?Un pacifista en la Casa Blanca? Poco probable
La concesi¨®n del Nobel resucita el debate sobre el futuro pol¨ªtico de Al Gore
La concesi¨®n del premio Nobel de la Paz a Al Gore devuelve al ex vicepresidente norteamericano al primer plano de actualidad en Estados Unidos y resucita el debate sobre su futuro pol¨ªtico. Pero eso no significa autom¨¢ticamente que sus posibilidades de ser presidente -de ser candidato siquiera- sean hoy mayores que ayer.
El Nobel confirma algunas cosas sobre Gore que ya se sab¨ªan. Confirma que es un personaje muy popular y respetado fuera de Estados Unidos. Confirma que su decisi¨®n de reintegrarse a la actividad p¨²blica, despu¨¦s de su derrota electoral en 2000, convertido en un agitador contra el cambio clim¨¢tico fue correcta. Y confirma tambi¨¦n que, gracias a esa dedicaci¨®n, Gore es una buena bala en la rec¨¢mara para los dem¨®cratas.
Parad¨®jicamente, el galard¨®n puede incluso perjudicar la eventual candidatura de Gore
Es dif¨ªcil imaginar a un pacifista de presidente porque siempre estar¨¢ presionado para usar la fuerza
Pero hay otras cosas que el Nobel no cambiar¨¢. Como, por ejemplo, el rechazo que Gore despierta entre las personas que creen que su entusiasmo por el fen¨®meno ecologista es un mero ejercicio de oportunismo, respaldado por el hecho de que no se conocen grandes revoluciones en esa materia durante sus a?os en la vicepresidencia. El Nobel tampoco cambiar¨¢ la oposici¨®n que Gore encuentra entre el sector centrista del Partido Dem¨®crata, que lo critica por haberse situado demasiado a la izquierda.
Hay otras cosas en las que, parad¨®jicamente, el Nobel puede incluso perjudicar a Gore. Un Nobel de la paz convierte al ecologista Gore tambi¨¦n en un pacifista. Y, por muy alto que sea el rechazo a la pol¨ªtica de pu?o de hierro de George Bush, no es f¨¢cil imaginar a un pacifista en la Casa Blanca.
Es dif¨ªcil imaginar a un pacifista en la Casa Blanca porque, por muy distintos que sean los tiempos que lleguen despu¨¦s de Bush, un presidente de EE UU est¨¢ continuamente presionado para usar la fuerza, por las buenas o las malas razones, seg¨²n quien lo juzgue.
Todos los antecesores recientes de Bush lo hicieron. Durante el periodo del propio Gore como vicepresidente de Bill Clinton, Estados Unidos realiz¨® bombardeos preventivos en Sud¨¢n, Irak y Afganist¨¢n, y tropas norteamericanas fueron desplegadas en acciones de combate en los Balcanes, Somalia o Hait¨ª.
Esa misma presi¨®n para usar la fuerza se dejar¨¢ sentir, sin duda, sobre el pr¨®ximo presidente, ya sea para continuar en Irak -a lo que Gore se opone- o para intervenir en Darfur, por mencionar un conflicto m¨¢s sensible para los posibles votantes del flamante Nobel.
Todo este debate, no obstante, es todav¨ªa muy prematuro porque Gore no es candidato a la presidencia ni tiene, si se creen sus declaraciones m¨¢s recientes, intenciones de serlo. Ayer mismo, un d¨ªa despu¨¦s de que un grupo de seguidores publicase una p¨¢gina publicitaria en el diario The New York Times, pidiendo su candidatura, un portavoz del ex vicepresidente repiti¨® que no tiene el prop¨®sito de competir por ning¨²n cargo p¨²blico.
Siempre hay tiempo para corregir esas palabras, pero lo cierto es que, al ritmo al que avanza esta campa?a electoral, cada d¨ªa que pase se hace m¨¢s improbable que Gore corra el riesgo de lanzarse a una batalla incierta y dura .
Por un lado, los dem¨®cratas tienen en la arena ya suficientes candidatos de garant¨ªa. Hillary Clinton y otros le dan al partido posibilidades de ¨¦xito m¨¢s que suficientes y desde posiciones m¨¢s centristas, es decir, con m¨¢s opciones para arrancar votos republicanos.
Pero, adem¨¢s de eso, una campa?a electoral en EE UU comporta la construcci¨®n de una compleja red de influencias y de cuentas corrientes de punta a punta del pa¨ªs que no se improvisa de un d¨ªa para otro. Al Gore, por mucha que sea su popularidad y cuantiosos sus medios para obtener dinero -es uno de los conferenciantes mejor pagados del mundo-, no.
As¨ª pues, m¨¢s que aupar a Gore, lo que este Nobel parece ser un mensaje a Bush sobre lo que esa instituci¨®n, proclam¨¢ndose portavoz mundial, quisiera o¨ªr desde la Casa Blanca en una materia de semejante trascendencia mundial.
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