Noah Gordon, carta de amor a Espa?a
Dice que descubri¨® Espa?a con Hemingway y el 'Quijote'. Que luego, en su primera visita, el flechazo le marc¨® para siempre. Arrinconado en su Estados Unidos natal y aplaudido en Europa, Noah Gordon se sumerge en las guerras carlistas y la viticultura en su nuevo libro, 'La bodega'.
Mucho pas¨® el a?o en que naci¨® Noah Gordon. Al Smith era elegido gobernador de Nueva York y muchos rezaron para que se convirtiera en el primer presidente cat¨®lico de Estados Unidos "faltaban a¨²n cerca de cuatro d¨¦cadas para anotar ese hito en la historia". Pas¨® que en Alemania, un hombre llamado Paul Joseph Goebbels era nombrado jefe de la secci¨®n berlinesa de un grupo pol¨ªtico conocido como el Partido Nazi. En Italia, el dictador Benito Mussolini reinstauraba la pena capital. Henry Ford creaba el Model T, el coche "que puso a Am¨¦rica sobre ruedas". Costaba 350 d¨®lares. El ingreso medio anual en Estados Unidos pasaba, poco, de los 1.300 d¨®lares. El pan se vend¨ªa a nueve centavos, y el litro de gasolina, a algo m¨¢s de dos.
"Para este libro pas¨¦ muchas jornadas visitando vi?edos, hablando con expertos y...?catando vino sin parar!"
"Siento que cualquiera de los candidatos dem¨®cratas puede ser un gran presidente, pero yo admiro a Obama"
Mucho pas¨® en 1926. Los felices a?os veinte entraban en su recta final. En Nueva York, los empresarios se lanzaban desde las ventanas tras el martes negro de 1929. El crash inaugur¨® una d¨¦cada marcada por la Gran Depresi¨®n. Sub¨ªan al poder los fascistas italianos y los nazis alemanes. Se declaraba la II Rep¨²blica en Espa?a, tras la victoria en las urnas de los partidos republicanos. Proclamaci¨®n que el general Franco se encarg¨® de reventar al iniciar una guerra civil que acabar¨ªa en 1939. A falta de un a?o para la d¨¦cada de los cuarenta, Espa?a iniciaba una larga dictadura y el mundo entraba en guerra.
Para entonces, el peque?o Gordon s¨®lo contaba con 13 a?os. A sus 15, el pa¨ªs que le vio nacer se sumaba a la II Guerra Mundial. Estaba seguro de que los combates habr¨ªan acabado mucho antes de que tuviera edad suficiente para empu?ar un fusil. Pero pas¨® un a?o de matanzas. Y otro. Y otro. Cuando se gradu¨® en el instituto en febrero de 1945, la muerte reinaba en Europa. Las chimeneas de los campos de concentraci¨®n segu¨ªan expulsando humo. El joven Gordon se alist¨® y se preparaba para la batalla al un¨ªsono que Estados Unidos planeaba para invadir Jap¨®n. Casi al mismo tiempo, al presidente Truman se le informaba al o¨ªdo durante una reuni¨®n: "The baby is born [el beb¨¦ ha nacido]". La bomba at¨®mica estaba lista para ser lanzada sobre Hiroshima y Nagasaki. Las bombas sobre Jap¨®n "salvaron mi vida e impidieron que tuviera que matar a ning¨²n ser humano", dice Gordon. "Acab¨¦ mi servicio sin hero¨ªsmos, como un oficinista del Ej¨¦rcito en un m¨¢s que aburrido trabajo en San Francisco".
