El lado oscuro de Bruce
Si cre¨ªan que lo sab¨ªan todo sobre Bruce Springsteen est¨¢n equivocados. Un nuevo libro aporta datos desconocidos sobre ¨¦l y menciona alguno de sus complejos: detesta su nariz y se ha arreglado la dentadura. Adem¨¢s cuenta los secretos de sus giras.
Reiteremos lo obvio: el secreto de la popularidad de Bruce Springsteen reside en sus directos. Son ceremonias torrenciales, celebraciones del poder social (?y f¨ªsico!) del rock. Una comuni¨®n, que sugiere que el hombre de los vaqueros y la guitarra Fender podr¨ªa ser uno de nosotros: nada que ver con la distancia impuesta por un Bob Dylan, mucho menos con la arrogancia burlona de un Mick Jagger.
Bruce ha establecido un pacto impl¨ªcito con sus seguidores por encima de lo habitual. El compromiso del cantante le obliga a una entrega m¨¢xima, expresada en conciertos extensos y honestidad total. Exige lo mismo a sus espectadores: una genuina complicidad. Si hemos de creer lo que se cuenta en On tour: 1968-2005 (RBA), el p¨²blico ?especialmente el estadounidense? no siempre ha cumplido con su parte.
Hasta 1984, Bruce defend¨ªa la santidad del directo. Insist¨ªa en vender entradas a precios reducidos y le cost¨® tocar en estadios
"Cuando la banda toc¨® en Barcelona los primeros acordes de 'Prove it all nigh' la multitud empez¨® a saltar y a cantar
El notario de esta relaci¨®n es Dave Marsh, periodista musical que ya ha publicado cuatro t¨ªtulos sobre Springsteen. Marsh tiene categor¨ªa de insider: est¨¢ al tanto de todo lo que ocurre en el planeta Bruce, ya que es el marido de Barbara Carr, figura importante del equipo de management que dirige la carrera del cantante desde hace treinta a?os. La suya es una relaci¨®n que supera lo profesional: cuando muri¨® Kristen Carr, hija de Dave y Barbara, Bruce cant¨® en el entierro; luego ofreci¨® un concierto exclusivo con el objetivo de recaudar fondos para una fundaci¨®n de investigaci¨®n sobre el c¨¢ncer que lleva el nombre de Kristen.
Consciente de esos privilegiados lazos, Marsh evita cualquier tipo de cotilleos que podr¨ªan derivarse de su posici¨®n. Quien espere las sabrosas an¨¦cdotas con que se adoban todos los libros sobre rockeros en gira puede prescindir de On tour: 1968-2005: ese tipo de carnaza est¨¢, ay, ausente. Marsh se sit¨²a entre el p¨²blico, usando sus ojos y sus o¨ªdos para recoger la experiencia Springsteen. En verdad, tiene ventajas envidiables. Por ejemplo, acceso a las grabaciones de mesa de mezclas de todos los conciertos, lo que le permite transcribir los famosos raps con que Bruce suele presentar algunas canciones. Unos parlamentos indispensables para la construcci¨®n de su personaje m¨ªtico, desarrollados con pericia notable. Bruce se podr¨ªa ganar la vida como stand up comedian o simple narrador de historias, aunque ning¨²n profesional de la palabra cuenta con Max Weinberg puntuando sus narraciones con golpes de bater¨ªa.
Dave Marsh comparte informaci¨®n que no suele circular entre los periodistas. Como los complejos de Springsteen respecto a su aspecto f¨ªsico: detesta su nariz, se ha arreglado los dientes, cuida su tono muscular? Aparte de la coqueter¨ªa, manda el sentido del show: en 1988, Bruce contrat¨® a un dise?ador para que revisara su vestimenta y la de sus m¨²sicos, con el mandato de evitar las ofensas a la vista, aunque respetando la heterogeneidad indumentaria.
En el libro se desmenuza la etapa oscura de Bruce, los cinco a?os anteriores a su contrato discogr¨¢fico. Es una evoluci¨®n que pasa por grupos como The Castiles, Earth, Child, Steel Mill o Dr. Zoom & The Sonic Boom, marcados por el rock de garaje, los power trios brit¨¢nicos, el rock sure?o o las orquestas de metales a lo Van Morrison. Agrupaciones que pasaron por todas las garitas imaginables: aparte de tocar en bodas, a Springsteen y compa?¨ªa se les pudo ver en inauguraciones de supermercados o en autocines. Eso explica el abundante vocabulario musical de Bruce, que podr¨ªa dar f¨¢cilmente una clase pr¨¢ctica de la evoluci¨®n del rock durante sus primeros veinte a?os.
