En busca de la cura milagrosa

Ha nacido un ni?o, y el ni?o parece bendecido. Vive en el pa¨ªs m¨¢s rico de la Tierra y en el momento de mayor prosperidad y conocimiento de la historia. Incluso tiene unos padres interesantes: uno brit¨¢nico, el otro norteamericano, ambos un poco famosos por derecho propio.

Entonces sucede algo inquietante. Algo que podr¨ªa ocurrir a cualquiera de nuestros hijos. De golpe, el ni?o empieza a retroceder. Primero pierde el habla, y a continuaci¨®n entra en un infierno solitario. Se aparta cuando le tocan y arquea la espalda cuando le cogen. Alinea sus juguetes en fila, y tiene miedo de cosas que no deber¨ªan provocarlo. Parece no notar tu presencia, y su indiferencia hace que te sientas despreciado.

"Tienes que meterte en su mente. Es algo parecido a susurrar a los caballos para controlarlos"

"Habl¨® por el trote de 'Betsy'. Nunca le he estadotan agradecido a un ser vivo como a ese caballo"

Roan tiene cinco a?os y es un ni?o feliz y adaptable, pero no sabe ir al ba?o solo

"Por qu¨¦ escupes? ?C¨®mo haces fuego?". ?sas fueron las primeras palabras de Rowan

Pronto empieza el aut¨¦ntico tormento. Ves c¨®mo los dem¨¢s ni?os juegan en el caj¨®n de arena del parque mientras el tuyo se queda a un lado, vertiendo y volviendo a verter obsesivamente la arena a trav¨¦s de sus dedos. Su sistema nervioso se ve recorrido por s¨²bitas tormentas, que le hacen gritar de p¨¢nico y de dolor. M¨¢s tarde, en los a?os m¨¢s tranquilos, cuando tiene cuatro o cinco de edad, los intentos de otros ni?os de hacerse amigos suyos son rechazados. No se debe a que tu hijo no quiera compa?eros: lo cierto es que a lo mejor est¨¢ deseando tenerlos. Pero la interacci¨®n social le deja perplejo, y la conversaci¨®n le pone nervioso porque no tiene ni idea de c¨®mo responder. De modo que se aleja con expresi¨®n distante, y da la impresi¨®n de ser fr¨ªo y raro. Esto es el autismo. Tu encantador cr¨ªo parece condenado a lo que, en 1943, Leo Kanner fue el primero en describir como "una extrema soledad autista".

Se trata de un trastorno desconcertante. Pero en una granja de Tejas, un padre brit¨¢nico cree que ha encontrado la forma de llegar a la mente de su hijo autista. El ni?o ha aprendido a hablar gracias a su relaci¨®n con un caballo. Es capaz de controlar sus rabietas, de expresar sus sentimientos, e incluso sabe matem¨¢ticas y deletrear cualquier palabra, y todo por un caballo. Es el ni?o del caballo, y la atenuaci¨®n de sus s¨ªntomas supone un desaf¨ªo para las creencias convencionales acerca de c¨®mo tratar su trastorno.

?Se puede sacar adelante a un ni?o autista a base de amor? ?Puedes, por lo menos, salvar a tu hijo sin destruir tu matrimonio y a ti mismo? Todos los padres desean ser buenos padres. La pregunta es c¨®mo. ?Puede un caballo ser la respuesta?

Si hay una familia preparada para combatir los misterios de este trastorno ag¨®nico, es ¨¦sta. Kristin Neff, la madre, es psic¨®loga evolutiva en la Universidad de Tejas. Rupert Isaacson, el padre, es un escritor de discursos pol¨ªticos que antes se dedicaba a adiestrar caballos, y se ha pasado la vida llamando la atenci¨®n sobre las injusticias. Durante los ¨²ltimos cinco a?os, su vida se ha centrado en Rowan, su hijo autista. "Tienes que meterte en el interior de su mente", dice Rupert, que aprendi¨® paciencia y empat¨ªa en su primera profesi¨®n como susurrador de caballos, al que contrataban para controlar a los animales fren¨¦ticos.