Hasta aqu¨ª, media historia cargada de cad¨¢veres del convulso siglo XX. Hasta aqu¨ª, ni siquiera dos d¨¦cadas de la vida del hoy consagrado escritor Noah Gordon, de Worcester (Massachusetts). Acabado el conflicto armado m¨¢s grande y sangriento de la historia (mor¨ªa el 2% de la poblaci¨®n mundial, 60 millones de personas), el Gobierno de Estados Unidos se dot¨® de una ley conocida como G. I. Bill, que daba la oportunidad a los que sirvieron en el Ej¨¦rcito de estudiar en la Universidad. "Ah¨ª comenz¨® todo". Como si el tiempo apenas hubiera pasado, Gordon traslada la conversaci¨®n de hace m¨¢s de 60 a?os con sus padres. "Ellos no pod¨ªan pagarme estudios universitarios, y mucho menos lo que ellos deseaban, que me convirtiera en m¨¦dico, que son los estudios que comenc¨¦". Nada que ver con la vocaci¨®n. Para sus padres, la profesi¨®n m¨¦dica representaba seguridad financiera, algo que la familia no hab¨ªa tenido nunca. No era un detalle menor el hecho de que en algunos campos de concentraci¨®n los m¨¦dicos fueron los ¨²ltimos jud¨ªos enviados a las c¨¢maras de gas. Pero Gordon abandon¨® la medicina sin decir nada en casa y comenz¨® a estudiar periodismo. Desde ni?o tuvo claro las dos cosas que quer¨ªa hacer durante su existencia: ser periodista y escribir historias. Caminando por las calles de Boston, donde a finales del siglo XVII nac¨ªa el primer peri¨®dico de Estados Unidos, se confiesa satisfecho y afortunado con lo conseguido. Fue periodista en el antiguo The Boston Herald y es escritor de ¨¦xito, aunque haya que aplicarle la frase b¨ªblica que dice que "nadie es profeta en su tierra". De su primera profesi¨®n sigue sintiendo nostalgia (da la sensaci¨®n de que desear¨ªa ser ¨¦l quien hiciera la entrevista: "Echo de menos la profesi¨®n, me fascina"). La segunda le lleva esta semana a Espa?a a la presentaci¨®n de su octavo libro, La bodega (Roca Editorial), que se lanza oficialmente el 24 de octubre.
Usted ha dicho: "Este libro es mi carta de amor a un pa¨ªs".
?Y lo es! Empec¨¦ a viajar tarde a Espa?a. Ya era un hombre de mediana edad cuando desarroll¨¦ un afecto profundo por su gente, su cultura y ?sus vinos! Fue un enorme placer descubrir las glorias del buen vino. Pasado el tiempo, llegu¨¦ a constatar que deseaba escribir sobre un hombre que viviera en Espa?a y que se atreviera a so?ar con la posibilidad de elaborar un buen vino? No quiero que se piense que digo esto porque voy a publicar un libro all¨ª, pero soy un fan ac¨¦rrimo de Espa?a. All¨ª tengo familia [un hijo que le ha dado una nieta "espa?ola"] y me encanta pasar temporadas. Yo crec¨ª en la ¨¦poca de la Gran Depresi¨®n en Estados Unidos. Todos tuvimos que luchar para salir adelante, y mi familia no fue una excepci¨®n. No tuvimos la oportunidad de viajar y conocer mundo. Eso s¨ª, en Estados Unidos ten¨ªamos la suerte de tener un gran sistema de bibliotecas p¨²blicas? as¨ª que desde ni?o empec¨¦ a hacer incursiones y a escapar de la realidad sombr¨ªa a trav¨¦s de los libros. Le¨ª a Hemingway hablando de Espa?a. A Cervantes. Pero cuando llegu¨¦, descubr¨ª que la Espa?a que visitaba ya no era ni la de Hemingway? ?ni, por supuesto, la de Cervantes! Era una Espa?a totalmente diferente, un pa¨ªs maravilloso.
?Por qu¨¦ una novela acerca del mundo del vino con Espa?a como escenario?
El vino es delicioso [parece una buena raz¨®n], tiene un aura de misterio. A medida que iba leyendo sobre su historia [en su despacho tiene m¨¢s de una decena de libros dedicados al tema] fui llegando a la conclusi¨®n de que podr¨ªa escribir un libro interesante tomando como protagonista a un viticultor.