Cuando Bruce se estren¨® como solista traslad¨® la ¨¦tica de trabajo de los m¨²sicos de club a los escenarios prestigiosos. Habituado a cuatro o cinco pases por noche, lo com¨²n en el circuito de Nueva Jersey, se acostumbr¨® a ofrecer conciertos de dos horas. Al principio necesitaba complementar su repertorio personal con versiones de ¨¦xitos, que ayudaban a dinamizar sus actuaciones. Posteriormente, de forma natural, integr¨® el cancionero ajeno en el suyo propio: resultaba terap¨¦utico, y adem¨¢s le situaba en la historia del rock como heredero y continuador de los gigantes.
Bruce es un clasicista. En la caravana de Amnist¨ªa Internacional fue asediado por Sting y Peter Gabriel, empe?ados en abrirle las orejas. No hicieron mella: pocas veces ha sentido Springsteen la necesidad de experimentar con la tecnolog¨ªa o con los ritmos ¨¦tnicos. Por el contrario, ha investigado en m¨²sicas pret¨¦ritas, ajenas a su biograf¨ªa de chaval proletario. En sus discos m¨¢s desnudos adopt¨® modos de cantautor. Durante su ¨²ltima aventura, basada en el folk de Pete Seeger, meti¨® en el caldero formas ancestrales, desde el gospel de iglesia hasta el dixie de Nueva Orleans. Invent¨® algo que podr¨ªamos denominar como folk and roll, aunque quiz¨¢ no deba presumir mucho de ello: tanto barullo no le sentaba bien a parte del repertorio.
Sin embargo, ¨¦l y todos los que le rodean saben que el grueso de su p¨²blico espera, necesita, exige verle con la E Street Band. M¨¢s all¨¢ de su indiscutible potencia sonora, ofrecen una reconfortante imagen de pandilla. Con sus arquetipos: el negro cool, el gitano, el intelectual, la novia del jefe? En el imaginario del rock demuestran que es posible envejecer con dignidad, manteniendo los lazos de barrio y los ideales generacionales. Se asume que ninguno de ellos preferir¨ªa hacer otra cosa, aunque se toleren sus aventuras en solitario.
Marsh analiza los conflictos sordos que despert¨® el hecho de que Bruce tocara con otros m¨²sicos en 1992 y 1993, para defender el material de Human touch y Lucky town, discos hechos sin la E Street Band y editados simult¨¢neamente. Parte del problema resid¨ªa en que la banda era en su mayor¨ªa negra. Dado que Bruce siempre ha contado con alg¨²n m¨²sico afroamericano, aquel relativo rechazo le incomod¨®. Era un aviso: no deb¨ªa aumentar la dosis de negritud. Un mensaje recibido: aunque Springsteen ha hecho gui?os al hip-hop, no ha profundizado en las posibilidades ofrecidas por sus t¨¦cnicas narrativas o de producci¨®n. Tampoco puede negarse a la evidencia que le ofrecen sus ojos: su p¨²blico es totalmente blanco. Artistas tan p¨¢lidos como los Beatles, los Stones, Dylan o, caramba, hasta Phil Collins han sido versioneados por cantantes negros; Bruce no ha gozado de esa legitimizaci¨®n.
Estamos hablando de una banda que en sus inicios comparti¨® tablas con los Wailers de Bob Marley en un club diminuto de Nueva York. Y sin conflictos. Sin embargo, pronto se demostr¨® que Bruce y la E Street Band no pod¨ªan funcionar como teloneros. Adem¨¢s, Bruce y su tropa ten¨ªan un n¨²cleo de fans entregados, incluso cuando no vend¨ªan toneladas de discos. Fueron la semilla de los springsteenianos, esa masa que no se conforma con ver un concierto de cada gira, que disecciona minuciosamente cada actuaci¨®n en foros de Internet o en revistas exclusivas.
