El lujo de pasear por Niza
La elegante ciudad balneario, epicentro de la Riviera francesa
Su luz enamor¨® a Matisse, y su 'glamour', a Hitchcock. Dal¨ª, Ava Gardner, la reina Victoria y Nietzsche son otros visitantes ilustres que convirtieron este enclave mediterr¨¢neo en s¨ªmbolo del turismo m¨¢s exquisito.
La perla de la Costa Azul, el epicentro de la Riviera francesa, ubicada entre Cannes y Montecarlo y a pocos kil¨®metros de la frontera italiana, enamor¨® con su luz a Matisse, con su glamour a Hitchcock y con su clima templado a ricos turistas de todo el mundo, que han convertido Niza en un balneario ¨²nico: una rutilante urbe que se vuelca sobre una largu¨ªsima playa de un azul resplandeciente.
El paseo de los Ingleses separa la playa de los refinados edificios que miran a la magn¨ªfica bah¨ªa de los ?ngeles (cuyo nombre se debe a unos enormes peces, Squalina angelus, que all¨ª proliferaban antes de la irrupci¨®n del tr¨¢fico mar¨ªtimo): hoteles sobrados de estrellas, casinos, restaurantes caros y villas decimon¨®nicas.
Sorprendentemente, la playa no es de arena, sino de piedras pulidas por las mareas, lo cual no es obst¨¢culo para que por la noche se anime con j¨®venes que agitan en el aire bolas de fuego, inmigrantes haciendo algo parecido al botell¨®n o parejas que se achuchan sin pudor.
Durante el d¨ªa, hasta los pescadores se atreven a lanzar sus anzuelos al Mediterr¨¢neo, y una veintena de restaurantes privados ofrecen -de abril a octubre, adem¨¢s de la inevitable ensalada ni?oise- sombrillas, duchas (alguno, incluso jacuzzi) y alfombras hasta la misma tumbona. Son siete kil¨®metros playeros salpicados de p¨¦rgolas, toallas y terrazas.
Y de sonido de fondo, cada pocos minutos, el ronroneo de los aviones que aterrizan en el aeropuerto (el segundo m¨¢s frecuentado de Francia), levantado a orillas del mar en su extremo derecho.
En el izquierdo, siempre mirando al agua y junto al bullicioso casco antiguo, se levanta la florida colina del Castillo, de 90 metros de altitud, perfecto refugio del calor estival con su cascada, y desde cuya elevada posici¨®n se disfruta de una panor¨¢mica inigualable: toda la bah¨ªa de los ?ngeles, el paseo de los Ingleses y hasta los Alpes mar¨ªtimos. Al otro lado de este promontorio se oculta el recogido y masificado puerto, con su faro y la iglesia de la Inmaculada Concepci¨®n, cuya estatua bendice a los marinos nizardos que parten mar adentro.
19 museos
Pero no todo es mar en este balneario mundialmente famoso, pues es, despu¨¦s de Par¨ªs, la segunda ciudad francesa que m¨¢s museos alberga (19 en total, con el de Matisse a la cabeza, seguido del de Chagall y el de Arte Moderno), y entre sus calles se encuentran interesantes muestras de arquitectura de distintos siglos, como el Palacio de Justicia (al lado del Cours Saleya, colorido epicentro tur¨ªstico, con sus terrazas y mercado de flores, todos los d¨ªas desde las seis de la ma?ana hasta las cinco y media de la tarde, excepto domingos al mediod¨ªa y lunes, que muta en rastrillo de antig¨¹edades), el Palacio de Prefectura (del siglo XVII), la majestuosa ?pera, de estilo segundo imperio franc¨¦s, levantada en 1885 sobre las ruinas del incendiado teatro municipal, o la capilla de la Misericordia, de 1740.
Y es que hay una Niza neocl¨¢sica, repartida en los aleda?os del Bulevar de Jean Jaur¨¨s; otra, barroca (la del casco antiguo); otra, belle ¨¦poque -la iglesia rusa o el palacio Mass¨¦na-, y otra, definitivamente art d¨¦co, como el monumento a los Muertos -junto al puerto-, el hotel Albert I o el mism¨ªsimo Ayuntamiento.
El casco antiguo de la ciudad, a escasos metros de la playa, permite pasear entre estrechas calles de fachadas ocres y rosadas que recuerdan mucho a los edificios de la vecina Italia. Sus terrazas animad¨ªsimas por la noche, los artistas que ah¨ª habitan y las flores de las ventanas definen un microcosmos sobrado de encanto.
Paseo de los Ingleses
Pero, sin duda, la estrella de Niza es su renombrado paseo de los Ingleses, esa megaplaya urbana que recuerda por su animaci¨®n a otras tan c¨¦lebres como las de Copacabana, en R¨ªo de Janeiro, o La Concha, en San Sebasti¨¢n. Su nombre se debe a que, all¨¢ por 1763, una buena hornada de acaudalados ciudadanos brit¨¢nicos, encabezados por el escritor escoc¨¦s Tobias Smollett, huyendo de las brumas y los inviernos londinenses, se instal¨® en la siempre soleada bah¨ªa de los ?ngeles, cambiando para siempre su fisonom¨ªa y llen¨¢ndola de glamour y refinamiento.
Un enclave magn¨ªfico que con su juego de luces inigualables hechiz¨® a Matisse en 1916. El artista se instal¨® en calles cercanas y no abandonar¨ªa Niza hasta su muerte. Otro maestro, ¨¦ste del cine, Alfred Hitchcock, ambient¨® en este escenario ¨²nico el suspense de Atrapa a un ladr¨®n, con Cary Grant y una bell¨ªsima Grace Kelly que pronto se convertir¨ªa en la se?ora soberana del vecino principado de M¨®naco.
Pero no han sido ¨¦stos los ¨²nicos ilustres visitantes fascinados por Niza: Ch¨¦jov, Dal¨ª, Ava Gardner, Th¨¦r¨¨se Martin, la reina Victoria, Marc Chagall y hasta Nietzsche, quien busc¨® aqu¨ª alivio a sus dolores de cabeza, y describi¨® sus d¨ªas como de una belleza insolente, y sus inviernos, de una perfecci¨®n sin m¨¢cula.
Por eso no resulta extra?o que Niza haya engordado con el tiempo su fama de lugar de veraneo de gente guapa y aristocr¨¢tica, t¨ªtulo que atesora desde que en 1860 se anexion¨® a Francia. As¨ª, con tanta visita ilustre y lo que ¨¦stas acarrean, Niza se ha aupado, con su medio mill¨®n de habitantes, en el quinto puesto de las m¨¢s pobladas urbes de Francia.
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