Al principio, Rowan parec¨ªa normal. Habl¨® muy pronto, y a los 12 meses ya dec¨ªa cinco palabras que empezaban por be. Luego las perdi¨®. Cuando, con 18 meses, no consegu¨ªa pasar ciertos l¨ªmites, su madre supo que pasaba algo. Pero su condici¨®n est¨¢ rodeada de tantos malentendidos que hasta ella, profesora de desarrollo humano, bromeaba con que al menos no se trataba de autismo, porque el ni?o establec¨ªa buen contacto visual. S¨®lo ahora es consciente de que los t¨®picos sobre el autismo no se basan en investigaciones como es debido. ?Cu¨¢ntos ni?os autistas son tan encantadores como ¨¦ste? ?Cu¨¢ntos pueden mirar a sus padres directamente a los ojos? No lo sabemos: ese trabajo no se ha hecho.

Desconocemos qu¨¦ causa el autismo, aunque se sospecha de la interacci¨®n de genes y toxinas. (A Rowan le falta un gen que produce glutationa, un antioxidante que combate las toxinas; para el a?o pr¨®ximo se espera un informe acerca del papel de los pl¨¢sticos y los f¨¢rmacos en el autismo). Por lo menos hoy entendemos qu¨¦ es el autismo. Dicho sencillamente, el cerebro est¨¢ cableado de modo diferente. Los esc¨¢neres indican que la materia blanca del c¨®rtex frontal, los "cables del ordenador" del cerebro, est¨¢ superdesarrollada. En lugar de conectar todas las partes del cerebro, puede que haya una masa de cables que llevan a una sola zona, de modo que parte del cerebro tiene m¨¢s conexiones de las que necesita, mientras que la otra parte est¨¢ poco servida. Las ¨²nicas zonas normales son el c¨®rtex visual y las de la parte trasera del cerebro, donde se almacenan los recuerdos.

Muchos autistas no piensan en palabras, sino en im¨¢genes, en dibujos o en s¨ªmbolos. "Cuando leo, traduzco las palabras escritas a pel¨ªculas en color, o simplemente guardo una foto de la p¨¢gina escrita para leerla m¨¢s tarde", cuenta Temple Grandin, uno de los que en los ¨²ltimos 20 a?os nos han abierto el mundo del autismo al aprender a describirlo en el lenguaje oral. "Debe de ser como mirar el mundo a trav¨¦s de un caleidoscopio e intentar escuchar al mismo tiempo una radio cuya frecuencia est¨¢ saturada de interferencias", explica Grandin.

Las conexiones adicionales del cerebro dan a una minor¨ªa de autistas algunas desconcertantes habilidades de erudito, como la capacidad de Kim Peek, que inspir¨® la pel¨ªcula Rain Man, de leer dos p¨¢ginas simult¨¢neamente, una con cada ojo, o la de Daniel Tammet, un ingl¨¦s, genio de las matem¨¢ticas, que recuerda el n¨²mero pi con 22.514 decimales. Para otros, la experiencia ordinaria es intolerable. Dicen que pueden o¨ªr la sangre fluyendo por sus venas o todos los sonidos de un colegio. Al mismo tiempo, las conexiones del cerebro que les faltan pueden manifestarse en escasa capacidad de reacci¨®n. Un ni?o en una fiesta de cumplea?os, rodeado de compa?eros que lamen un helado, puede quedarse mirando perplejo su cucurucho porque, aunque le gusta el helado, siempre lo ha tomado con cuchara.

Para Rowan, el autismo adopta una forma llamada PDD-NOS, que significa que sus habilidades comunicativas y sociales est¨¢n severamente perturbadas, pero que no se ajusta a las definiciones cl¨¢sicas. Empez¨® a agitar los brazos y a balbucear, al tiempo que se encerraba en s¨ª mismo durante horas. Durante dos a?os sufri¨® tormentas de fuego neurol¨®gicas, que le hac¨ªan convulsionarse en el suelo. "Pod¨ªa ser porque una brisa le rozaba la mejilla, y a ¨¦l le parec¨ªa como si le estuvieran abrasando con un lanzallamas", afirma Rupert. "No puede expresar qu¨¦ va mal".

El diagn¨®stico lleg¨® en abril de 2004, cuando Rowan ten¨ªa dos a?os y medio. Sus padres probaron la receta habitual: logopedia y terapia, an¨¢lisis de conducta aplicada, eliminaci¨®n de toxinas, suplementos para ajustar la qu¨ªmica del ni?o.

