Estambul: entre el activismo y el elitismo
La X Bienal de Estambul apuesta por el arte comprometido y una propuesta expositiva radical. "Vivimos en tiempo de guerras globales", afirma su comisario, el chino Hou Hanru, y de ah¨ª extrae el lema de la muestra. Las exposiciones se han alejado de los emplazamientos hist¨®ricos para descubrir los interiores de edificios decadentes, s¨ªmbolos de la utop¨ªa laica y progresista turca.
La propuesta de Hou Hanru es tan radical que parece m¨¢s una declaraci¨®n de intenciones hacia el mundo del arte que el reflejo de una real voluntad de acercar el arte a la gente
Han pasado veinte a?os y diez ediciones desde que Estambul se convirtiera en la decana de las bienales perif¨¦ricas. Para celebrar la efem¨¦ride, la Fundaci¨®n para el Arte y la Cultura de Estambul, que gestiona el evento, ha elegido como comisario al chino afincado desde hace a?os en Par¨ªs, Hou Hanru (Pek¨ªn, 1963), quien tras una mete¨®rica trayectoria ya se ha consolidado como el principal enlace entre la escena art¨ªstica oriental y Occidente. Su propuesta, titulada No s¨®lo posible sino tambi¨¦n necesario: optimismo en la era de la guerra global, es s¨®lida y bien estructurada, con las obras adecuadas para impulsar una reflexi¨®n sobre la crisis del modelo pol¨ªtico, econ¨®mico y social occidental y los retos que aguardan los pa¨ªses emergentes. Hanru apuesta por artistas social y pol¨ªticamente comprometidos, que han conseguido despojarse de los aspectos m¨¢s autocomplacientes y autocompasivos para plantear su cr¨ªtica y sus reivindicaciones, desde una perspectiva ir¨®nica, l¨²dica e incluso optimista, lo cual -como bien se afirma en el t¨ªtulo- no s¨®lo es posible sino tambi¨¦n necesario.
Con este esp¨ªritu, el chino Xu
Zhen expone fotos, v¨ªdeos y materiales varios de su empresa imposible en la cumbre del Everest junto con la punta de la monta?a que afirma haber cortado; Alexandre P¨¦rigot convierte la problem¨¢tica geograf¨ªa de Europa del Este en una serie de plataformas rodantes que dificultan el paso del visitante, y Taiyo Kimura crea un conjunto de relojes cuyas agujas se rozan haci¨¦ndose perder tiempo rec¨ªprocamente.
Siguiendo la senda marcada por sus inmediatos antecesores, Vasif Kortum y Charles Esche, tambi¨¦n Hanru ha rechazado los m¨ªticos espacios hist¨®ricos, memoria del esplendor del Imperio Otomano, como Santa Sof¨ªa y la Cisterna Yerebatan, que dieron a conocer la bienal en el mundo y crearon una serie de im¨¢genes ic¨®nicas capaces de perdurar tanto en la memoria de quienes las vivieron como en el imaginario colectivo. Sin embargo, mientras que en la anterior edici¨®n se utilizaron espacios cotidianos y an¨®nimos, para "reexaminar las promesas de la modernidad", Hanru ha elegido los edificios m¨¢s emblem¨¢ticos de la revoluci¨®n laica, impulsada por Mustafa Kemal Ataturk, el primer presidente de la republica turca, que intent¨® implementar un estado moderno y progresista, capaz de constituir una alternativa de equilibrio entre la codicia de Occidente y las reivindicaciones del mundo isl¨¢mico.
La sinergia entre el concepto,
las obras y los espacios resulta especialmente lograda, empezando por la exposici¨®n Burn it or not?, en la que 15 artistas reflexionan sobre las relaciones entre arquitectura, sociedad y poder pol¨ªtico y econ¨®mico, emplazada en el Centro Cultural Ataturk, un gigantesco edificio en el coraz¨®n de la ciudad nueva, reconstruido con muchos esfuerzos tras un incendio en los a?os setenta, que actualmente se enfrenta a un debate sobre su posible demolici¨®n.