Durante a?os, hasta el fen¨®meno de Born in the USA (1984), lo de Bruce fue una religi¨®n para iniciados, aunque con dimensiones multitudinarias. El cantante defend¨ªa la santidad del directo. Al ser su gran baza, evit¨® desgastarla: no se prodig¨® en televisi¨®n ni sac¨® discos en vivo hasta su caja Live 1975-1985. Recuerda Marsh que insist¨ªa en poner las entradas a un precio reducido. Si hemos de creerle, tambi¨¦n se resisti¨® a entrar en el negocio de tocar en estadios deportivos, hasta que se convenci¨® de que dominaba los trucos para comunicarse en grandes recintos.
El p¨²blico suele ser tolerante con esos desplazamientos, que reafirman sus preferencias. Renuncia a los conciertos de dimensiones razonables por el gozo de formar parte de esas muchedumbres predispuestas a levitar. En el caso de Springsteen, exist¨ªa una posible compensaci¨®n: le gustaba aparecer por sorpresa en actuaciones de sus amigos; con un poco de suerte e intuici¨®n, se le pod¨ªa ver a unos metros de distancia, en alg¨²n tugurio de Nueva Jersey.
Ejerc¨ªa de gran colega, muchachote accesible y cordial; aunque en alguna ocasi¨®n se le pudieron ver gestos imperiales. Marsh recuerda que en 1979, durante uno de los conciertos de MUSE (organizaci¨®n contra la energ¨ªa nuclear), vio a Lynn Goldsmith, fot¨®grafa y antigua amante, en el espacio reservado a la prensa. Intent¨® que fuera expulsada, y como el equipo de seguridad no le entend¨ªa, baj¨® y la arrastr¨® al escenario. Anunci¨® al p¨²blico que hab¨ªan acabado ?"¨¦sta es mi ex novia"? e hizo que su gente la pusiera de patitas en la calle. Ella hab¨ªa incurrido en la ira del Boss por haber vendido fotos tomadas en privado.
Fue la culminaci¨®n de una velada antip¨¢tica. Como Springsteen cumpl¨ªa 30 a?os, le sacaron una tarta, que lanz¨® contra las primeras filas de espectadores ?"mandarme la factura de la lavander¨ªa"?. Buena parte del p¨²blico mostr¨® la insensibilidad de los fan¨¢ticos: amenizaron las actuaciones de los otros m¨²sicos activistas ?Tom Petty, Jackson Browne, Bonnie Raitt? con los c¨¢nticos impacientes de "?Bruuuuuuuuce!".
Esa intolerancia del personal ha terminado volvi¨¦ndose en su contra. Marsh se ha topado con seguidores que soportan mal que toque material intimista o que explique minuciosamente sus canciones: "C¨¢llate ya y canta".
La animosidad se increment¨® tras el apoyo de Springsteen a Kerry, en su campa?a presidencial contra George W. Bush. Fueron abundantes las estrellas del rock implicadas en aquellas elecciones, pero Bruce recibi¨® las bofetadas. Se constataba un dato inevitable: seg¨²n ha ido creciendo, parte del p¨²blico springsteeniano se inclin¨® hacia las posiciones del Partido Republicano. No es un asunto trivial: durante su ¨²ltima gira por EE UU tuvo dificultades para llenar en los llamados "Estados rojos" (los que votan por candidatos conservadores). Los descontentos aseguran que Bruce rompi¨® el acuerdo con sus fans. Cuando apareci¨® en el MUSE pidi¨® que no hubiera pol¨ªticos visibles. Expresaba su ideolog¨ªa de manera nebulosa, con pr¨¦dicas sobre la comunidad, la familia, la solidaridad?, pero no indicaba el sentido de su voto. Incluso cuando Ronald Reagan pretendi¨® apropiarse del mensaje de Born in the USA, no respondi¨® con una conferencia de prensa: se conform¨® con refutaciones breves en los siguientes conciertos.
