Una cuesti¨®n de principios
Por tercera vez en menos de dos d¨¦cadas, y si Buda no lo remedia, los birmanos volver¨¢n a quedar a merced de la brutal Junta Militar que les tiraniza desde hace 45 a?os ante la incapacidad de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y de los pa¨ªses asi¨¢ticos de adoptar una postura com¨²n frente al r¨¦gimen de los generales tras la revoluci¨®n azafr¨¢n del pasado mes. En 1988, las revueltas populares en contra de la dictadura militar y a favor de la democratizaci¨®n del pa¨ªs se saldaron con un m¨ªnimo de 3.000 muertos. En 1990, las elecciones que dieron un triunfo arrollador al partido de la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi fueron anuladas, y ¨¦sta, hija del padre de la independencia birmana, encarcelada y m¨¢s tarde puesta bajo arresto domiciliario, situaci¨®n en la que est¨¢ hoy.
Las manifestaciones de septiembre pasado, que llegaron a congregar a cientos de miles de personas en Yangon, Mandalay y otras ciudades del pa¨ªs, terminaron con el ¨²nico sistema de di¨¢logo que conocen los militares birmanos, a tiros. Y si las v¨ªctimas mortales -estimadas por las embajadas occidentales en m¨¢s de 200- no han ido a m¨¢s ha sido porque, contrariamente a lo que ocurri¨® en 1988 y 1990, el mundo ha comprobado horrorizado, gracias a Internet, los disparos a bocajarro y el apaleamiento de los pac¨ªficos manifestantes a manos de los militares. Como declaraba c¨ªnicamente en su intervenci¨®n en la ONU el ministro de Exteriores birmano, Nyan Win, "la normalidad ha vuelto a Myanmar". Como en los cementerios, la calma vuelve a reinar en la antigua Birmania.
Entretanto, el Consejo de Seguridad sigue dividido y sin articular una respuesta a la brutalidad de los generales. Estados Unidos, secundado por los otros dos miembros occidentales del Consejo (Reino Unido y Francia), junto con la UE, anuncia un endurecimiento de las sanciones impuestas en 1988. Por su parte, China y Rusia consideran la revuelta popular "un asunto interno" de Myanmar, no sea que a otros se les ocurra investigar la conculcaci¨®n de los derechos humanos en sus respectivos pa¨ªses desde la matanza de Tiananmen en Pek¨ªn hasta la eliminaci¨®n de periodistas molestos en la Rusia de Putin. Resulta pat¨¦tica la actitud de una cierta izquierda europea, anacr¨®nica y trasnochada, incapaz de manifestarse en contra de otra cosa que no sean las decisiones de EE UU, impermeable a lo que ocurra en Myanmar, Zimbabue, Darfur, Corea del Norte...
La actitud de China y Rusia era predecible, aunque la primera tiene ahora, con la celebraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos, un tal¨®n de Aquiles sensible a las presiones. Lo que es menos comprensible es la tibieza en la reacci¨®n de las dos democracias m¨¢s consolidadas de Asia: Jap¨®n e India, a pesar de que en el caso nip¨®n los militares birmanos han asesinado a los ojos del mundo a un valiente periodista gr¨¢fico japon¨¦s. Pero con el comercio y los intereses nacionales hemos topado. Las firmas japonesas se apresuraron a tomar el relevo de las occidentales en Myanmar, y la India no est¨¢ dispuesta a dejar a su antigua provincia oriental -Birmania formaba parte de la India imperial- bajo la exclusiva influencia china, especialmente desde que los militares birmanos parecen decididos a facilitar a China una salida al ?ndico, oc¨¦ano que la India considera su lago particular.
Y ?qu¨¦ decir del resto de los pa¨ªses lim¨ªtrofes de Myanmar, especialmente Tailandia, congregados en torno a la Asociaci¨®n de Naciones del Sureste Asi¨¢tico (ASEAN)? Es verdad que ¨¦sta emiti¨® un comunicado en el que expresaba su "repugnancia" por la represi¨®n al tiempo que ped¨ªa la liberaci¨®n de los presos pol¨ªticos. Pero s¨®lo con comunicados no se consigue el fin de las tiran¨ªas. Los pa¨ªses de la ASEAN invitaron en 1997 a Myanmar a unirse a la organizaci¨®n pensando que una pol¨ªtica de di¨¢logo convencer¨ªa a la Junta Militar de las bondades del cambio. El fracaso de esa pol¨ªtica est¨¢ a la vista. ?A qu¨¦ esperan los miembros de la ASEAN para expulsar de su seno a sus brutales socios? Ante esta hipocres¨ªa colectiva, se podr¨ªa decir con Groucho Marx: "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros".
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