Aveyron, coqueter¨ªa sin fin

Abad¨ªas y conventos convertidos en hoteles. Casas de piedra y tejados de pizarra. Espalion, Rodez y otros pueblos deliciosos. Un periplo franc¨¦s que incluye el restaurante del gran 'chef' Michel Bras.

No hay mejor manera de entrar en el Aveyron que atravesando el viaducto de Millau, proyectado por el arquitecto ingl¨¦s Norman Foster. Es el puente que franquea el valle del Tarn. Son 343 metros de altura (m¨¢s que la torre Eiffel, de 324), con siete pilones de acero, que no desmerecen la apariencia ligera que mantiene su cuerpo (la tabla) met¨¢lico. Debajo, a la derecha, queda la peque?a ciudad de Millau. 2.460 metros de puente sin curvas viniendo desde Marsella, Montpellier o Barcelona. Es preciso pagar entre cinco y siete euros, seg¨²n la temporada. La evidente innovaci¨®n que imprime el viaducto en el paisaje contrasta con el verde de los prados, las llamadas gorges del Tarn, la inmensidad de una estepa calc¨¢rea. Desde su inauguraci¨®n, en 2004, se ha convertido en la autopista tur¨ªstica del coraz¨®n de Francia.

RODEZ Y ESPALION

Una vez franqueado el viaducto, no queda lejos Rodez, prefectura del Aveyron. Su ubicaci¨®n, en el centro del departamento, hace de esta peque?a capital un enclave ¨®ptimo desde el que planificar rutas. El emblema de Rodez es su casco hist¨®rico y la imponente catedral g¨®tica, Notre Dame (siglos XIII-XVI). Su campanario de 87 metros de altura domina la ciudad y ofrece las mejores vistas.

A treinta kil¨®metros se encuentra Espalion, situado en el valle del Lot. Mantiene un mercado de calle, abierto los viernes, con variedad en quesos de la zona (roquefort, cantal...). Del centro hist¨®rico destacan el Pont Vieux (puente antiguo, terminado en 1350, aunque modificado en los siglos XVII y XVIII) y el Vieux Palais, antiguo palacio renacentista reciclado para fines culturales. En el n¨²mero 2 de la Avenue de la Gare se sit¨²a Fanguin-Calsat, un comercio de 96 a?os, en cuyo interior se elabora la fouasse, un bizcocho ¨²nico. Aunque resulte exagerado, toda la regi¨®n acude all¨ª a conseguirlo.

A muy pocos kil¨®metros (a pie, un paseo agradable) se encuentra la iglesia rom¨¢nica de Saint-Pierre de Bessejouls, de la que es preciso visitar la capilla a¨¦rea (situada sobre la iglesia; sin duda, algo peculiar). En los alrededores es un fen¨®meno com¨²n la reconstrucci¨®n de abad¨ªas y conventos como hoteles, por ejemplo, el Domaine d'Armagnac. Por Espalion pasa el Camino de Santiago, y es habitual ver a grupos de peregrinos en busca de indicaciones.

A d¨ªa de hoy, casi todo el mundo es consciente de lo tr¨¢gico que ser¨ªa una Francia sin castillos. Tambi¨¦n en el Aveyron hay unos cuantos. Espalion tiene el suyo. Aunque est¨¦ en ruinas, resiste. Situado en lo alto del pueblo, llegar a ¨¦l facilita perfectas vistas del valle del Lot. R¨ªo arriba, el viajero encontrar¨¢ dos pueblos sin desperdicio: Saint Geniez d'Olt y, sobre todo, Sainte Eulalie d'Olt, cuya arquitectura funde piedra y madera, y balcones esmeradamente ornamentados. En sus bancos no es extra?a la presencia de abuelos fumando en pipa, mientras ven a los turistas como bichos raros.

En la zona conviene pasar por Estaing. Surcado por los desfiladeros del valle, ataviado con su puente g¨®tico y su castillo, es uno de esos pueblos agraciados. Mantiene a la vista las t¨ªpicas construcciones aut¨®ctonas, casas de piedra gris y tejados de pizarra. Esa uniformidad arquitect¨®nica es una constante en todo el departamento; algo que se agradece. En estos pueblos es costumbre, sobre todo a partir de la primavera, llevar a cabo un Vide Grenier, la traducci¨®n literal ser¨ªa "El vac¨ªo del desv¨¢n". Los habitantes sacan a la venta lo que no quieren. Si ve un cartel anunci¨¢ndolo, no est¨¢ de m¨¢s pasarse y entretenerse rebuscando. Se pueden encontrar sorpresas.

