El sonero maldito
De repente, el mundo se est¨¢ enterando de la grandeza y la tragedia de H¨¦ctor Lavoe. En el ¨¢mbito hispanoamericano, desde luego, no era necesario contar su biograf¨ªa: hubo hasta una exitosa obra teatral, ?Qui¨¦n mat¨® a H¨¦ctor Lavoe?, que en Nueva York fue representada por el cantante Domingo Qui?ones. Ahora es otro vocalista salsero, Marc Anthony, quien encarna al desdichado H¨¦ctor. Y lo hace con devoci¨®n: canta siguiendo las pautas del maestro, fotocopiando las orquestaciones originales.
La pel¨ªcula se llama igual que la canci¨®n bandera de Lavoe: El cantante. Se trata, insisten los responsables, de una labor de amor. Produce Jennifer L¨®pez, la se?ora de Marc Anthony, a trav¨¦s de su empresa, Nuyorican Productions. La actriz y cantante se ha implicado a fondo en el proyecto: interpreta a Nilda Rom¨¢n, la tremenda esposa de H¨¦ctor. Y cuenta con el m¨¢s prestigioso de los realizadores cubano-estadounidenses, Le¨®n Ichaso, al que muchos denominan "el Scorsese del Nueva York latino".
Su deterioro humano y art¨ªstico fue muy visible. Lo extraordinario es que nunca perdi¨® el cari?o de su gente
La agon¨ªa de Lavoe fue larga. Hay relatos que le presentan como un zombi incapaz
Todo lo cual no ha impedido que el largometraje sea recibido de u?as por muchos de los que conocieron y amaron a Lavoe. Su muerte, en 1993, queda demasiado reciente. Y supuso un gran choque para la comunidad latina, no muy habituada a que sus ¨ªdolos caigan por efectos del sida. Pero H¨¦ctor tampoco era una estrella convencional: se conoc¨ªa su devoci¨®n por las drogas, hab¨ªa intentado suicidarse, su deterioro humano y art¨ªstico fue muy visible. Lo extraordinario es que nunca perdi¨® el cari?o de su gente. Y estamos hablando de un grupo social que suele exigir una imagen p¨²blica impoluta.
H¨¦ctor Lavoe no era un profesional mod¨¦lico. Seg¨²n aument¨® su fama, perdi¨® fiabilidad sobre el escenario: llegaba tarde o no aparec¨ªa para los conciertos. Igualito que Camar¨®n de la Isla, dir¨¢ alguien. Pero el cantaor de San Fernando nunca brome¨® con esos asuntos; por el contrario, Lavoe public¨® una canci¨®n humor¨ªstica sobre sus costumbres, El rey de la puntualidad.
En los a?os ochenta, muchas de las actuaciones del salsero tendieron hacia lo catastr¨®fico. Se le vio malvendiendo su talento en los intermedios de espect¨¢culos deportivos, en programas infames de televisiones suramericanas. Necesitaba dinero fresco y se apuntaba a un bombardeo. Vamos a decirlo suavemente: la discogr¨¢fica que editaba sus ¨¦xitos, Fania, no era diligente para pagar royalties; como todos sus compa?eros de sello, H¨¦ctor viv¨ªa de los directos. Y su m¨²sica, que requer¨ªa grandes formaciones instrumentales, no permit¨ªa ganancias millonarias.
Lo inseguro de sus directos termin¨® espantando a su p¨²blico potencial. En junio de 1988 se presentaba en un coliseo de Bayam¨®n, en su Puerto Rico natal. Se vendieron menos de trescientas entradas, y el promotor, Ralph Mercado, hombre fuerte de la salsa, decidi¨® suspender el concierto. Lavoe, que no quer¨ªa decepcionar a sus compatriotas, sali¨® a cantar; le cortaron la corriente. Se lo tom¨® mal, muy mal. Al d¨ªa siguiente se tir¨® desde la novena planta de su hotel. Sobrevivi¨®, pero qued¨® quebrado.