Kristin es budista, y Rupert, en palabras de su amigo Rian Malan, es franco, optimista y "vulnerable al encanto". Tras reunirse con curanderos africanos cuando investigaba para The healing land [La tierra sanadora], su libro sobre los bosquimanos del Kalahari, se abri¨® a la comuni¨®n con el mundo del esp¨ªritu. La rutina estricta no es lo suyo, como tampoco lo es simular que no nota la tensi¨®n de un ni?o -"ignorar el comportamiento negativo", como dicen los terapeutas-. Su instinto le llevaba a abrazar y a reconfortar, y a poner a Rowan en primer lugar. "Somos sus esclavos", dice Rupert. Tambi¨¦n tienen una objeci¨®n intelectual a la sabidur¨ªa convencional. La vida lanza a nuestros hijos bolas curvas. ?No deber¨ªamos lanzar bolas curvas nosotros tambi¨¦n? Si el orden ayuda a los ni?os autistas a corto plazo, ?no acaba reforzando a la larga las rigideces del trastorno?

La sorpresa lleg¨® con un descubrimiento accidental. Como muchos ni?os autistas, Rowan tiene energ¨ªa; un d¨ªa se escap¨® atravesando una valla y se fue con los caballos del vecino. Un percher¨®n llamado Betsy empez¨® a mostrar un lenguaje corporal de docilidad con el ni?o. Era extra?o. A pesar de sus ojos tiernos, Betsy es una quisquillosa yegua que no se lo piensa dos veces a la hora de soltar un par de coces en la cara de un caballo que la moleste o de irse directa al establo con un jinete incompetente a cuestas. Pero ah¨ª la ten¨ªas, con la cabeza tocando el suelo, someti¨¦ndose a un ni?o de dos a?os que no paraba de balbucear.

Durante a?os, Rupert se hab¨ªa dedicado profesionalmente a adiestrar caballos, y su primera reacci¨®n fue llorar. Ah¨ª estaba la prueba de que su hijo pod¨ªa compartir con ¨¦l su apasionado v¨ªnculo con los caballos. Pero si el autismo hab¨ªa dado a Rowan una inquietante l¨ªnea directa con el caballo, tambi¨¦n le hac¨ªa incapaz de aprender a montar. Ten¨ªa poco control sobre su cuerpo y pod¨ªa caerse. Como padre e hijo no pod¨ªan avanzar m¨¢s, Rupert se desanim¨®.

A ¨¦ste le sigui¨® otro suceso casual. Tras recibir el encargo de escribir un art¨ªculo sobre Honduras, Rupert fue a las monta?as y se encontr¨® con un mont¨®n de padres a lomos de sus caballos con sus hijos. Se dio cuenta de que, despu¨¦s de todo, s¨ª pod¨ªa ense?ar a Rowan a montar a caballo: pod¨ªan compartir el mismo. Cuando volvi¨® a casa le puso a Betsy una silla de montar y le pregunt¨® a Rowan: "?Quieres subir?". Y fue la primera vez que el ni?o le dio una respuesta directa: "?Arriba, arriba!", dijo.

Cuando fueron a montar los d¨ªas siguientes, hablaron. El padre le preguntaba: "?Quieres ir r¨¢pido o lento?", "?Quieres ir al agua o a los ¨¢rboles?", "?Mira, un cuervo! Los cuervos son negros. ?C¨®mo se deletrea cuervo?", "Dale un abrazo a Betsy. ?Gracias, Betsy!". Y Rowan respond¨ªa. En lugar del balbuceo y las repeticiones vac¨ªas de rigor, eran palabras con sentido. Al principio, la nueva habilidad s¨®lo se produc¨ªa sobre el caballo, y se desvanec¨ªa como un sue?o cuando estaba en el suelo. M¨¢s tarde tambi¨¦n se extendi¨® al resto de su mundo. Seis meses despu¨¦s, cuando Rowan ten¨ªa tres a?os y medio, pudo decirle a Betsy de manera espont¨¢nea que la quer¨ªa. "En realidad, debemos la mayor parte del habla cognitiva de Rowan a Betsy", afirma Rupert. "Nunca le he estado tan agradecido a un ser vivo como a ese caballo".