Situ¨¦monos en la ficci¨®n. Todo comienza en la regi¨®n de Languedoc, en la Francia de finales del siglo XIX. All¨ª sucede el flechazo: Josep ?lvarez ?un joven catal¨¢n de origen humilde, jornalero, pero ya curtido en el amor y las intrigas pol¨ªticas? comienza a trabajar para un viticultor franc¨¦s y se enamora de forma obsesiva del arte de la elaboraci¨®n del vino. Hasta Languedoc le ha empujado una huida hacia delante. Ha cruzado la frontera a Francia desde su tierra natal, tras verse mezclado de forma involuntaria en el asesinato del general Prim, en plenas guerras carlistas. Pero muere su padre, y aun a riesgo de caer en manos de la justicia, Josep emprende el regreso a casa. La tradici¨®n del hereu le otorga la propiedad sobre la finca familiar. Su pasi¨®n por la viticultura le revuelve el est¨®mago: es hora de poner en pr¨¢ctica los conocimientos adquiridos durante sus a?os en Francia. Le envuelve la obsesi¨®n por sacar adelante su propio vino. Se enfrenta a s¨ª mismo, a su soledad, a las plagas, al terreno imposible, a sus menguados recursos. A la elaboraci¨®n de un buen vino. Y junto a Josep se van paseando los habitantes de la ficticia Santa Eul¨¤lia: la joven viuda Marimar y su hijo Francesc; Nivaldo, el tendero; el cura; Donat, el hermano obrero? Descripciones culturales en el transcurso de episodios hist¨®ricos te?idos de ficci¨®n.
Noah Gordon ya hab¨ªa situado otro de sus libros en Espa?a. Quiz¨¢ la curiosidad por acercarse a sus propios or¨ªgenes (el autor asegura provenir de una de las 12 tribus fundadoras de Israel) fue lo que le llev¨® a escribir El ¨²ltimo jud¨ªo (2000). La novela viajaba en el tiempo a la Espa?a de hace m¨¢s de 500 a?os, a la ¨¦poca de la Inquisici¨®n, tras los pasos de tantos jud¨ªos expulsados u obligados a convertirse.
Pero? ?las guerras carlistas?, ?el asesinato del marqu¨¦s de los Castillejos y conde de Reus?
[Se r¨ªe, r¨ªe mucho este hombre. R¨ªe y contagia la sonrisa]. Yo no sab¨ªa nada de esa parte de la historia espa?ola, nada de la historia de Prim [confiesa, avergonzado, cuando quiz¨¢ buena parte de la actual poblaci¨®n espa?ola tampoco tenga noticia del pol¨ªtico liberal que hizo rey de Espa?a a Amadeo I, del general que protagoniz¨® la revoluci¨®n que destron¨® a Isabel II]. Pero empec¨¦ a estudiar y estudiar. Y a documentarme. Y encontr¨¦ algunas cosas interesantes, como el hecho de que el asesinato de Prim se parec¨ªa mucho al asesinato de Kennedy en Estados Unidos. ?Qu¨¦ y qui¨¦n estaba detr¨¢s de su asesinato? ?Estaba Cuba? ?Castro? ?La Mafia? Nadie sabe, probablemente nunca lo sabremos. En el caso de Prim, lo mismo. No sabemos. Parece que hab¨ªa implicaciones pol¨ªticas. Metieron en la c¨¢rcel a un par de personas, pero nadie fue detenido, nadie sabe por qu¨¦ fue asesinado. Ten¨ªa pol¨ªticos enemigos, pero hab¨ªa tanto que no se sab¨ªa, que mi imaginaci¨®n? se puso a trabajar. Hay parte de estas vidas fascinantes que por alguna raz¨®n me atraen, quiz¨¢ porque no voy a poder vivirlas yo mismo.
La frontera tambi¨¦n tiene un lugar privilegiado en 'La bodega'. Hay historias fascinantes en la frontera espa?ola: los carlistas fugitivos; Antonio Machado y Walter Benjamin murieron all¨ª?