El chico de Nueva Jersey se ha convertido en un referente cultural, moral y, s¨ª, pol¨ªtico. Est¨¢ situado en el punto de mira de muchos exaltados. Ambos bandos le creen uno de los suyos, y eso provoca malentendidos. Cuando escribi¨® sobre Amadou Diallo, el emigrante africano acribillado por unos polic¨ªas cuando iba a sacar su cartera, se granje¨® la enemistad de los sindicatos policiales, que le boicotearon neg¨¢ndole servicios de escolta y hasta pusieron en duda su masculinidad. Aun antes de escuchar la canci¨®n resultante, American skin (41 shots), fue vituperado por Rudolph Giuliani, entonces alcalde de Nueva York, responsable en ¨²ltima instancia de aquella tragedia. En realidad, la canci¨®n aspiraba a ser equilibrada, reflejando incluso el horror de uno de aquellos polic¨ªas de gatillo f¨¢cil.
Con esos condicionantes, Dave Marsh opina que los conciertos europeos son m¨¢s satisfactorios: "En Europa, el p¨²blico le escuchaba embelesado, se quedaba en silencio cuando era necesario, y le ofrec¨ªa su m¨¢s ferviente devoci¨®n en los momentos m¨¢s emotivos. En Estados Unidos, cuando Bruce cantaba temas m¨¢s tranquilos, el nerviosismo y la inquietud del p¨²blico eran perfectamente visibles y audibles: aquellos fans ten¨ªan poca paciencia para escuchar m¨²sica en silencio. Y esa misma tensi¨®n se percib¨ªa de igual modo cada vez que Bruce interpretaba canciones menos conocidas. Era f¨¢cil notar c¨®mo le empujaban hacia el Bruce que ellos mismos hab¨ªan creado; prefer¨ªan a aquel inocente rom¨¢ntico, al chico que descubre su madurez, antes que al hombre adulto que quer¨ªa ?que necesitaba? incluir en su repertorio algunas canciones sobre los peque?os placeres de la vida hogare?a".
Marsh argumenta que el mejor concierto al que ha asistido en su vida fue el oficiado por Bruce en Barcelona el 21 de abril de 1981. Parte de premisas dudosas: cree que supuso el primer acto multitudinario del rock en Espa?a tras la muerte de Franco. Bajo el efecto Gaud¨ª, parece haber confundido a la Cruz Roja con la polic¨ªa: "Estos param¨¦dicos vest¨ªan uniformes de estilo militar y llevaban armas al costado". Y sigue: "A Bruce le hab¨ªan advertido que no esperara demasiado entusiasmo por parte del p¨²blico en un principio, y, de hecho, los fans permanecieron en silencio durante Factory. Sin embargo, cuando la banda toc¨® los primeros acordes de Prove it all night, la multitud se puso en pie de repente, y empez¨® a saltar, a cantar, a gritar, a agitarse convulsivamente. Fue como un delirio colectivo, como si les fuera la vida en cada una de las notas de esas canciones".
El pasmo de Marsh fue creciendo: "Lo sorprendente no fueron solamente las olas que provocaron los temas m¨¢s cortos y rockeros. Canciones como Point blank, Because the night y The river pose¨ªan una profundidad para m¨ª desconocida e inimaginable hasta que las escuch¨¦ en compa?¨ªa de aquellos catalanes extasiados. En el ambiente se palpaba un poderoso sentimiento de libertad explosionando en el aire. Sobre esa locura pod¨ªa sentirse el hondo anhelo de los barceloneses por un derecho que los norteamericanos daban por supuesto: el deseo de alcanzar algo que me ha costado mucho tiempo definir porque a m¨ª nunca me ha sido negado. Aquella noche, la atm¨®sfera era densa y abrumadora, pero no me asust¨¦. Estaba demasiado lleno de amor".
El amor se prolong¨® tras el concierto: "La casa discogr¨¢fica organiz¨® una fiesta, as¨ª que regresamos muy tarde al hotel donde se alojaba la banda. A pesar de ello, una peque?a multitud esperaba fuera, algo que, en esa ¨¦poca, apenas les hab¨ªa ocurrido nunca a los de la E Street Band. Mientras nos prepar¨¢bamos para ir a la cama o¨ªmos un clamor procedente de la calle. Eran los fans. Pasado el amanecer nos dieron una serenata con Hungry heart y el resto de himnos del cat¨¢logo de Bruce".
'Bruce Springsteen on tour', la biograf¨ªa del Boss escrita por Dave Marsh, se publica en Espa?a por la editorial RBA el d¨ªa 5, coincidiendo con la aparici¨®n de su ¨²ltimo disco, 'Magic' (Sony / BMG).
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