"A los dos nos gusta 'regul¨¢' el colegio"
Manolo Santana y Roberto Chac¨®n, dos deportistas y un objetivo: formar a un tenista
Roberto Chac¨®n tiene 10 a?os y odia las bicicletas. "?Manooolo! ?Una bicicleta! ?Me han metido una bicicleta!", se lamenta por tel¨¦fono. Frente a sus gritos, la calma de Manuel Santana, el mejor tenista espa?ol de siempre, que no se descompone cuando su protegido se desespera tras haber perdido por 6-0 y 6-0, las dos ruedas, los dos ceros, la bicicleta, que dicen los tenistas. "Es que me llama mucho al m¨®vil", bromea el ex jugador. "Una vez estaba yo en Estados Unidos y le dije: 'Chaval, que pago yo la llamada... ?Me vas a hundir!'. Le expliqu¨¦ que se ten¨ªa que acostumbrar a ganar y a perder. La siguiente llamada fue para contarme que ¨¦l era el que le hab¨ªa metido la bicicleta a otro".
La primera vez que Santana vio a Roberto, el proyecto de tenista al que protege y educa, se encontr¨® con un ni?o de barriada. Una coleta prolonga en la nuca su cabeza rapada. Sus palabras llegan alicatadas con acento marbell¨ª, duro, cerrado, para iniciados. Y su sue?o, acabar con las fatigas de su familia jugando al tenis, se construye con cabezoner¨ªa. La cabezoner¨ªa de Santana, claro.
"Enseguida me llam¨® la atenci¨®n", recuerda el campe¨®n sentado en la luminosa terraza de su club de tenis. "Es f¨¢cil ver si un ni?o tiene maneras. Y ¨¦l se maneja bien. Me gust¨® mucho", contin¨²a. "Su padre trabaja de cocinero y jardinero. Su madre se dedica a limpiar casas. Les dije que me gustar¨ªa que viniera al club, pero son tan cortados como ¨¦l. No me llamaron. Un d¨ªa, de casualidad, me encontr¨¦ a su padre trabajando en un jard¨ªn y le dije: 'Todav¨ªa estoy esperando tu llamada'. Me contest¨® que no ten¨ªan posibilidades econ¨®micas y yo le expliqu¨¦ que ¨¦se no era el tema. Que lo importante es que vieran que era bueno para el chico, que ten¨ªa la posibilidad de venir a un sitio multicultural, de aprender ingl¨¦s de manera natural, y de jugar al tenis. Desde ese d¨ªa, est¨¢ totalmente incorporado".
Roberto se pasea por el Manolo Santana Racquets Club de Marbella con la seguridad de quien est¨¢ en su casa. Es un chico en su salsa. Santana le palmea r¨ªtmicamente la cabeza con su manaza de tenista y luego le mete prisa azuz¨¢ndole con la raqueta en el trasero. Bromean mientras observan las pistas del club, llenas de ingleses de vacaciones. Marbella, ya se sabe, es destino privilegiado de la jet-set. "Is that mini Nadal?
[?Es ¨¦se mini Nadal?]", pregunta uno de los jugadores. Y Roberto, "un zurdito", como el n¨²mero dos del mundo, enrojece de orgullo. "Este a?o ya va a empezar un poquito con el gimnasio, para que vaya cogiendo fuerza", explica Santana. "S¨ª. Para ponerme como Nadal", cierra el chico. Y marca b¨ªceps.
"Lo que s¨¦ de Manolo", cuenta Roberto, un ni?o serio y callado que recorre con mirada admirada las fotos colgadas en los pasillos de John McEnroe y Lleyton Hewitt, dos bucaneros con raqueta, "es del libro que me regal¨® ¨¦l, Un tipo con suerte". "Se fue al club Vel¨¢zquez a los 10 a?os y empez¨® a jugar con un palo de madera, sacado del respaldo de una silla. Gan¨® Wimbledon y Roland Garros. Dif¨ªcil", sentencia.
"Era una raqueta de madera que me hice yo", dice Santana. "Me las tuve que buscar. Yo era como Roberto: el colegio me gustaba regul¨¢. Empec¨¦ a jugar cuando la gente no sab¨ªa si la pelota era redonda o cuadrada", a?ade. "Apoyar a Roberto es una satisfacci¨®n enorme, pero tiene que seguir estudiando". Santana resume durante un peloteo las exigencias a las que se enfrenta un ni?o-jugador. Golpea Roberto con gesto reconcentrado. Y, mientras le llega una pelota tras otra, le examina su mentor. "?Cu¨¢l es la capital de Francia?". "?Par¨ªs!", responde el ni?o. Y golpea. "?Cu¨¢l es la capital de Inglaterra?". "?Londres!", contesta Roberto. Y golpea. Son las bromas y las pruebas de Santana, que aprieta duro porque el chico ya le ha confesado que la escuela le gusta "muy poco". Dedicarse al deporte de ¨¦lite es apostar por el riesgo. Fiarlo todo a la salud del cuerpo. Hipotecar el futuro con el talento. Y luchar contra la tentaci¨®n de abandonar los estudios.
"Posibilidades tiene, aunque con un ni?o nunca se sabe", reflexiona el ex campe¨®n. "Lo importante es que siga compaginando los estudios con el tenis. Yo quiero darle la posibilidad de mejorar. Mi ilusi¨®n ser¨ªa apoyarle totalmente, ser su patrocinador en todo, para que un d¨ªa... pero ahora tiene 10 a?os y lo importante es que le siga gustando mucho el tenis. No le forzamos para nada. Es buen chaval y eso es muy importante. No es nada travieso. Juega muy bien".
Dos generaciones de tenistas cruzan sus caminos en un club de Marbella. Su encuentro re¨²ne al pasado m¨¢s glorioso del deporte espa?ol con, quiz¨¢s, su futuro. Son Manolo y Roberto. Dos amigos. Dos tenistas. Dos deportistas y un objetivo, formar a un jugador y a una persona. "?Manolo me trata muy bien!", afirma Roberto. Y antes de que acabe la frase, una broma ya se ha impuesto a sus risas: "Es que como digas que no te trato bien... ?te pego un guantazo!".
Manolo Santana
El ex tenista (10 de mayo de 1938, Madrid) es el genio que abri¨® el camino. El joven Santana fue el primer espa?ol que se atrevi¨® a romper t¨®picos, aquello de que "la hierba es para las vacas": es el ¨²nico que ha ganado en Wimbledon, en 1966, cuando ya ten¨ªa dos Roland Garros y un Abierto de EE UU. El Santana maduro no ha perdido el gusto por lo nuevo: dirige el Torneo Masters de Madrid y un club de tenis en Marbella. Siempre le ha distinguido el optimismo. "Roberto no es nada travieso. Yo le sigo de cerca: tambi¨¦n empec¨¦ con su edad".
Roberto Chac¨®n
Con chispas en los ojos y un nudo en la lengua, Roberto (3 de julio de 1997, Marbella) come siempre alitas de pollo, convoc¨® a una marabunta de amigos el d¨ªa que Santana visit¨® su casa y sigue atasc¨¢ndose con la clase de pl¨¢stica. "Es que no se me da bien pintar", razona. "Mis padres me dicen que siga mejorando, que me porte bien y que cuando estoy jugando no tire la raqueta ni n¨¢", se?ala. Dice que es del Bar?a y del Atl¨¦tico de Madrid, aunque Santana, madridista viejo, piensa que es s¨®lo por llevarle la contraria.
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