Siguiendo el curso del r¨ªo, el viajero encontrar¨¢ otro pueblo de nombre impronunciable: Entraygues sur Truy¨¨re, donde confluyen dos r¨ªos: el Lot y el Truy¨¨re. Desde all¨ª, basta tomar el desv¨ªo adecuado para acceder al camino que conduce a la reliquia del Aveyron.

CONQUES

Historia, naturaleza y capacidad de evocaci¨®n confluyen en Conques. Resguardado por las gorges de l'Ouche, como si estuviera en el fondo de un plato muy hondo, el pueblo ha ido acumulando un patrimonio excepcional, perfectamente conservado. Es probable que el nombre le suene. Suele aparecer en planes de estudio de historia del arte como una de las cotas m¨¢s altas del rom¨¢nico. El motivo es la impresionante abad¨ªa, construida a partir de 1035.

Los altos tejados de granito plateado, las calles adoquinadas, juegan con la luz sobre la topograf¨ªa del terreno. En medio, la abad¨ªa de Saint Foy, ante la cual se despliega la Place de l'Eglise, punto de encuentro y de paso.

El p¨®rtico es un im¨¢n. Numerosos turistas atienden bajo el sol, sentados en sillas, la explicaci¨®n sobre los detalles del t¨ªmpano del Juicio Final que imparte un cura. Se ayuda de los reflejos de un espejito para se?alar las escenas. Se trata de una de las cumbres de la escultura rom¨¢nica (6,70 metros de largo por 3, 60 de alto, disposici¨®n plana). Su composici¨®n es cl¨¢sica: todo, la entrada al para¨ªso, el infierno, la Virgen, la pasi¨®n... se ordena en torno a la figura central de Cristo. La dif¨ªcil sencillez del rom¨¢nico, esa severidad, hace que los personajes sean reconocibles.

Esta arquitectura, funcional en cuanto a la satisfacci¨®n del esp¨ªritu, sigue manteniendo la funci¨®n de recibir a peregrinos. El flujo de caminantes es continuo. Llegan a la plaza y esperan que alguien les indique d¨®nde alojarse. Tambi¨¦n ha sido objeto de variaciones a lo largo de la historia: las dos torres de la fachada, por ejemplo, fueron elevadas en el siglo XIX. Y las vidrieras fueron renovadas en 1994, cuando el pintor abstracto franc¨¦s Pierre Soulages se hizo cargo de las 95 que guarnecen la iglesia. Apost¨® por mantener la austeridad rom¨¢nica, con tonos et¨¦reos.

Tambi¨¦n se conoce Conques por su museo Joseph Fau, que expone tapices y estatuas, adem¨¢s del famoso tesoro: la majestad de Sainte Foy, de oro, plata dorada y piedras preciosas, que aparece sentado en un trono, r¨ªgido, con la cabeza erguida, mirando de frente, ante el asombro de los turistas.

AUBRAC

El contrapunto ideal a Conques es Aubrac. Para llegar basta seguir la carretera en direcci¨®n Espalion. Atravesar¨¢ pueblos como Bouzouls, que se levanta sobre un ca?¨®n de cien metros que impresiona, o Saint Come d'Olt, medieval, cuya iglesia es conocida por su campanario flameado.

La espectacularidad de Aubrac consiste en sus hect¨¢reas de prados verdes, que ofrecen la posibilidad de excursiones. En ellos habita la raza de vacas m¨¢s suculenta de Francia: las vacas de Aubrac. Son mansas, de piel tostada. Ellas guardan los entrecots que el viajero encontrar¨¢ en las cartas de los mejores restaurantes. Tambi¨¦n est¨¢n en la del m¨¢s famoso del Aveyron, el de Michel Bras, uno de los chefs m¨¢s importantes de Francia.

Michel Bras es un lugar ¨²nico. Tres estrellas Michelin. Alzado sobre la meseta de Aubrac, cerca de Laguiole, pueblo basado en las navajas, las de cortar. Dicho as¨ª puede resultar terror¨ªfico, y no es para menos. Todo se apoya en el comercio de navajas tradicionales, cuyo mango de cuerno de vaca es mundialmente conocido. De manera que si usted, no hace mucho, ha vuelto a ver Psicosis, mejor no salga del coche, y no piense m¨¢s lo de Michel Bras. Llame y reserve, que un d¨ªa es un d¨ªa.

Eusebio Lahoz (Barcelona, 1976) es autor de Leer del rev¨¦s (Ediciones El Cobre)