Igualmente significativo fue el efecto sobre los berrinches de Rowan. Todav¨ªa ten¨ªa arrebatos: gritos, contorsiones. Pero aunque pudiera ser un manojo de nervios de energ¨ªa aleatoria hasta que se le pon¨ªa en la silla, y volviera a tener espasmos nada m¨¢s bajarse, a lomos de Betsy estaba tranquilo. Tambi¨¦n respond¨ªa a los curanderos. Justo despu¨¦s del diagn¨®stico, Rupert trajo a un grupo de cazadores-recolectores africanos a Estados Unidos para dar a conocer la p¨¦rdida de sus tierras por culpa de las minas de diamantes. Los bosquimanos se convirtieron en parte de un acontecimiento celebrado en California, y algunos de ellos incluyeron a Rowan en sus ceremonias, rezando por ¨¦l y entrando en trance. Los s¨ªntomas del peque?o parec¨ªan atenuarse: incluso le ense?aba sus juguetes a la gente.

Por entonces, los logopedas empezaban a dar a Rowan por perdido y dec¨ªan que ya no pod¨ªan seguir ayud¨¢ndole. Lo ¨²nico que parec¨ªa funcionar era una yegua gru?ona y un encuentro con una cultura ancestral. Como todos los buenos escritores, Rupert decidi¨® llevar sus descubrimientos hasta el extremo. Se pregunt¨®: ?en qu¨¦ parte del mundo se combinan caballos y curanderos? La respuesta fue Mongolia. All¨ª, Rowan y sus padres encontraron la magia.

Rupert explica que Mongolia es donde el caballo evolucion¨® y el ser humano aprendi¨® a cabalgar sobre ¨¦l, y donde se origina la palabra cham¨¢n, que significa "el que sabe". As¨ª que la idea de Rupert es montar a caballo con Rowan, recorrer Mongolia de un curandero a otro y ba?arle en aguas sagradas. El periplo finalizar¨¢ en una de las regiones m¨¢s remotas de la Tierra, donde los chamanes son particularmente poderosos.

Cuando a Kristin se le comunic¨® el plan pens¨® que era una locura, pero crey¨® que nunca se llevar¨ªa a cabo. Pero no s¨®lo sucedi¨®, sino que unos editores compraron a Rupert el libro sobre su viaje por una suma tan elevada que en algunos pa¨ªses ha batido r¨¦cords [en Espa?a, los derechos los ha comprado la editorial El And¨¦n]. Va a hacerse una pel¨ªcula, The horse boy (El ni?o del caballo), y hay tr¨¢ilers en YouTube y MySpace. El libro se publicar¨¢ en 18 pa¨ªses [en Espa?a, en el oto?o de 2008].

Con Rupert Isaacson, Kristin y su hijo Rowan nos encontramos en la estepa mongola, entre n¨®madas que nunca han recibido a turistas, dispuestos a montar en los caballos semisalvajes que han cazado a lazo para nuestro viaje. Hasta ahora, Rowan nunca ha estado m¨¢s de tres horas a lomos de un caballo, pero este viaje va a durar d¨ªas. El deseo secreto de Kristin es que un d¨ªa su hijo encuentre a una mujer encantadora que le permita vivir con sus excentricidades, ya que resulta dif¨ªcil imaginarle viviendo de forma independiente, aunque es f¨¢cil pensar en ¨¦l gan¨¢ndose la vida con los animales. A Rupert le encantar¨ªa que Rowan dijese una mentira, lo cual revelar¨ªa un salto adelante. Tiene cinco a?os y no sabe hacer caca solo. Si los chamanes logran que use el inodoro, eso lo justificar¨ªa todo, piensa Rupert.

