H¨¦roes en estado puro
El grupo ofrece en Zaragoza el primer concierto espa?ol de su gira de reencuentro
Han pasado 11 a?os desde que H¨¦roes del Silencio se despidieron con un "nos vemos en la gira del pr¨®ximo milenio". Muchos no se lo creyeron. Seguramente el 90% de los que ayer esperaban en el estadio de La Romareda la reaparici¨®n de los profetas que habr¨ªan de triunfar de nuevo en su tierra. Ni siquiera la lluvia quiso perderse el regreso de los H¨¦roes del Silencio. Y muchos se echaron a temblar cuando el cielo empez¨® a descargar agua sobre sus cabezas. "Llevo toda mi vida esperando. Cre¨ª que nunca lo ver¨ªa y ahora…". Juan Carlos y Paco que vienen desde Fuengirola, Melibea, que es sevillana y nunca consigui¨® verles sobre el escenario, Jos¨¦, cordob¨¦s que en sus 32 a?os les ha visto 10 veces y H¨¦ctor, que cuando den las 12 cumplir¨¢ 33 y lo celebrar¨¢ viendo a sus ¨ªdolos... Pero pronto el miedo desaparece y los nervios aumentan. Amaina el temporal.
Algo se mueve tras las cuatro pantallas gigantes que hay en el centro del escenario mientras arranca la intro habitual del grupo, Song to the siren. Son las 21.17 del 10 de octubre de 2007 y sobre el escenario est¨¢n H¨¦roes del Silencio. El p¨²blico s¨®lo puede gritar mientras los primeros compases de El estanque se abren paso entre el delirio para alcanzar los o¨ªdos de las m¨¢s de 30.000 almas que ahora se unen sobre el c¨¦sped empapado. Las sombras de Juan Valdivia y Enrique Bunbury aparecen tras las pantallas que ascienden para dejar ver al fin a los cuatro h¨¦roes sobre las tablas.
Tendr¨¢ que ser despu¨¦s de Deshacer el Mundo cuando al fin el m¨²sico rompa su silencio. Y ser¨¢ para gritar el nombre de su ciudad. ??Zaragoza!! La noche es fr¨ªa y Bunbury lo hace notar: "este jodido Pilar…" No se le ocurre mejor modo de calentar al p¨²blico que invitando a nadar "Mar adentro". Bunbury juega sobre el escenario tirando de las poses que anta?o le caracterizaron, aunque no se le escapa una sonrisa. El m¨²sico controla todo a su alrededor y una mirada basta para entenderse con sus compa?eros. Pero el rodaje latinoamericano se nota y los h¨¦roes despliegan sus encantos en el primero de los cuatro conciertos espa?oles que les devolver¨¢n a su p¨²blico.
Joaqu¨ªn Cardiel, -gorro vaquero, negro atuendo de costumbre- no puede parar de sonre¨ªr. Juan observa a su hermano en la distancia y se abstrae en su instrumento. Valdivia no decepciona cuando llega el momento de enfrentarse a sus solos. Como un amuleto o un cord¨®n que les uniese a ambos lados del escenario, los dos llevan sendos colgantes con forma de guitarra. Y Pedro, cabeza baja, baquetas en ristre golpea contundente la bater¨ªa adornada con el emblema de h¨¦roes.
Bunbury, otra vez maestro de ceremonias, presenta a sus compa?eros mientras, a trav¨¦s de una pasarela los h¨¦roes se trasladan desde el escenario principal a un peque?o escenario secundario. Ha llegado el momento de ver de lo que son capaces. Casi al borde del escenario Bunbury encara al p¨²blico que alza los brazos y acompa?a cantando La Herida. Los h¨¦roes y su p¨²blico vuelen a ser uno y a Bunbury se le escapa media sonrisa.
"Esta es la canci¨®n que menos le gusta a mi madre del repertorio. Esto es Flor venenosa". Parece que los m¨²sicos van entrando tambi¨¦n en calor y se lanzan con Apuesta por el R'N'R'. Se nota que empiezan a divertirse. El viento ha alejado los nubarrones y la seriedad del rostro de Bunbury se ha marchado con ellos. H¨¦roe de leyenda - "buen¨ªsima, buen¨ªsima, buen¨ªsima", se oye gritar en las primeras filas-. El ambiente ser¨ªa de absoluta intimidad si no fuera por las miles de personas que gritan al un¨ªsono.
Juan encuentra algunas dificultades en los primeros compases de No m¨¢s l¨¢grimas, pero logra la remontada y deja el ambiente caldeado para enfrentarse a la tercera parte del show.
Nuestros, nombres, El mar no cesa… Valdivia vuelve a estar en su salsa y empieza Entre dos tierras. Se cruza con un Bunbury euf¨®rico que corre arriba y abajo y que sonr¨ªe mientras canta "no seas membrillo…" Apenas ha terminado cuando los h¨¦roes se lanzan a por otro ¨¦xito seguro. Algunos gritar¨¢n, otros se echar¨¢n a llorar y muchos m¨¢s cerrar¨¢n los ojos al sentir los compases de Maldito Duende. Esta vez los dedos de Juan no tienen duda de cu¨¢l es el camino.
Avalancha llega ardiendo literalmente. Unas llamaradas surgen del escenario mientras la avalancha se traslada al campo y a la grada. La Chispa adecuada, sin embargo, ya en los bises llenar¨¢ de luces tenues –de m¨®vil- La Romareda y de confetis los rostros asombrados de las primeras filas.
Los minutos van cayendo y los h¨¦roes no van a prodigarse. Apenas un instante antes de desaparecer entre una lluvia de fuegos de artificio ser¨¢ En brazos de la fiebre, una de las canciones favoritas de Enrique la encargada de poner el broche de oro a una noche m¨¢gica para muchos. Ya lo dijo ¨¦l: "Casi nunca las cosas duran para siempre".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.