Septiembres, Octubres, Noviembres...
He visto este verano, como tanta otra gente, el filme de Carles Bosch Septiembres. La pel¨ªcula es un buen reflejo del mundo de las c¨¢rceles espa?olas. Est¨¢ hecha con rigor y refleja, como se ha dicho, m¨²ltiples pactos entre equipo de producci¨®n cinematogr¨¢fico, instituciones penitenciarias (algo tendr¨¢ que ver en todo esto el buen talante de Mercedes Gallizo, la directora general) y, sobre todo, los presos y sus familias o amigos. Es cierto que las v¨ªctimas no est¨¢n presentes y que la c¨¢mara trata con cari?o y dignidad a los recluidos, pero esos eran, y no otros, los objetivos de la pel¨ªcula. "Que sean culpables o no, es igual, t¨² no les juzgas... Son seres humanos...", afirma Bosch.
La poblaci¨®n carcelaria espa?ola ha crecido un 50% s¨®lo en los ¨²ltimos siete a?os
Lo m¨¢s significativo del filme, desde mi punto de vista, es precisamente la dimensi¨®n humana del mismo; la posibilidad de construir y reconstruir lazos y v¨ªnculos entre personas que, por las razones que sean, est¨¢n apartadas de la vida ordinaria, en algunos casos por muchos a?os. Esa posibilidad de recuperar la vida y la dignidad planea en todo el filme, usando como excusa el festival de la canci¨®n que se hace todos los a?os, en septiembre, en el penal de Soto del Real. La pel¨ªcula nos plantea, adem¨¢s, el reto de cuestionarnos sobre el sistema penitenciario en Espa?a y su creciente protagonismo como falsa v¨¢lvula de escape de las nuevas y viejas tensiones sociales.
Las c¨¢rceles son uno de los bar¨®metros m¨¢s sensibles de la situaci¨®n social de una comunidad. Y ese bar¨®metro nos muestra una situaci¨®n de las c¨¢rceles en Espa?a m¨¢s bien complicada. No para de crecer el n¨²mero de presos en las c¨¢rceles espa?olas. Estamos ya por encima de los 66.000 recluidos. De los cuales, casi una cuarta parte est¨¢ pendiente de juicio. Muchos de ellos est¨¢n en esa situaci¨®n meses y meses. No hay en toda Europa un pa¨ªs que tenga m¨¢s personas recluidas si exceptuamos Gran Breta?a.
Si relacionamos poblaci¨®n reclusa con poblaci¨®n total, ahora tenemos el doble de poblaci¨®n reclusa en Espa?a que en Dinamarca o Suecia. As¨ª, mientras Francia tiene 88 reclusos por cada 100.000 habitantes, o Alemania 93, en Catalu?a tenemos 132 y en el resto de Espa?a 146 por cada 100.000 habitantes. Como dec¨ªamos, s¨®lo Gran Breta?a, con 149, nos supera ligeramente.
Las estad¨ªsticas disponibles nos dicen que desde 2000 las cosas han ido empeorando. En ese a?o ten¨ªamos unos 100 reclusos por 100.000 habitantes. Ahora casi 150. En s¨®lo siete a?os. La tendencia parece estructural, fruto de las nuevas tensiones que la evoluci¨®n de un desarrollo s¨®lo visto en clave econ¨®mica y profundamente individualista est¨¢ generando. El volumen de los recluidos tiene que ver, sin duda, con la reciente llegada de un gran n¨²mero de inmigrantes en Espa?a, y de hecho su presencia en las c¨¢rceles es muy significativa. Pero eso tambi¨¦n afecta a pa¨ªses con largas trayectorias de recepci¨®n migratoria que, no obstante, presentan cifras globales mucho menores. En Catalu?a, la ¨²nica comunidad aut¨®noma que gestiona el sistema penitenciario, las cifras de poblaci¨®n reclusa son menores. Existe un sistema articulado de medidas penales alternativas (bien gestionado por el Institut de Reinserci¨® Social, IRES) y un conjunto de mecanismos m¨¢s desarrollados de reinserci¨®n y mediaci¨®n penal que en el resto de Espa?a. Pero lo cierto es que la evoluci¨®n de las cifras es bastante similar a la del resto de Espa?a, y nada nos hace pensar que podamos lanzar las campanas al vuelo.