?se y otros desastres de H¨¦ctor pueden tener explicaciones sencillas: se hacen muchos disparates bajo los efectos de las drogas. Y el cantante era politoxic¨®mano: consum¨ªa medicamentos peligrosos, pero tambi¨¦n coca¨ªna y hero¨ªna en grandes cantidades. En tiempos dorados tuvo de lo mejor. Cuando llegaron las vacas flacas tuvo que salir a la calle e incluso comparti¨® jeringuillas con otros desdichados en las shooting galleries, edificios abandonados donde se juntaban para inyectarse los yonquis m¨¢s tirados.
Un aviso: todo lo que rodea la vida oscura de H¨¦ctor es nebuloso, suena a exageraci¨®n, acepta rumores contradictorios. Desapareci¨® durante unos meses en 1978 y se asegur¨® que acudi¨® a desintoxicarse a una cl¨ªnica madrile?a. La versi¨®n alternativa parece m¨¢s probable: convencido de que alguien hab¨ªa encargado un trabajo de brujer¨ªa contra ¨¦l, acudi¨® a un babalao (sacerdote de santer¨ªa) para que le hiciera una limpieza; el tratamiento le mantuvo una temporada lejos de las calles.
Las reglas no escritas de la m¨²sica latina tambi¨¦n contribuyeron a la confusi¨®n: el grado de hipocres¨ªa era monumental. Por supuesto, en la salsa se ocultaba el uso de drogas, nada de gui?os o alardes al estilo de los rockeros. Tampoco se reconoc¨ªa abiertamente la creencia en la religi¨®n afrocubana. "Cosas de negros", se aseguraba, aunque figuras igual de blancas que H¨¦ctor fueran devotas de Chang¨® y compa?¨ªa. Digamos que Lavoe jugaba a dos bandas. Su primer elep¨¦ en solitario (La voz, 1975) se abr¨ªa con un saludo a Jesucristo, El todopoderoso; cuatro temas m¨¢s adelante estaba una vibrante canci¨®n santera, Rompe Sarag¨¹ey.
En la pr¨¢ctica, todas esas debilidades y ambig¨¹edades llegaban a los o¨ªdos del p¨²blico de H¨¦ctor v¨ªa radio bemba (el boca a boca). Y aun as¨ª, todo se le disculpaba. Primero, por su arte. Cantaba con un sabor que revelaba su autenticidad popular, pero con una dicci¨®n muy clara. Era magistral como sonero, es decir, como improvisador en la excitada coda que corona un tema salsero. Lavoe ten¨ªa chispa y labia (a veces demasiada, si hemos de creer las historias de espectadores irritados que terminaron agredi¨¦ndole). Cultivaba el carisma del bravo de barrio, aunque lo suyo ten¨ªa m¨¢s de vacile que de dureza genuina.
?sa era la herencia de sus a?os con Willie Col¨®n, el director de orquesta que le descubri¨® en 1967. Frente a la almidonada presencia de las estrellas latinas, habituadas al esmoquin y la pajarita, la pareja Col¨®n-Lavoe jugaba con la est¨¦tica del malandro. Se vest¨ªan de mafiosos o penados, bautizaban sus discos con t¨ªtulos agresivos como El malo, Cosa nuestra, La gran fuga, El juicio o Lo mato si no compra este LP. Una arrogancia que justificaban con la fiereza de su m¨²sica, potenciada por sus trombones y su internacionalismo: aunque ambos ten¨ªan sangre puertorrique?a, a?adieron ritmos brasile?os, melod¨ªas africanas, aires paname?os. Encarnaban la salsa en su vertiente m¨¢s cosmopolita (?y salvaje!). Que no se olvide que, en su etapa de esplendor, esa m¨²sica reflejaba los anhelos de la minor¨ªa hisp¨¢nica en Nueva York, que abandonaba la invisibilidad y exig¨ªa sus derechos pol¨ªticos.
