La leyenda Cartier
Consigui¨® poner de acuerdo a las cortes europeas, los maharaj¨¢s y las estrellas de Hollywood. No s¨®lo eso; sus joyas, de estilo ¨²nico, pueden presumir de haberse hecho un hueco en las artes decorativas del siglo XX.
Hans Nadelhoffer cuenta en su obra monogr¨¢fica sobre Cartier (Cartier) que en 1909 el rey de Siam visit¨® la casa en busca de un brazalete. Un dependiente le sac¨® una tras otra, bandejas llenas de piezas. El rey las rechaz¨® todas con un negativo gesto de cabeza, hasta que Jules Glaenzer (as¨ª se llamaba el vendedor) le sac¨® una repleta de los m¨¢s costosos. Fue entonces cuando el rey asinti¨® y su int¨¦rprete le indic¨® a Jules: "Su majestad ha elegido ¨¦ste". Jules le pregunt¨®: "?Cu¨¢l de todos?". "Toda la bandeja", fue su respuesta.
Cartier, la gran casa joyera del siglo XX, la favorita de todas las cortes europeas, los maharaj¨¢s de India, las ricas herederas norteamericanas y el reci¨¦n nacido star system. Una casa que, por encima de todo, puede presumir de haberse hecho un hueco en las artes decorativas del siglo XX.
Un hombre, un estilo
La historia de Cartier es la de tres hermanos: Louis, Pierre y Jacques. Pero su estilo se lo debe todo a uno s¨®lo, Louis, el primog¨¦nito. "Joyero de reyes y rey de joyeros", como le llam¨® el monarca Eduardo VII. Louis Cartier fue un hombre de su tiempo, un hombre imbuido del esp¨ªritu fin-de-si¨¨cle. Cultivado, esteta, coleccionista de arte antiguo, amigo del buen vivir y un as de las finanzas. Entr¨® en la empresa en 1897, con 23 a?os. Su padre, Alfred, hab¨ªa fundado Cartier cincuenta a?os antes, y hasta entonces la empresa era un negocio modesto. Durante los siguientes veinte a?os, Louis se dedic¨® a sentar las bases del estilo que les hizo famosos.
Pierre Rainiero, actual director de imagen, estilo y patrimonio de Cartier, explica: "Desde que tom¨® el mando de Cartier Par¨ªs, Louis demostr¨® tener tanto una gran visi¨®n como una gran ambici¨®n. Visi¨®n, porque intuy¨® que era necesario que una casa joyera tuviera un estilo ¨²nico, una capacidad de expresar particular. Y ambici¨®n, porque siempre quiso ser el mejor joyero del mundo". Dos premisas que a los ojos del siglo XXI, acostumbrado al dise?o corporativo, pueden parecer obvias, pero que en el XIX eran totalmente novedosas. Ninguna casa de la ¨¦poca ten¨ªa un estilo espec¨ªfico; cada una ten¨ªa su propio vocabulario, s¨ª, pero segu¨ªan el lenguaje del estilo imperante.
Un a?o tard¨® Louis en dar su primer golpe maestro (fruto de su ambici¨®n). En 1989, Cartier se traslada de la Rue Montorgueil, que lo vio nacer, al n¨²mero 13 la Rue de la Paix; la feria de las vanidades parisiense, la arteria m¨¢s cara de Par¨ªs, en la que compart¨ªan acera y clientes las grandes casas de moda como Worth y Doucet, las perfumer¨ªas como Guerlain, y desde ese momento, Cartier. Es entonces cuando Cartier pasa a tener un atelier de conception (taller de dise?o) y un equipo creativo propio. Nunca m¨¢s vender¨ªa una joya cuya idea y realizaci¨®n no hubiese sido controlada de principio a fin por Louis.
