregaban el 25 de julio en un ¨²nico acto. En 2005, por ejemplo, Manuel Fraga, ya presidente en funciones, entreg¨® 37 (3 de oro, 12 de plata y 22 de bronce). La ceremonia se desarroll¨® con gui¨®n y presentaci¨®n similares a los de a?os anteriores: un recinto cerrado; las m¨¢ximas autoridades en la mesa central de un estrado; los premiados sentados en un lateral, colocados en filas de acuerdo con la relevancia de la distinci¨®n que recib¨ªan; en el lateral opuesto, los miembros del Gobierno gallego y otras autoridades auton¨®micas. El conselleiro de Presidencia le¨ªa una a una las nominaciones, con su respectiva justificaci¨®n, en orden de rango creciente; cada galardonado se levantaba a recibir de manos del presidente la medalla y un diploma, y volv¨ªa a su asiento. Al acabar todas las entregas, uno de los homenajeados hablaba en nombre de todos. Le respond¨ªa el presidente, y el acto finalizaba con el himno gallego tras alguna inevitable gaita y r¨¢fagas de tambores escoceses.
Esa puesta en escena fue durante a?os una buena representaci¨®n de la imagen institucional de la Xunta y, por ende, de Galicia: el todo entendido como un amontonamiento de partes, algo as¨ª como un milladoiro al que le da sentido un eje central, una cruz estructurante: la preponderancia del poder. Si, porque, aunque parezca lo contrario, tanto premiado junto y el que uno de ellos actuase como portavoz de los dem¨¢s sin poder serlo en puridad -porque apenas ten¨ªan cosas en com¨²n, tan distantes y ajenos eran entre s¨ª como dispersa y fragmentaria la ceremonia que los reun¨ªa-, hac¨ªa que el protagonismo real del acto no estuviese en los premiados sino en los premiadores.
Ese hecho se acentuaba cuando interven¨ªa el presidente de la Xunta, que al no poder focalizar su mensaje en un galardonado, o siendo tan prolijo hacerlo en todos habiendo tantos, acababa desarrollando su propio discurso: es decir, refiri¨¦ndose a s¨ª mismo.
Pues bien, el nuevo Gobierno ha cambiado esa ceremonia, y el cambio ha sido radical y ben¨¦fico. Ahora se realiza a cielo abierto y el ¨²nico premiado es el protagonista. A su sombra se teje un discurso sobre m¨¦ritos y aspiraciones colectivas, sirviendo a la funci¨®n ejemplarizante y patri¨®tica de distinci¨®n tan relevante. El poder que la concede es, as¨ª, un mero representante del pa¨ªs que expresa su reconocimiento a alguien que lo merece.
En 2007 ese alguien ha sido, adem¨¢s, Isaac D¨ªaz Pardo, y en su persona radica otro valor significante para la efem¨¦ride del bienio de gobierno de coalici¨®n PSdeG-BNG en Galicia, aunque sea por se?alar una carencia.Isaac es un se?ero representante de los socialistas federalistas que, formados en la Rep¨²blica y resistentes durante el franquismo, sellaron una alianza casi natural con los galleguistas y nacionalistas hist¨®ricos para sostener una lucha pol¨ªtica, social y cultural por la consecuci¨®n de unos ideales comunes. Los avatares de la resistencia al r¨¦gimen y de la recuperaci¨®n de la democracia han hecho que la relaci¨®n entre esos dos pilares de la pol¨ªtica progresista de Galicia haya devenido en pugna de culturas hostiles, de rivales que, llenos de rec¨ªproca antipat¨ªa, gobiernan juntos a su pesar, condenados a seguir haci¨¦ndolo. Pero hasta en eso puede notarse el cambio: quiz¨¢s la tensi¨®n entre las dos partes de este Gobierno sea menor que la que se daba entre las facciones que viv¨ªan a la sombra del de Fraga. En pol¨ªtica, ya se sabe, la menor amenaza es el adversario, y la mayor, el compa?ero de partido.
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