Es evidente que las cosas son peores (o mejores para algunos) en Estados Unidos. La situaci¨®n all¨ª indica una tendencia mucho m¨¢s profunda de la que un examen superficial podr¨ªa hacer pensar. Las cifras muestran que si en 1980 el n¨²mero de personas encarceladas era de 130 por cada 100.000 habitantes, en 2004 alcanzaban casi los 500, y desde entonces sigue aumentando. Seg¨²n datos del servicio estad¨ªstico del Departamento de Justicia norteamericano, las personas que estaban bajo supervisi¨®n penal (encarcelados, en libertad vigilada o condicional) en 1980 eran poco m¨¢s de 1.800.000. En el a?o 2004 rozaban los 7.000.000 de personas. Una de cada 10 personas de raza negra en el pa¨ªs est¨¢ en alguna de las situaciones penales mencionadas. Como no podr¨ªa ser de otra manera, el gasto en pol¨ªtica penitenciaria se ha sextuplicado en esos ¨²ltimos 20 a?os, mientras que la pol¨ªtica social, en proporci¨®n, ha disminuido su peso en el conjunto del gasto p¨²blico del pa¨ªs.
Afirmaba Bosch en unas declaraciones a EL PA?S que, tras su largo periplo por algunas de las c¨¢rceles espa?olas, ha percibido muchas sinrazones del sistema penitenciario, y ha constatado la falta de credibilidad que tiene la pol¨ªtica oficial de reinserci¨®n entre muchos de los profesionales implicados en el sistema. Y afirmaba que se dar¨ªa por satisfecho si el filme lograba que "los cagaderos sean individuales, los locutorios mejores, la comida m¨¢s comestible, las salas de vis a vis tengan toallas...".
Convendr¨ªa un examen en profundidad de lo que est¨¢ pasando y evaluar qu¨¦ aspectos deber¨ªan modificarse del proceso penal y del funcionamiento de las instituciones penitenciarias. Sobre todo cuando el clima social que se respira es de creciente malestar, notable sensaci¨®n de vulnerabilidad y desconfianza hacia el futuro. Y cuando ello ocurre, la mirada simplificadora y autoritaria que reclama mano dura y tolerancia cero acostumbra a ser muy bien recibida, ya que de entrada saca de la calle a los que aparentemente m¨¢s molestan, aunque no tengan nada que ver con los que, de manera mucho m¨¢s estructural, provocan el desasosiego y la inquietud. Son simples pol¨ªticas de final de ca?er¨ªa que no se plantean razones y alternativas, sino que tratan simplemente con los residuos sociales. Sin duda hay casos de muy dif¨ªcil reinserci¨®n (como nos recuerda el reciente caso del violador infantil en Francia, o el caso del violador de Barcelona), pero esos casos espec¨ªficos no pueden servir para hacer retroceder la voluntad de reinserci¨®n que todo sistema penal avanzado precisa.
Ahora, en septiembre, una vez m¨¢s, cantar¨¢n algunos presos en el Soto del Real. Y ello volver¨¢ a crear un espacio de dignidad, una nueva oportunidad para que las personas vibren, se encuentren y sean. Pero, celebrando que sea as¨ª, y que Bosch nos lo haya hecho visible, conviene ir pregunt¨¢ndonos por lo que ocurra en octubre, noviembre y los meses siguientes, y tambi¨¦n qu¨¦ pol¨ªticas deber¨ªamos ser capaces de implementar para que cambie la tendencia, y cada vez tengamos menos gente apartada de la libertad. Menos gente a los que s¨®lo aplicar pol¨ªticas de final de ca?er¨ªa.
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