El segundo acierto de Louis (¨¦ste, fruto de su visi¨®n) fue dar un no rotundo al art nouveau que sus coet¨¢neos (Lalique y Fouquet, con fervor, y Beber y Boucheron, con entusiasmo) hab¨ªan abrazado. Pierre Rainiero atribuye su rechazo a dos razones: "En primer lugar, para Louis la fuerza de un estilo radicaba en su capacidad para evolucionar. Una capacidad que no vio en el art nouveau, al que consideraba m¨¢s una moda temporal que un estilo perdurable. Y en segundo lugar, porque no estaba en sus genes". Louis era un hombre de gustos decimon¨®nicos y educaci¨®n cl¨¢sica, amante del XVIII franc¨¦s, que encontraba esa representaci¨®n estilizada de la naturaleza propia del nouveau demasiado limitada, tanto en t¨¦rminos de inspiraci¨®n como de proporci¨®n. "?La joyer¨ªa de gusto nouveau? Poco material y muchas piedras", le dijo Louis a uno de sus clientes.
As¨ª que Louis marc¨® como directriz estil¨ªstica para la casa la reinterpretaci¨®n del estilo Luis XVI y tendi¨® un puente entre la Francia dieciochesca y la de su tiempo. Mand¨® a sus dise?adores y artesanos que husmearan por las calles de Par¨ªs libreta en mano y, como por arte de alquimia, las cenizas del antiguo r¨¦gimen se convirtieron en tiaras, collares y pectorales de un estilo que se llam¨® guirnalda. Adem¨¢s impuso el uso del platino en las monturas. Un metal que, a diferencia del oro y la plata, no se ennegrece con el tiempo, es m¨¢s ligero, s¨®lido y luminoso y permite engastes m¨¢s delicados y din¨¢micos. "Los gruesos engastes de oro y plata que conocemos desde tiempos inmemoriales eran la armadura de la joyer¨ªa. El empleo del platino, que se ha convertido en su bordado y es una innovaci¨®n introducida por nuestra casa, ha provocado una revoluci¨®n", declaraba Louis en 1927 a la revista International Jeweler.
Con el estilo guirnalda, Cartier se situ¨® en la cima del ¨¦xito. Eva Stotesbury, gran dama de la sociedad norteamericana, encarg¨® a Cartier una tiara de diamantes tan pesada que llevarla le produc¨ªa tort¨ªcolis. Su esposo le dio dos soluciones al problema: "O la llevas sujeta con dos globos de helio o la llevas sin quejarte, pero la llevas".
Anticipar la abstracci¨®n
Cuando la sinuosidad del art nouveau empez¨® a desdibujarse, Cartier cultiv¨® la geometrizaci¨®n y sintetizaci¨®n de los motivos vegetales. Ya en 1904, Louis anim¨® a sus dise?adores a que hicieran incursiones en la abstracci¨®n. No se rompi¨® con el estilo guirnalda, que se conserv¨® para las grandes piezas, pero rombos, pol¨ªgonos y cubos empezaron a aparecer en piezas peque?as y objetos de decoraci¨®n. De manera intuitiva, Louis estaba adelantando una est¨¦tica que estaba por llegar, la del art d¨¦co. A?os despu¨¦s, en la exposici¨®n que lo bautiz¨® (la Exposici¨®n Internacional de Artes Decorativas e Industrias Modernas de 1925), participaron cuatrocientas firmas de joyer¨ªa. Louis se neg¨® a que las 150 piezas realizadas por Cartier se expusieran bajo el mismo techo que las de sus compa?eros de disciplina. Prefiri¨® presentar sus creaciones junto a las de las casas de moda. Quiso un contexto de sombreros, zapatos, peinados y vestidos, porque entend¨ªa la joyer¨ªa y la moda como artes decorativas convergentes. "Las formas art¨ªsticas contempor¨¢neas son una realidad viviente. Una l¨¢mpara s¨®lo puede ser correctamente juzgada si est¨¢ alumbrando una mesa", sentenci¨®. De entre sus joyas expuestas destac¨® una por encima de las dem¨¢s: el collar Berenice. Hecho de esmeraldas, diamantes, esmalte negro y perlas, ten¨ªa forma de banda sin cierre para ech¨¢rselo sobre los hombros a modo de estola; completaban el conjunto una tiara y un broche. Ninguna de estas piezas encontr¨® comprador y pasaron a engrosar el stock de Cartier, un conjunto formado por las joyas m¨¢s espectaculares, aquellas que la casa produc¨ªa s¨®lo por el placer de hacerlo, sin ¨¢nimo de venderlas.