Pero la pareja bandolera se rompi¨®. Es uno de los grandes misterios de la historia de la salsa: en 1974, Col¨®n le entreg¨® su banda, llave en mano, y Lavoe pudo volar en solitario. No fue una ruptura personal: Willie sigui¨® funcionando como su productor, aunque para sus propios discos prefiri¨® trabajar con un talento emergente, el compositor y cantante Rub¨¦n Blades, que acentu¨® su faceta de cr¨ªtica social. La de Willie y H¨¦ctor fue una relaci¨®n rara, no aclarada por los textos atormentados, llenos de reproches y golpes de pecho, que Col¨®n public¨® tras la muerte de su protegido. No llegaba a reconocer lo elemental: que se puede admirar a un artista maldito, pero otro asunto es convivir profesionalmente con ¨¦l.
?Qu¨¦ ve¨ªan las masas latinas en Lavoe? En el caso de los puertorrique?os hab¨ªa una identificaci¨®n con su trayectoria. Sab¨ªan que era muy j¨ªbaro: H¨¦ctor Juan P¨¦rez hab¨ªa nacido en Ponce en 1946, emigr¨® a Estados Unidos con 17 a?os. Hab¨ªa demostrado precocidad musical, pero fue estudiante inquieto en el conservatorio, impaciente ante profesores que quer¨ªan limar sus aristas y modelarle como cantante rom¨¢ntico. La forja del rebelde: para dejar la isla debi¨® romper con su padre, que era m¨²sico, pero recordaba que otro hijo fue a Nueva York y muri¨® de sobredosis; el r¨¦probo se refugi¨® en la casa de su hermana, en el Bronx.
Con la fama, todo lo que rodeaba a H¨¦ctor adquiri¨® perfiles de culebr¨®n. Gran seductor, en 1968 lleg¨® su primer hijo, fruto de la relaci¨®n con Carmen Castro. Se supone que, el mismo d¨ªa que bautizaba al cr¨ªo, otra mujer le inform¨® de que tambi¨¦n ella estaba embarazada. Esta segunda novia, Nilda Rom¨¢n, se convertir¨ªa en su esposa, despu¨¦s de hacerle jurar que cortar¨ªa su relaci¨®n con Carmen y su criatura. La Rom¨¢n entrar¨ªa en la leyenda como Puchi, la compa?era de d¨ªas felices y a?os terribles.
Seg¨²n Jennifer L¨®pez, Puchi es la verdadera hero¨ªna del drama. Ella se aproxim¨® a la actriz, con un gui¨®n tosco, para que pusiera en marcha el biopic: "Me pas¨® horas y horas de grabaciones donde rememora lo que vivi¨® con H¨¦ctor. Me parece asombroso que aguantaran veinte a?os juntos. Ten¨ªan una relaci¨®n de codependencia, muy insalubre para los dos. Para m¨ª, Puchi logr¨® el milagro de que H¨¦ctor viviera 46 a?os: le sacaba de lugares infernales y le llevaba a casa, le lavaba, le recompon¨ªa humanamente".
La ca¨ªda de Lavoe a los abismos estuvo acelerada por una racha de mala suerte que supera la imaginaci¨®n de cualquier escritor de telenovelas. Hubo una fugaz reconciliaci¨®n con su padre, inmediatamente eclipsada por una serie de desgracias familiares. La m¨¢s dura fue la muerte del hijo que hab¨ªa tenido con Puchi, v¨ªctima de un disparo accidental. Su casa en Queens se quem¨®, y ¨¦l qued¨® herido. Le diagnosticaron la presencia del virus del sida.
Todo se conjur¨® para dar verosimilitud a su creaci¨®n m¨¢s famosa. Obra de Rub¨¦n Blades, El cantante es una vuelta de tuerca sobre el t¨®pico del entretenedor que debe tragarse sus miserias ¨ªntimas cuando se encienden los focos. Sonaba a autobiograf¨ªa, aunque muchos otros artistas la han hecho suya: Andr¨¦s Calamaro la recuper¨® y dio t¨ªtulo a su disco de reaparici¨®n de 2004, tras su propia temporada en los infiernos.