Siempre recuerdo a mi abuela cont¨¢ndome c¨®mo se qued¨® atrapada entre las fronteras de Alemania y Rusia. Finalmente logr¨® cruzar. Si tienes un familiar que lleg¨® a un pa¨ªs pasando penalidades? la frontera juega un papel en tu vida, tu punto de vista sobre la inmigraci¨®n se vuelve m¨¢s comprensivo. Mi familia viene de la Rusia blanca. Mi madre naci¨® en Estados Unidos, pero mi padre lleg¨® al mundo en Rusia. Sab¨ªa algo de ingl¨¦s porque en la escuela donde estudiaba le ense?aron algo, pero poco. Ten¨ªa 12 a?os cuando entr¨® en Estados Unidos. S¨¦ lo que es inmigraci¨®n. No s¨¦ lo que supone morir en el desierto de Arizona. Pero si alguien es capaz de arriesgar la vida, de querer ganar dinero para sus hijos y enviarlo a M¨¦xico, quiero que esa persona sea conciudadano m¨ªo. Cuando yo era peque?o no ten¨ªamos dinero, pero disfrut¨¢bamos de mucha libertad, seguridad, oportunidades: ¨¦sa es la historia de Am¨¦rica.
Noah Gordon declara, con la amplia a que pronuncian los nativos de Boston: "Am¨¦rica es el ¨²nico lugar del mundo donde un emigrante no tiene que renunciar a su forma de vida".
Josep es un hombre que se hace a s¨ª mismo. Empieza trabajando para Leon Mendes en Francia y termina vendi¨¦ndole su propio vino. De trabajador a propietario. Esto es muy americano?
Casi todos mis personajes encajan en el prototipo norteamericano: el chico humilde, a menudo inmigrante, que trabaja duro hasta alcanzar el ¨¦xito. Soy descendiente de inmigrantes, por lo que supongo que parte de ese pasado acaba en mis historias. Adem¨¢s quer¨ªa escribir sobre un hombre que viviera en Espa?a y que se atreviera a so?ar con la posibilidad de elaborar un buen vino. Mi protagonista ser¨ªa inteligente, aunque iletrado, de mente compleja pero personalidad sencilla, un hombre de campo con una cercana relaci¨®n con sus vi?edos. Decid¨ª elegir el escenario que me parec¨ªa m¨¢s interesante: la ¨¦poca en la que las guerras carlistas acababan con la vida de mucha gente mientras la filoxera arrasaba las vi?as. Pero para poder hablar de la filoxera ten¨ªa que utilizar las guerras que enfrentaron a los partidarios de Carlos Mar¨ªa Isidro de Borb¨®n y al Gobierno de Isabel II. Imagin¨¦ a mi protagonista como descendiente de jornaleros, por lo que fue indispensable que me documentara acerca del reparto de la tierra.
Investigador sistem¨¢tico. Escritor ordenado. Fotograf¨ªas de la vida de su familia rodean su mesa, bajo una ventana que muestra un ¨¢rbol cuyas hojas ya se han rendido al oto?o bostoniano y comienzan a te?irse de rojo. Se disculpa porque la mujer de la limpieza no ha acabado su trabajo y sigue trasteando por la casa, se preocupa por si la aspiradora dificultar¨¢ la grabaci¨®n de la entrevista. Se disculpar¨¢, bromeando, cuando, al abandonar ambos la residencia en su enorme coche ("mi hija me rega?a por no tener todav¨ªa un h¨ªbrido"), proclame el d¨ªa como la "jornada de la limpieza", con los cubos de basura volcados en el perfecto y cuidado jard¨ªn, tras el paso del cami¨®n de la basura. Tiene una docena de paquetes de folios al lado de su ordenador, como si estuvieran preparados para su nuevo trabajo. "Me gustar¨ªa escribir un libro de relatos. Me he dado cuenta de que tengo como una docena o m¨¢s de ideas en las que me gustar¨ªa trabajar, y creo que, si soy suficientemente afortunado de terminarlo, mi pr¨®ximo libro ser¨¢ de historias breves". Noah Gordon ha vendido millones de libros. En Espa?a, su nombre siempre aparece en las listas de h¨¢bitos de lecturas del Ministerio de Cultura. Hombre leal. En el amor y en el trabajo. Su compromiso con la mujer con la que se cas¨® hace casi 60 a?os parece intacto al paso del tiempo. "Creo que durante la existencia de un escritor, los momentos duros est¨¢n garantizados, y Lorraine y yo hemos tenido nuestra dosis. Pero afortunadamente he sido un escritor tard¨ªo, por lo que he podido apreciar lo que significa con mucha m¨¢s serenidad"; "con la aparici¨®n de Lorraine, la vida ya nunca fue la misma". Dice que si una relaci¨®n se abona, se llega al final feliz. Como en sus libros. Su fidelidad se extiende a la profesi¨®n. En un mundo que parece dominado por el dinero, Gordon ha decidido unir su destino a Roca Editorial. La amistad con el equipo que desde Ediciones B lanzara en 1988 al autor norteamericano con El m¨¦dico ha hecho que, ahora que los derechos de sus obras han caducado en Espa?a, Gordon haya decidido abandonar esa casa editorial ?donde est¨¢ publicada toda su obra? y seguir a su editora Blanca Rosa Roca en su nuevo sello, a pesar de haber recibido ofertas m¨¢s jugosas.