La explosi¨®n de color
Mientras, el estilo Cartier segu¨ªa evolucionando y conquistando el mundo, as¨ª como el mundo le conquisto a ¨¦l. La curiosidad de Louis no conoc¨ªa fronteras y ¨¦stas se dilu¨ªan en la producci¨®n de Cartier. La Rue de la Paix se convirti¨® en un catalizador de culturas: Rusia, Egipto, India, China, Jap¨®n, el sureste asi¨¢tico? todos los rincones del mundo encontraron un eco en las joyas de Cartier y el exotismo predomin¨® en el estilo de la casa entre 1910 y 1930. Cartier no fue la ¨²nica firma en cultivarlo, pero s¨ª la que lo hizo de la manera m¨¢s intelectualizada. Las joyas Cartier de inspiraci¨®n ex¨®tica no son fruto de una mirada sesgada y occidentalizada sin m¨¢s, sino que sintetizan un saber profundo de las mismas. Compendian esas culturas que los tres hermanos Cartier amaron a trav¨¦s de los viajes, libros y obras de arte que satisfac¨ªan su curiosidad vital.
Rusia
El primer contacto con Rusia, en concreto con Carl Faberg¨¦ (con el que Cartier mantuvo una g¨¦lida relaci¨®n de competencia), se produjo en 1900 con motivo de la Exposici¨®n Universal de Par¨ªs. En ella, el orfebre ruso dej¨® al mundo sin respiraci¨®n con sus quince huevos imperiales de Pascua, regalo de Alejandro III y Nicol¨¢s II a la zarina Mar¨ªa Feodorovna. "Son los objetos in¨²tiles m¨¢s exquisitos posibles", dijo un cr¨ªtico franc¨¦s sobre ellos. Luego vinieron los viajes a San Petersburgo que hizo Pierre Cartier (el mediano, encargado de Cartier Nueva York), y en 1909, los Ballets russes de Serge Diaguilev que tanto furor causaron en Francia. De la Rusia de los zares, Cartier adapt¨® la manera de usar el esmalte y nuevas combinaciones de colores: las esmeraldas se montaron junto a zafiros, las amatistas junto a rub¨ªes. Relojes, peines y polveras se hicieron eco de ese influjo ruso. Y como piezas de adorno, Cartier adapt¨® las kokohniks (tocados populares rusos) al gusto occidental gracias al platino y los diamantes.
India
El v¨ªnculo colonial existente entre Inglaterra e India hizo que fuera Jacques, el hermano menor encargado de la filial londinense, el que se ocupara de esta parte. Tan bien lo hizo, que a su funeral fue al que m¨¢s personalidades indias de la ¨¦poca acudieron. La influencia de India en el estilo Cartier se materializ¨® en dos direcciones. Por un lado estaban los encargos que los acaudalados clientes indios hicieron a la casa, y por el otro, las piezas de inspiraci¨®n india que Cartier vendi¨® en Occidente. En India no exist¨ªa una tradici¨®n joyera en t¨¦rminos de dise?o; lo que se valoraban eran las piedras en s¨ª, por eso los maharaj¨¢s quedaron cautivados por los dise?os de Cartier y reclamaron el engaste de sus joyas. "Con vuestros tesoros haremos obras de arte", era uno de los lemas de la casa. El encargo m¨¢s importante de India lleg¨® en 1925, cuando el maharaj¨¢ de Patiala pidi¨® una remodelaci¨®n de sus joyas. Su impresionante colecci¨®n de piedras inclu¨ªa el diamante De Beers (de 234,69 quilates), que se convirti¨® en la pieza central de un deslumbrante collar ceremonial hom¨®nimo al maharaj¨¢: para muchos, el mejor collar jam¨¢s creado. Tres a?os de trabajo convirtieron el joyel de Patiala en un conjunto de nuevas piezas que segu¨ªan las formas tradicionales de la joyer¨ªa india (brazaletes de antebrazo, adornos de turbantes, anillos para la nariz?), pero influenciadas por las tendencias del art d¨¦co imperante.
