?El liderazgo, est¨²pido!
RAJOY SER? DESIGNADO MA?ANA candidato a la presidencia del Gobierno para las legislativas por la Junta Directiva Nacional del PP. La urgencia de esa descontada formalizaci¨®n obedece seguramente a la avalancha de rumores difundidos durante las ¨²ltimas semanas respecto a la posibilidad de sustituirle por otro dirigente del partido m¨¢s dotado para ganar las elecciones. Las carencias al respecto de Rajoy (designado en 2003 por Aznar como heredero para gestionar la pol¨ªtica cotidiana desde el Gobierno mientras el presidente de honor del PP hac¨ªa negocios, vigilaba la finca y defin¨ªa desde FAES la l¨ªnea ideol¨®gica) son demasiado evidentes para ser ignoradas dentro de la propia organizaci¨®n, con independencia de las preferencias de cada cr¨ªtico sobre su eventual sucesor. Ese descontento transversal, reflejado tambi¨¦n por los sondeos de opini¨®n que sit¨²an a Rajoy en un desairado lugar por debajo no s¨®lo de Rato, sino tambi¨¦n de Aguirre, Mayor Oreja y Gallard¨®n, ha puesto de los nervios a la c¨²pula del PP: el golpe de mano preparado por sorpresa para que la Junta Directiva Nacional adelante el nombramiento del candidato electoral intenta acabar con las especulaciones.
El incremento del paro en agosto y las incertidumbres sobre la coyuntura espa?ola podr¨ªan centrar la campa?a electoral del PP en torno a un eventual cambio de ciclo econ¨®mico
Si las turbulencias financieras de la econom¨ªa globalizada producidas este verano por la crisis de las hipotecas americanas enfriaron algo el optimismo despertado por el discurso triunfalista del presidente Zapatero en el debate sobre el estado de la naci¨®n, los 58.000 nuevos parados registrados durante el mes de agosto -la cifra total vuelve a rebasar los dos millones- han sido aprovechados al vuelo por el l¨ªder del PP a fin de anunciar la irreversibilidad del cambio de ciclo y culpar al Gobierno de no haber aprovechado los a?os de prosperidad para introducir las reformas que los a?os de vacas flacas exigir¨ªan. Hasta la aparici¨®n en el horizonte de esas nubes anunciadoras de posibles tormentas, los populares hab¨ªan silenciado o minusvalorado el espectacular balance de la legislatura presentado por el Gobierno: una tasa media de crecimiento del 3,5%, el saneamiento de las finanzas p¨²blicas (con la disminuci¨®n de la deuda por debajo del 40% y un super¨¢vit presupuestario y de la Seguridad Social) y la creaci¨®n de m¨¢s de dos millones y medio de puestos de trabajo. Las cifras eran demasiado vistosas para ser ignoradas o despreciadas: la acusaci¨®n de que Zapatero no hac¨ªa sino parasitar la herencia recibida del PP resultaba rid¨ªcula.
Protegida la econom¨ªa de las cr¨ªticas por el blindaje de sus ¨¦xitos, los terrenos alternativos del PP para atacar al Gobierno fueron el atentado del 11-M, las reformas estatutarias y la negociaci¨®n con ETA. Pero las exageraciones, falseamientos y fabulaciones del discurso popular han mellado su eficacia; la tamborrada sobre los pactos secretos del Gobierno con ETA para romper Espa?a, rendir al Estado de derecho y traicionar a los muertos ha desprestigiado a esa estrepitosa charanga. El juicio del 11-M desmont¨® las tesis respaldadas por el PP sobre la teor¨ªa de la conspiraci¨®n, que atribuye la autor¨ªa del crimen a un contubernio entre ETA, polic¨ªas, terroristas islamistas y servicios de inteligencia extranjeros con la complicidad o encubrimiento del PSOE. El apoyo de las organizaciones regionales del PP a los Estatutos de Valencia y Andaluc¨ªa rest¨® sinceridad a la oposici¨®n de Rajoy al Estatuto de Catalu?a, inspirador en parte de aquellos textos. Y la ruptura de la tregua por ETA prob¨® que el Gobierno no ha cedido ante la banda y ha defendido el marco constitucional.
Sin embargo, las nuevas incertidumbres econ¨®micas podr¨ªan suministrar a la agotada santab¨¢rbara del PP p¨®lvora seca para la agitaci¨®n y la propaganda. Si de aqu¨ª a las elecciones se confirmasen los s¨ªntomas de un cambio de ciclo, los estrategas de la campa?a popular har¨ªan suyo el cartel que recordaba en 1992 el asunto prioritario al equipo de Clinton: ?la econom¨ªa, est¨²pido! Pero las voces del PP -con el refuerzo del fuego period¨ªstico amigo- convencidas de que Rajoy es un perdedor nato difunden una consigna de estructura sint¨¢ctica parecida pero con significado muy distinto sobre el tipo de candidato necesario para ganar las pr¨®ximas elecciones: ?el liderazgo, est¨²pido!
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