La guerra del 1.500
Higuero, repescado tras una eliminatoria violenta, llena de codazos y empujones, acompa?a a Casado y Gallardo en la final

Cuesti¨®n de volumen, podr¨ªa decirse. Aunque Arturo Casado, imperial, pegado a la cuerda, roca inamovible a la que quien quisiera adelantar deb¨ªa rodear, hablaba de determinaci¨®n y de suerte, lo que le falt¨® a Juan Carlos Higuero, un pajarito, en medio de aquel fregado, era peso. O volumen. O fuerzas en la ¨²ltima recta.
Las carreras de 1.500 metros parecen habitualmente peleas de barrio, un todo vale en el que tienen m¨¢s valor unos codos afilados que unas buenas piernas. A ellas est¨¢n acostumbrados los arist¨®cratas de la media distancia, que antes aprenden a atacar y defenderse que a dominar las sutilezas t¨¢cticas. Es la ley de la selva que todos aceptan: el que se queja, el que llora, recibe el desprecio como respuesta. El orgullo nunca le permite a un millero que se precie reconocer que le han zurrado. Lo de ayer en la primera semifinal, en la que Higuero compart¨ªa cartel con algunos de los grandes favoritos, como el franc¨¦s Mehdi Baala o el estadounidense de origen keniano Bernard Lagat, sin embargo, fue un pel¨ªn m¨¢s all¨¢: de los codazos se pas¨® a las patadas y de ellas, en una ¨²ltima recta ca¨®tica y espeluznante, a los empujones y los agarrones. Todo, por un sue?o. Por una final. Como tel¨®n de fondo: la frustraci¨®n y la ansiedad de Baala, gran clase, grandes piernas, grandes marcas, que no ha logrado clasificarse para una desde que qued¨® el segundo en los Mundiales de Par¨ªs 2003.
"?D¨®nde est¨¢ la federaci¨®n? ?A qu¨¦ esperan para reclamar?", se quej¨® el de Aranda
Tras unas primeas vueltas lentas, la carrera se aceler¨® en el ¨²ltimo 400, cuando, al toque de la campana, Higuero tom¨® la cuerda en cabeza y se dispuso a mantenerse sin agobios. Justo all¨ª, comenzaron sus problemas: a su derecha, molestando, se coloc¨® el et¨ªope Gebremehdin. Higuero se pic¨®, como quien quiere quitarse a un mosc¨®n de encima, y empez¨® a derrochar fuerzas: peque?os acelerones, frenazos, arrancadas. "Pero era agobiante. Ni me pasaba ni se quedaba detr¨¢s. S¨®lo, ah¨ª al lado, molestando", dijo el de Aranda. Aqu¨¦lla fue la primera. La segunda, a falta de 200 metros, a la entrada de la ¨²ltima curva, cuando Baala ya empez¨® a ponerse nervioso al sentirse encerrado e intent¨® colarse por la cuerda. Higuero le cerr¨® la puerta: primer choque de trenes. Y la traca final, en la recta, cinco plazas en la final esper¨¢ndoles, 12 fieras dispuestas a comerse la pista. A 50 metros, alguno se la comi¨® cayendo de bruces. Baala, encerrado detr¨¢s de una pantalla de cuatro atletas, decidi¨®, en palabras del presidente de la federaci¨®n espa?ola, Jos¨¦ Mar¨ªa Odriozola, "jugar al rugby" para abrirse paso. Empuj¨® al marroqu¨ª Baba, al neozeland¨¦s Willis y al et¨ªope tambi¨¦n. Reacci¨®n en cadena: unos cayeron sobre otros o tropezaron entre ellos. El et¨ªope se agarr¨® a la camiseta de Higuero, quien, con el gancho en el cuello, asfixiado en el paroxismo del esfuerzo, trastabill¨®, dud¨® y se par¨®. Higuero termin¨® la carrera lejos del primero, Lagat; de los primeros, de la final: 3m 44,15s. Octavo, eliminado.
Como una hidra se present¨® el arandino en la zona mixta rompiendo la ley de prohibido quejarse, exigiendo justicia. "?D¨®nde est¨¢ la federaci¨®n?", clam¨®; "?a qu¨¦ esperan para reclamar? Me han sacado de la pista a codazos. Y el et¨ªope no ha parado de cerrarme adrede. Vale, yo no ten¨ªa cambio. He corrido mucho en la contrameta para mantener la posici¨®n, pero ellos tampoco pod¨ªan ir m¨¢s r¨¢pido: s¨®lo por inercia, ya habr¨ªa entrado delante".
La reclamaci¨®n lleg¨® y, probando una vez m¨¢s la influencia espa?ola en los despachos de la IAAF al d¨ªa siguiente de la plata de Paquillo, triunf¨®. El jurado descalific¨® a Baala -otra semifinal maldita para el franc¨¦s, el mejor especialista europeo-, con lo que Willis pas¨® al quinto puesto, que le daba el pase, y repesc¨® a Higuero y Baba. La final de ma?ana, as¨ª, contar¨¢ con 15 atletas. Entre ellos, tres espa?oles, pues a Higuero le acompa?ar¨¢n Casado y Sergio Gallardo, clasificados sin tanta violencia en la segunda semifinal. Aunque tambi¨¦n con sudor y sangre, como lo que exhib¨ªa en la zona mixta el berciano Gallardo, quien perdi¨® una zapatilla a falta de 400 metros y a falta de 300 dio una patada, con el pie descalzo, a la tremenda mole de Casado. Termin¨® sexto y pas¨® por tiempos.
"Vi la estrellas. Me machaqu¨¦ los dedos", dijo el atleta de Juan Carlos Granados cojeando espectacularmente. Feliz. "Si he corrido como he corrido descalzo, imaginad lo que habr¨ªa hecho con las dos zapatillas...", dijo; "creo que he recibido la energ¨ªa de mi familia de Ponferrada, de mis amigos de Pucela". Casado, en cambio, sin agobios, pegado a la cuerda, intocable. La serie la gan¨® Ramzi, el campe¨®n saliente. "Cuidado", advirti¨® el madrile?o; "est¨¢ como hace dos a?os".

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