Hoy, el collar Patiala forma parte de la colecci¨®n Cartier, que, iniciada en 1973 por Eric Nussbaum, recorre los mejores museos del mundo. El collar Patiala volvi¨® a Cartier (convertido en el mayor comprador de sus propias joyas) cuando un marchante ingl¨¦s llam¨® a la sede en Ginebra para decir que hab¨ªa encontrado sus restos. Nussbaum fue a comprobarlo y efectivamente, aunque mutilado ?s¨®lo quedaban las cadenas?, era el Patiala. M¨¢s que restaurarlo, hubo que recrearlo.
El inter¨¦s de Europa por India aument¨® durante los a?os treinta. Una de las mujeres que m¨¢s contribuy¨® a ponerla de moda en el vestir fue Daisy Fellows, a la que las revistas de los a?os veinte y treinta sol¨ªan referirse como "la mujer m¨¢s elegante del mundo". Hija del duque Descaze, heredera de una fortuna materna amasada con las m¨¢quinas de coser Singer, habitual de la sociedad parisiense y corresponsal de Harper's Bazaar, compr¨® en 1936 un collar de estilo indio con zafiros, rub¨ªes, esmeraldas y diamantes tallados en forma de hojas y frutas y engastados en platino y oro de diamantes. El collar Tutti Frutti, como tambi¨¦n se le conoce, lleg¨® a la colecci¨®n Cartier durante la d¨¦cada de 1990 de manos privadas y es, junto al Patiala, el gran orgullo de ¨¦sta.
La sucesora
Es dif¨ªcil atribuir la paternidad de la mayor¨ªa de las piezas de Cartier. Ninguna est¨¢ firmada con otro nombre propio que no sea el de Cartier. Los tres hermanos eran la cabeza visible de un estilo que ocultaba el trabajo de cientos de dibujantes, dise?adores y artesanos. Pierre Rainiero lo explica as¨ª: "Louis respetaba mucho la artesan¨ªa, pero abogaba porque la t¨¦cnica desapareciese a favor de la est¨¦tica. Le interesaba el efecto final, no que se notara c¨®mo estaba hecha la pieza". Pero hay un nombre que ha conseguido hacerse un hueco en el estilo Cartier junto al de Louis, el de Jeanne Toissant. Cultivada y elegante, Louis dej¨® Cartier en sus manos cuando se jubil¨®. La nombr¨® directora de la joyer¨ªa de alta calidad en Par¨ªs, puesto que ocup¨® de 1933 a 1960. Su labor fue la de guiar el trabajo de los dise?adores de la casa, y su exquisito gusto, que lleg¨® a conocerse como gusto Toissant, dej¨® una huella imborrable en el estilo Cartier. Jeanne conceb¨ªa la joyer¨ªa como elemento indisociable a la moda. Las mejores clientas de Cartier (Daisy Fellowes, la duquesa de Windsor y Barbara Hutton) se dejaban aconsejar ciegamente por ella. Bajo su mando, flora y fauna camparon a sus anchas por Cartier, siendo el mayor de sus hitos el broche tridimensional con forma de pantera que cre¨® en 1948. Un a?o despu¨¦s, adornaba la solapa de la duquesa de Windsor y a Jeanne se la conoc¨ªa con el apodo de La Pantera.
?Qu¨¦ permanece de ese estilo Cartier en el hoy de la casa? Para Pierre Rainiero, "el estilo Cartier concebido y desarrollado por Louis es tan fuerte que a¨²n permanece. Es dif¨ªcil a?adirle m¨¢s reglas que las establecidas por Louis. ?l cre¨® la gram¨¢tica, y es el vocabulario el que ha ido evolucionando y enriqueci¨¦ndose con los a?os".
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