La operaci¨®n no es tan descabellada como parece. Despu¨¦s de llevar 12 a?os con Rupert, Kristin empieza a fiarse de su opini¨®n; en efecto, resulta que los avances de Rowan a caballo tienen una base te¨®rica. Se cree que el movimiento de balanceo, y el tener que buscar el equilibrio constantemente, estimula nuevas conexiones neuronales. Los investigadores en autismo est¨¢n siguiendo este viaje con inter¨¦s. Pero quien mejor defiende a estos padres es su hijo. Es un ni?o dulce y afectuoso. Se hace querer. Cuando est¨¢ alterado, tiene esa habilidad de los autistas para extraer de su memoria palabras que pueden corresponderse con lo que siente, pero no con lo que est¨¢ intentando decir. Por eso puede que grite "?jirafa!" con todas sus fuerzas, o "?inmigraci¨®n!", o "?Smith!", que es el apellido de su antigua profesora, la se?orita Smith, cuando en realidad quiere transmitir que est¨¢ nervioso o que ha perdido uno de sus juguetes favoritos. S¨®lo transcurre un d¨ªa desde que le conoces hasta que consigues que se r¨ªa con un juego. Lo m¨¢s impresionante de todo es su inter¨¦s en el mundo, lo opuesto a la idea cl¨¢sica sobre el autismo.

Pero ahora no se r¨ªe. De hecho, el viaje empieza mal y va a peor. Los caballos son receptivos. Pero Rowan no se acerca a ninguno. Los primeros d¨ªas, la mayor parte del grupo viaja a caballo excepto el ni?o, cansado y trist¨®n, que pasa el tiempo en el todoterreno de apoyo. Pronto su padre se plantea cambiar el t¨ªtulo del libro por El ni?o del todoterreno. Pasan los d¨ªas, y Rowan todav¨ªa se muestra cauto con los caballos: ha llegado a verlos como algo que su padre quiere que haga.

Rupert est¨¢ a punto de caer en la desesperaci¨®n. ?Est¨¢ haciendo esto por Rowan o por s¨ª mismo? Le ha salido una calentura en el labio, una reacci¨®n al estr¨¦s. El labio se parte dolorosamente en transversal, y atrae a las moscas. Pero la tensi¨®n no hace m¨¢s que agudizarse. Hay mucho en juego, y no es s¨®lo el bienestar de su hijo. El adelanto de siete cifras que le han dado por el libro est¨¢ pagando el rodaje de The horse boy, un fideicomiso para Rowan y una escuela en Tejas para ofrecer la educaci¨®n de Rowan a otros. La escuela, Big Sky [Gran Cielo], va a tener cuatro Betsys o m¨¢s como aulas m¨®viles, cada una con una manta de fieltro sobre el lomo que har¨¢ las veces de pizarra. Acoger¨¢ entre 9 y 15 ni?os con el mismo autismo de Rowan, y hasta 25 hermanos. Su inauguraci¨®n est¨¢ prevista para el a?o que viene, y el plan es fomentar el m¨¦todo en todo el mundo.

Big Sky est¨¢ dirigida por las cuatro estrellas del universo de Rowan: si las tres primeras son sus padres, Betsy y los curanderos, la cuarta es su tutora en la escuela, Katherine Sainz, cuyo hijo tiene un autismo parecido al de Rowan. En una antigua comuna hippy, Sainz adapta la jornada de Rowan a sus necesidades. Pasa cuatro horas dando una vuelta por el bosque con su sombra, Kamilo, que le protege y usa descubrimientos casuales como herramienta educativa. Cuando ha gastado la suficiente energ¨ªa como para estar calmado, entra en el aula, donde Sainz da sus clases con ayuda de dos cerdos, dos gatos y una pit¨®n. Despu¨¦s del colegio va a montar a caballo con Rupert.

Seg¨²n Kristin, este enfoque liberal en la educaci¨®n de su hijo implica que podr¨ªa tardarse tres veces m¨¢s en cambiar el comportamiento de un ni?o. Pero como los cambios proceden del interior, y no del exterior, tienen poder. Rupert establece una analog¨ªa: si no ense?as a un caballo a pensar por ¨¦l mismo, no ser¨¢ un campe¨®n. Tendr¨¢s un caballo capaz de funcionar en determinadas situaciones de manera predecible.