Antrepo, un almac¨¦n portuario ya utilizado en anteriores bienales, acoge Entre Polis, la exposici¨®n principal que re¨²ne una cincuentena de artistas, incluidos los espa?oles (todos con v¨ªdeos): Cristina Lucas, Fernando S¨¢nchez Castillo, Democracia (Pablo Espa?a e Iv¨¢n L¨®pez) y Ram¨®n Mateos, estos ¨²ltimos ex miembros del colectivo El Perro. En una estructura elevada del fantasmal edificio, s¨®lo durante las noches de los fines de semana, se abre Dream House, que re¨²ne una docena de obras centradas en la diferente percepci¨®n nocturna de la realidad. Finalmente, en el IM? (Istanbul Textile Traders Market), un enorme y decadente bazar de la d¨¦cada de 1950, formado por un millar de peque?as tiendas, se ubican los proyectos vinculados a temas de micro y macroeconom¨ªa de la exposici¨®n World Factory.
Si el inconveniente de los espacios hist¨®ricos pod¨ªa ser su excesivo protagonismo, en este caso los problemas son otros. Los monumentales vitrales del centro Ataturk hacen pr¨¢cticamente imposible ver sin molestos reflejos las fotos que relatan historias de otros edificios construidos con las mismas premisas conceptuales, como la Biblioteca de Par¨ªs de Nina Fischer y El Sani, el Hotel Rossija de Mosc¨² de Markus Krottendorfer, el Bundestag de Berl¨ªn de Aleksander Komarov, los campus universitarios americanos de Nancy Davenport y los escalofriantes barrios fantasma de Gyumry en Armenia, abandonados a medio reconstruir tras el terremoto de 1988, inmortalizados por Vahram Aghasyan. Por otro lado, la decadencia del IM? y su emplazamiento laber¨ªntico hacen que las obras, situadas en tiendas vac¨ªas, se pierdan en el maremagno de est¨ªmulos visuales y sonoros del propio lugar.
Los visitantes, ya de por s¨ª poco numerosos, son suficientemente ajetreados para involucrarse en propuestas que requieren cierto tiempo y atenci¨®n, como los relatos con palabras que se suceden a ritmo de m¨²sica de los v¨ªdeos de Young-Hae Chang Heavy Industries o el proyecto del filipino Lordy Rodr¨ªguez, que relaciona los flujos de inmigrantes con la pr¨¢ctica del outsourcing (dislocaci¨®n de encargos de trabajos a bajo coste en pa¨ªses donde la mano de obra es m¨¢s barata). Contra qui¨¦n est¨¢, resulta claro; pero, ?para qui¨¦n es la bienal? A veces la propuesta de Hanru es tan radical que parece m¨¢s una declaraci¨®n de intenciones hacia el mundo del arte que el reflejo de una real voluntad de acercar el arte a la gente.
El rechazo del recurso expositivo sofisticado se refleja tambi¨¦n en el montaje m¨¢s museal, el de Antrepo, donde varios v¨ªdeos, como el de Fernando S¨¢nchez Castillo adolecen de la falta de suficiente oscuridad y de alguna clase de asiento para que el p¨²blico pueda disfrutarlos tranquilamente.
La menor presencia de proyec
tos concebidos especialmente para la ocasi¨®n no molesta e incluso resulta un acto de humildad por parte de un colectivo que a menudo -tras una breve estancia- tiene la presunci¨®n de poder analizar, explicar e incluso arreglar situaciones tan complejas y cambiantes como es la de Turqu¨ªa, a¨²n m¨¢s tras la elecci¨®n de Abdul¨¢ G¨¹l, el primer presidente islamista en la historia de la rep¨²blica. Una de las ventajas del mundo globalizado reside precisamente en la posibilidad de compartir problemas, cr¨ªticas y retos, e im¨¢genes como la destrucci¨®n de chabolas del proyecto de Democracia, de los j¨®venes combatientes de los rusos AES+F, o del minarete de Santa Sof¨ªa convertido en misil, resultan f¨¢cilmente entendibles desde diversas perspectivas y a diversas latitudes.
M¨¢s all¨¢ de toda consideraci¨®n, queda una propuesta valiente, consistente y bien articulada y una bienal que no traiciona su objetivo primordial de ser un laboratorio para estrategias innovadoras, ajenas a los paradigmas del sistema comercial. Estambul se reconfirma como una ciudad extraordinaria y su bienal como un evento de referencia que no decepciona: ambas siempre merecen el viaje.
X Bienal de Estambul. Hasta el 4 de noviembre. www.iksv.org/bienal10/index.html
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