La agon¨ªa de Lavoe fue prolongada. Hay relatos terribles que le presentan como una piltrafa, un zombi al que hab¨ªa que vestir y alimentar. Incapaz de dar conciertos completos, volvi¨® a integrarse en Fania All-Stars, la bulliciosa agrupaci¨®n estelar con la que recorri¨® el mundo, desde La Habana hasta Kinshasa. All¨ª s¨®lo ten¨ªa que cantar alg¨²n tema, pero incluso eso supon¨ªa demasiado esfuerzo. El momento terrible ocurri¨® en Nueva Jersey en 1990: cuando le tocaba interpretar su triunfal Mi gente fue incapaz de emitir un sonido.
Pr¨¢cticamente, all¨ª acab¨® su vida p¨²blica. La ¨²ltima aparici¨®n fue en un concierto en Manhattan, destinado a recaudar fondos para sus necesidades m¨¦dicas: no pudo cantar. Unos meses despu¨¦s, en junio de 1993, sucumbi¨® a una crisis cardiaca. El entierro result¨® tan ca¨®tico como sus peores conciertos. "Muri¨® en la miseria", proclamaban los titulares. Tocada su fibra sensible, miles y miles de neoyorquinos acudieron a despedirle. Hubo enfrentamientos, embotellamientos, masas hist¨¦ricas que le acompa?aron hasta un cementerio del Bronx.
En los a?os finales, Lavoe lleg¨® a vivir abandonado por todos: hasta Puchi se alej¨®, indignada por su af¨¢n autodestructivo. Un percusionista, David Lugo, se ocup¨® finalmente de ¨¦l. Lo que parec¨ªa un gesto hermoso se enturbi¨® tras el sepelio. Lugo present¨® un documento notarial en el que Lavoe le convert¨ªa en su albacea, con poderes para gestionar una fundaci¨®n que combatir¨ªa el sida, ayudar¨ªa a m¨²sicos j¨®venes... Castillos en el aire, ya que el cantante estaba en n¨²meros rojos. Una situaci¨®n que no se iba a remediar con las ventas p¨®stumas de sus discos: Fania manten¨ªa la costumbre de no pagar a sus artistas. A¨²n m¨¢s humillante: la discogr¨¢fica rescat¨® grabaciones incompletas de H¨¦ctor y Willie Col¨®n insertando la voz de un admirador, Van Lester.
Puchi impugn¨® aquel dudoso testamento y pele¨® por mantener la memoria de H¨¦ctor. Consigui¨® resultados: de hecho, hay una segunda pel¨ªcula sobre Lavoe en marcha, The singer, impulsada por La India, notable artista salsera. Pero la primera en estrenarse este verano en EE UU ha sido El cantante. Seg¨²n Jennifer L¨®pez, no ha sido una producci¨®n f¨¢cil: "Nos ha costado cinco a?os. En ese tiempo, muchas personas de la industria nos sugirieron que no era un personaje agradable, pero les respond¨ªamos que lider¨® un tiempo incre¨ªble. Pones ahora sus discos o ves los v¨ªdeos con Fania All-Stars y es como una explosi¨®n de ritmos, algo desbordante. Supuso algo m¨¢s que un punto ¨¢lgido de la m¨²sica latina: tipos como Miles Davis iban a sus conciertos, sab¨ªan que aquello era lo m¨¢s caliente del momento".
Atr¨¢s queda otra broma macabra del destino. Con el dinero adelantado por la productora de Jennifer L¨®pez, Puchi se empe?¨® en cumplir el deseo del cantante de ser enterrado en Ponce. En 2002, cuando preparaba la exhumaci¨®n, Puchi falleci¨®. Finalmente, el matrimonio y su infortunado hijo, H¨¦ctor J¨²nior, se juntaron bajo la tierra ponce?a.
Fania Records / Nuevos Medios saca a finales de mes 'La voz', un doble CD recopilatorio con los ¨¦xitos de Lavoe.
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