Rowan es un ni?o feliz y adaptable. Pero todo tiene su l¨ªmite. Sainz est¨¢ a miles de kil¨®metros. Todo lo que le es familiar est¨¢ lejos, excepto el equipo de rodaje, sus padres y un caballo al que no quiere. Experimenta un terrible retroceso y comienza a comportarse como sus padres no hab¨ªan vuelto a verle desde que ten¨ªa 18 meses. Pierde el lenguaje y empieza a balbucear. Grita sin control cuando muge una vaca, ataca a una ni?ita mongola y muerde a su padre. Llevar al ni?o a las aguas sagradas conocidas como "el manantial del cerebro" significa arrastrarle a la fuerza hasta all¨ª. Y todo se est¨¢ grabando para la pel¨ªcula The horse boy. Cuando se le echa el agua sobre la cabeza, vuelve a gritar. Pero de golpe empieza a re¨ªrse, y todo se convierte en un juego.

Se ha producido un avance tan importante que en aquel momento, antes de toda esta angustia, Rupert y Kristin sintieron que quiz¨¢ el viaje estaba justificado: por primera vez en su vida, Rowan tiene un amigo. En el pasado ha logrado jugar en paralelo, que consiste en que un ni?o juega cerca de otro de la misma edad. Esto es diferente. Nuestro gu¨ªa ha tra¨ªdo a su hijo de seis a?os, Bodibilguun, y ayudado por la igualdad de no tener un lenguaje com¨²n en el que Rowan pueda fallar, juegan con espadas, se abrazan, montan a caballo un ratito y en general se comportan como amigos. Y ahora que se ha recuperado, es evidente que Rowan est¨¢ feliz. Se inventa una historia en la que su amigo imaginario Buster, la peque?a conejita y Blackie el hipop¨®tamo tienen una aventura en Mongolia, y est¨¢ claro que est¨¢ reflejando los sucesos de los ¨²ltimos d¨ªas. Lo de contar historias es nuevo para ¨¦l. Por tanto, el viaje no es un desastre. Pero hasta ahora los caballos han tenido poco que ver con ello, y m¨¢s tarde el viaje vuelve a empeorar.

Todo el mundo, incluido Rowan, se dirige a caballo a ver a un cham¨¢n que est¨¢ en un lugar al que no puede llegar ning¨²n todoterreno. Michel Oriol Scott, el director de la pel¨ªcula, se queda atr¨¢s. Tiene una intoxicaci¨®n alimentaria. Pronto est¨¢ en el suelo, vomitando y con diarrea, y, mientras, su caballo se escapa. La cosa no puede ir peor.

Durante 40 a?os, el dogma m¨¦dico sostuvo que los autistas no ten¨ªan vida interior, y si la ten¨ªan, nunca podr¨ªa encontrar expresi¨®n. Una madre cambi¨® eso. Eustacia Cutler ense?¨® a su hija a leer e investig¨® sobre las claves para conseguir un futuro que tuviera sentido. Aquella ni?a, Temple Grandin, es ahora profesora de ciencias naturales y una estrella en los c¨ªrculos del autismo. Ha usado sus poderes visuales y su comunicaci¨®n con las vacas para dise?ar un tercio de las instalaciones para ganado en Estados Unidos, reduciendo la ansiedad de los animales y, por tanto, ayudando a la industria c¨¢rnica con innovaciones que a ella le parecen obvias. Quiz¨¢ el futuro de Rowan sea similar.

No hubo ning¨²n hito concreto en la vida de Grandin; creci¨® experimentando una serie de mejoras graduales. "No hubo magia, me limit¨¦ a hacerlo lo mejor que pude", asegura su madre. "Eso es lo importante, ¨¦se es el talism¨¢n".

Con Rowan es la misma historia. En realidad, el autismo no es un espectro, es una constelaci¨®n de individuos, y lo que funciona para uno podr¨ªa no tener ning¨²n efecto en otro. "Los expertos no saben qu¨¦ decirte", afirma Kristin. "Lo mejor que puedes esperar es encontrar a otro padre que tenga un hijo con rasgos similares a los del tuyo, y probarlo todo". En el fondo, muchas decisiones de los padres se basan en el instinto.

En alguna parte del ciberespacio, la p¨¢gina web de The horse boy, escrita antes de iniciar el viaje, hace una predicci¨®n m¨¢s audaz, m¨¢s temeraria. Bajo el ep¨ªgrafe de "?qu¨¦ resultados podemos esperar?", se puede leer: "Rowan ya ha reaccionado extremadamente bien a los caballos y a las ceremonias de los chamanes... Con una prolongada exposici¨®n a ambos podemos esperar ver una mejora radical y la recuperaci¨®n ante la c¨¢mara de la mente de un ni?o autista que se abre a la conciencia. Para el p¨²blico que siga este viaje milagroso, esta experiencia como espectadores de cine ser¨¢ rara y m¨¢gica de verdad".

