Matriotas
Las patrias son errores hist¨®ricos. Y no es verdad que sirvan como sustitutivos de las madres
Cuando veo a un patriota me cambio de acera. No es que no me gusten, es que no me los creo. No me encuentro c¨®modo en su cercan¨ªa. Lo intento, pero no puedo. Cuando me quiero poner en patriota hay algo en m¨ª que hace que me crezcan las dudas. Me suceden fen¨®menos extra?os y se me difuminan las fronteras. ?Hasta se me quitan las ganas de ir de vacaciones a las Azores!
Pero no me entrego, hago ejercicios, no quiero ser de ranchos lejanos, ni de verdes valles, ni siquiera de colinas rojas. Y de vez en cuando hago el ejercicio de convertirme en uno de ¨¦sos. Y tenerlo tan claro: una patria, una bandera, una selecci¨®n, un himno, una televisi¨®n, una cuenta corriente -otra en Suiza-, un patrimonio, una asesor¨ªa, un libro, una paella, un confesor, un equipo, un municipio... en fin, esas cosas que hacen patria. ?Qu¨¦ palabra! Parece llena de excesos y banalidades. Patria: ?esa cosa que escucha nuestra aflicci¨®n? ?O esa otra grande, ajena y sorda? Me asusta un poco, bastante, creo que se empieza por ser patriota y se termina por ser mon¨®gamo. Somos muy raros.
Adem¨¢s, a los patriotas ya no se les reconoce. Unos se disfrazan de pijos, otros lo son, pero ninguno parece acabar por encontrar su uniforme. Tengo todo el respeto por esos que lo hacen por est¨¦tica. Patriotas como Valle-Incl¨¢n, que dec¨ªa ser carlista por est¨¦tica. Por aquella boina que era "una cresta pomposa que ennoblece". Y por su capa blanca que parec¨ªa exportada de un viejo imperio, de una corte arcaica. Eso s¨ª era un bello disfraz pol¨ªtico, patri¨®tico. Y sectario, algo que va de suyo. Ahora no hay manera. Ni estilo. Ni modo, ni moda. Ahora, patriota, como gallego, lo puede ser cualquiera. S¨®lo hace falta haber nacido en el sitio inadecuado y en el momento inoportuno. Las patrias son errores hist¨®ricos. Y es falso que sirvan como sustitutos de las madres. Con mi poca patria a cuestas, con el peso de ese pedazo de patria que es la lengua, cargando con los kilos del nuevo, aumentado y actualizado diccionario de uso del espa?ol, el Mar¨ªa Moliner; paseando con una de esas patrias que todav¨ªa me quedan como rara y querida potestad. Una patria no tan chica, tan querida desde hace tanto tiempo. Con nosotros seguir¨¢ ahora en su renovada manera de hacer patria. De hacer matria, esa manera patri¨®tica de sentir que no reconoce ning¨²n diccionario. Una patria mujer que no existe ni en la Red. Mejor para ella.
Me encuentro con mi vecino Javier Mar¨ªas. Poco patri¨®tico, como su narrador de Tu rostro ma?ana, ese hombre de varios nombres, de varias caras, varias vidas, varias ciudades, varias novelas. Casi le reprocho que d¨¦ por terminada la historia de Jaime, Jacobo, Jacques Deza, sus rostros, sus vidas, sus matrias, que nos han acompa?ado desde hace ya m¨¢s de un lustro. Javier, que sigue teniendo sus patrias en sus libros, en sus islas irreales y verdaderas, en sus amores y en su escritura, nos recuerda que es bueno tener un pasaporte en regla y alg¨²n dinero -esa cosa de papel y sin patria- en otro lugar que no sea la patria chica. Ni mucho menos la madre patria. Tener la salida preparada para llegar, por ejemplo, a un lugar un poco m¨¢s anglosaj¨®n que este barrio madrile?o que nos une y nos separa. Nos unen peque?as patrias, una librer¨ªa, un mercado y un restaurante. Las que nos separan tienen que ver con el f¨²tbol, esa frontera irreal pero muy firme. El f¨²tbol, esa cosa verde y con piernas que es muy capaz de grandes guerras. Nos hemos despojado en la vida de muchas cosas, de ¨¦sa no somos capaces. Hemos vivido guerras del f¨²tbol en muchos frentes. Y ahora en casa, con quintacolumnistas, esp¨ªas, traidores y con fuego cruzado. Hay d¨ªas que uno tiene ganas de tomar partido. De pelear por su equipo hasta la muerte, pero ni un paso m¨¢s. Menos mal que el Atl¨¦tico ya no es el que era, hasta sabe ganar. Como si se pusiera el disfraz de patria feliz. Una hermosa matria... No debemos perder la esperanza, siempre podremos volver al que fuimos y nunca quisimos ser. As¨ª somos.
Para seguir haciendo patria, y sin salir del barrio nuestro aunque le llamen de los Austrias, me escapo para ver a otra compatriota. Quiero decir otra que tal baila, que tal canta, y en ingl¨¦s, por supuesto. Una espa?ola, madrile?a, inglesa, lectora, actriz y cantante Leonor Watling. Presenta sus susurros, sus patri¨®ticos cantos, en un teatro castizo con nombre ingl¨¦s. Leonor es una de las mujeres que nos hacen pensar en que la patria no es tan necesaria. Que la patria bien podr¨ªa ser ella. De alguien lo ser¨¢. No doy el nombre para no sembrar odios, guerras y desencuentros. Quiero hacer patria. No quiero terminar contestando aquello de Rick en Casablanca cuando tiene que confesar su nacionalidad, su patria. No he bebido lo suficiente. Y tampoco soy patriota con algunas bebidas. Menos mal que el vino todav¨ªa sigue haciendo patrias. Y matrias.
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