Los monjes budistas y el compromiso c¨ªvico
La imagen que suele tenerse del budismo, al menos en Occidente, es la de una religi¨®n o cosmovisi¨®n que huye del mundanal ruido por considerarlo impuro y se refugia en la contemplaci¨®n para no mancharse las manos ni contaminar la mente con preocupaciones mundanas. Seg¨²n esa imagen, la interioridad es lo que conforma el universo budista: la vida interior, la paz interior, la liberaci¨®n interior, el viaje hacia el interior de uno mismo. La huida del mundo lleva derechamente a su negaci¨®n. El ideal budista solemos situarlo, casi inconscientemente, en el monje que vive austeramente, depende de la generosidad de los laicos, pasa el d¨ªa meditando, es insensible a los problemas de la sociedad y renuncia a sus compromisos c¨ªvicos porque su meta est¨¢ en lograr la reconciliaci¨®n consigo mismo.
Estamos, ciertamente, ante un estereotipo que ni se corresponde con la doctrina y la ¨¦tica budistas ni resiste la prueba de la realidad. El budismo posee un componente liberador que la actual hermen¨¦utica est¨¢ intentando descubrir. La compasi¨®n no se queda en un sentimiento interior inoperante, sino que se canaliza hacia los pobres a trav¨¦s de la participaci¨®n en los movimientos de liberaci¨®n. Se intenta practicar una espiritualidad socialmente comprometida. La profundizaci¨®n de la conciencia lleva a la generosidad de esp¨ªritu, al tiempo que proporciona la energ¨ªa necesaria para activar la compasi¨®n. La paz en cada momento de la propia vida es condici¨®n necesaria para que pueda instaurarse la paz en el mundo.
Especial importancia adquieren los grandes principios budistas: el origen interdependiente de todas las cosas y la interrelaci¨®n de toda la vida, la compasi¨®n hacia todos los seres, la no violencia, el cuidado de todo lo existente, la eliminaci¨®n del sufrimiento. A la luz de ellos, algunos intelectuales seguidores del Buda han llevado a cabo una nueva articulaci¨®n de las distintas vertientes de la justicia y la paz: social, racial, ambiental, sexual, etc¨¦tera. Un buen ejemplo son las reflexiones del monje budista Thich Nhat Hanh que se opone al dualismo exterior-interior, subraya la continuidad entre uno y otro ¨¢mbitos y considera la paz interior como cauce para la reconciliaci¨®n inter-humana. El mundo es nuestro yo ampliado. Por eso es necesario cuidarlo y activarlo, afirma en su excelente libro Buda viviente, Cristo viviente.
La imagen de un budismo que pasa de puntillas por la historia se quiebra cuando vemos a monjes que se autoinmolan p¨²blicamente para denunciar situaciones de injusticia estructural y guerras imperialistas, que participan en las movilizaciones de los movimientos de resistencia global junto con no creyentes y creyentes de otros credos, y luchan contra las estrategias excluyentes de la globalizaci¨®n neoliberal; cuando conocemos a comunidades budistas que ponen en pr¨¢ctica alternativas sociales, pol¨ªticas y econ¨®micas inclusivas y que participan en plataformas de di¨¢logo inter-religioso e intercultural en busca de una ¨¦tica com¨²n emancipatoria compartida con otras religiones, culturas y cosmovisiones.
Durante la guerra de Vietnam, Thich Nat Hanh cre¨® la Orden de la Inter-entidad, comprometida en la vida cotidiana y en la sociedad. Su filosof¨ªa se resume en este principio: "Yo soy, en consecuencia t¨² eres. T¨² eres, en consecuencia yo soy. ?ste es el significado del t¨¦rmino inter-entidad. Todos inter-somos". La orden aborda los problemas de la justicia y la paz sociales y sensibiliza a sus seguidores a contrastar su conducta con las necesidades de la comunidad.
En el movimiento pacifista caus¨® un fuerte impacto el caso de una joven de familia noble asociada a la citada Orden de la Inter-entidad, que se quit¨® la vida en un templo budista para llamar la atenci¨®n sobre la necesidad de buscar la paz y la prosperidad para toda la humanidad. Un ment¨ªs similar a la idea de pasividad que se cree inherente al budismo se produce en Sri Lanka donde los monjes participan activamente en la vida pol¨ªtica.
El Dalai Lama es hoy uno de los referentes mundiales m¨¢s luminosos en el trabajo por la paz y la defensa de los derechos humanos a partir de una doble revoluci¨®n: ¨¦tica y espiritual, que compagina arm¨®nicamente la compasi¨®n para con los otros y la liberaci¨®n interior. "Toda revoluci¨®n espiritual entra?a una revoluci¨®n ¨¦tica", afirma en su libro El arte de vivir en el nuevo milenio, pero entendiendo por espiritualidad no la religi¨®n como sistema de creencias sino el cultivo de valores como la tolerancia, la compasi¨®n, el perd¨®n, la b¨²squeda de la felicidad, la eliminaci¨®n del sufrimiento, el amor, la solidaridad, etc¨¦tera.
El ejemplo m¨¢s reciente e impactante de un budismo que armoniza ¨¦tica y espiritualidad es el de los monjes y las monjas budistas de Myanmar, que gozan de un gran respeto y reconocimiento entre sus conciudadanos por su estilo de vida austero y por sus actitudes siempre solidarias con los sectores m¨¢s marginados de la poblaci¨®n.
Ellos se han colocado en la vanguardia de la revoluci¨®n azafr¨¢n liderando las manifestaciones populares, que han logrado reunir a m¨¢s de trescientas mil personas, y han unido sus fuerzas a las de organizaciones sociales y pol¨ªticas de la oposici¨®n como la Liga Nacional para la Democracia (triunfadora en las elecciones de 1990), de la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Syi, para luchar contra la dictadura y la represi¨®n militar, construir una sociedad democr¨¢tica, combatir la corrupci¨®n generalizada, que est¨¢ instalada en la c¨²pula de la junta militar gobernante, y erradicar la pobreza en la que vive sumida la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Con su actitud dicen al mundo entero que entre espiritualidad y lucha por la justicia no hay contradicci¨®n.
Los monjes est¨¢n demostrando un gran coraje c¨ªvico al resistir pac¨ªficamente, en la mejor tradici¨®n budista, a la violencia de los militares que los reprime, encarcela y asesina. Todo un ejemplo de compromiso c¨ªvico y una prueba m¨¢s de que la religi¨®n no siempre es opio del pueblo, sino, como dijera el mismo Marx, "el suspiro de la criatura oprimida, el coraz¨®n de un mundo sin coraz¨®n, as¨ª como el esp¨ªritu de una situaci¨®n carente de esp¨ªritu".
Juan Jos¨¦ Tamayo es director de la C¨¢tedra de Teolog¨ªa y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid.
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