Parece improbable. Pero sucede. Michel, el director de cine sin caballo, viene tambale¨¢ndose hasta el campamento y empieza a vomitar otra vez de forma tan estruendosa que Rowan deja de jugar para prestar atenci¨®n. El ni?o de cinco a?os se levanta y hace la primera pregunta de su vida: "Michel, ?por qu¨¦ est¨¢s escupiendo?". Sabedor de la importancia de este hecho, Michel pide heroicamente y con voz ronca que alguien coja una c¨¢mara. Luego, Rupert hace una fogata, y Rowan hace su segunda pregunta: "Pap¨¢, ?c¨®mo haces fuego?". A los pocos d¨ªas de hacer su primer amigo, y horas despu¨¦s de montarse en un caballo, Rowan hace avances verbales.

S¨®lo queda pendiente el mayor deseo de sus padres: el fin de esos d¨ªas de restregar calzoncillos. Rowan no usa pa?ales: hace caca directamente en los pantalones.

He prometido no describir el encuentro con el ¨²ltimo cham¨¢n; para eso deber¨¢n esperar a la pel¨ªcula. Pero puedo contarles esto. La tarde siguiente, en un banco de arena, Rowan hace unos peque?os y curiosos movimientos que indican que quiere hacer caca, pero esta vez hay una novedad: se est¨¢ aguantando. Y su padre le dice: "Venga, Rowan, ag¨¢chate". Todo el grupo le anima. Incluso Bodibilguun, el ni?o de seis a?os, se pone en cuclillas para ense?arle qu¨¦ tiene que hacer. Rowan mira a todo el mundo, se va a otro banco de arena, despu¨¦s dobla las rodillas y hace caca como si le hubieran ense?ado a hacerlo. Rowan y Kristin est¨¢n en ¨¦xtasis. Por primera vez en sus vidas, su hijo contiene sus esf¨ªnteres.

El encuentro de Rowan con Betsy fue una casualidad, como tambi¨¦n lo fue que Rupert supiese c¨®mo sacar provecho de ello. El padre us¨® a Betsy para todo: lenguaje, matem¨¢ticas, normas sociales. "Ten¨ªa tiempo", explica Rupert. "Me estaba divirtiendo con ¨¦l, en lugar de deprimirme porque ten¨ªa un hijo autista con el que no pod¨ªa conectar. S¨ª que pod¨ªa. Y me sent¨ªa muy realizado como padre".

La ¨²ltima vez que vi a Rowan fue en una casa de Berkshire, en el Reino Unido, donde pasaba unos d¨ªas con unos amigos de la familia. Me despido. "Rowan, dale un abrazo a Tim", le ordenan sus padres. En realidad, yo no soy nada para ¨¦l; s¨®lo un observador que habla mucho con sus padres. Pero Rowan le da la espalda a la televisi¨®n sin protestar, apoya la cabeza en mi hombro, junta su mejilla con la m¨ªa y, con sus manos rode¨¢ndome el cuello y la espalda, nos achuchamos. Para alguien a quien le aguarda una vida de "soledad autista extrema", la sensaci¨®n de esos 10 tiernos dedos es motivo de esperanza. ?Habr¨ªa adquirido el lenguaje de todas formas? ?Habr¨ªa aprendido a hacer amigos? ?Qui¨¦n puede asegurarlo? Todo lo que se puede saber es que, para este ni?o, un r¨¦gimen liberal y exc¨¦ntrico basado en un amor profundo centrado en los caballos parece ser la mejor terapia posible.

Hemos salido de la era oscura de los a?os cincuenta, cuando el autismo se achacaba al rechazo de una "madre severa" y al ni?o simplemente se le reclu¨ªa en una instituci¨®n. Pero todav¨ªa comprendemos muy poco. Un d¨ªa saldremos del periodo medieval del autismo. Quiz¨¢ la historia de El ni?o caballo sea un hito en el camino.