?Cu¨¢nto tiempo le llev¨® investigar y escribir 'La bodega'?
Normalmente investigo a lo largo de un a?o y luego dedico varios a?os a la escritura del libro. Esta vez, varias cosas se interpusieron en el camino: la enfermedad de dos miembros de mi familia rob¨® buena parte de mi tiempo. Tampoco es un secreto que mi propio envejecimiento no me permite tantas licencias con mi cuerpo [adopta un tono muy serio al decir esto; en varias ocasiones durante el encuentro evita dar m¨¢s detalles sobre su familia, o cuando los da, pide que queden fuera del dominio p¨²blico]. Intent¨¦ convencerme de que podr¨ªa escribir la novela mientras estaba semirretirado, lo cual demostr¨® ser del todo falso. Sin apenas darme cuenta, hab¨ªan pasado m¨¢s de media docena de a?os desde la aparici¨®n de mi libro anterior. Finalmente, hace m¨¢s o menos un a?o volv¨ª a escribir a jornada completa, a trabajar a diario. Me sent¨ª bien. Me record¨® a hace muchos a?os, cuando yo era un reportero de un peri¨®dico de Boston. Recuerdo un verano de estos duros, imposibles de soportar en la redacci¨®n, atado a la mesa, con los tel¨¦fonos sonando y los jefes encima? De repente logr¨¦ convencer a mi superior de que me permitiera hacer un reportaje sobre las islas de alrededor y durante una semana estuve navegando, paseando, hablando con los lugare?os. Fue id¨ªlico. Al cimentar este libro he vivido algo parecido, porque pas¨¦ muchas jornadas visitando vi?edos, hablando con expertos y? ?catando vino sin parar! Como ve, ?acab¨¦ el libro sin ning¨²n problema!
?C¨®mo no enamorarse de ¨¦l? ?Afortunada Lorraine! Cuando con galanter¨ªa te rebaja la edad en m¨¢s de una d¨¦cada y te mira seguro de s¨ª mismo desde sus limpios ojos azules. Cuando decide ofrecerte todo el tiempo del mundo para que le hagas preguntas y m¨¢s preguntas, incluso irrelevantes, simplemente curiosas y pr¨¢cticas para la vida de alguien que vive en Estados Unidos. Cuando consulta su reloj, por segunda vez, y decide que se acab¨®, que es hora de ir a comer. Pero los dos. "Seguimos charlando frente a un plato de sushi". Con la tempura supero el hechizo de sus ojos tranquilos y me atrevo a criticarle la novela.
El personaje de Marimar? no me resulta cre¨ªble. En pleno siglo XIX, una mujer soltera, madre de un hijo, que no se ata y cultiva sola sus tierras como si fuera un hombre. Me temo que mis antepasadas estaban bastante peor que eso?
Estaban mal, muy mal. Viv¨ªan en condiciones dur¨ªsimas. No se las consideraba. No ten¨ªan derechos de ning¨²n tipo. Eran pr¨¢cticamente invisibles. Pero si bien es verdad que no era f¨¢cil ser mujer, tampoco lo era ser hombre de la clase trabajadora? la pobreza lo inundaba todo. No ten¨ªan protecci¨®n de ning¨²n tipo. Carec¨ªan de sindicatos?
Se?or Gordon, aplicando la l¨®gica bostoniana? le supongo dem¨®crata.
[No da tiempo casi a que acabe la frase. Se ajusta coqueto los tirantes negros sobre una impecable camisa de Ralph Lauren]. De toda la vida. Yo siempre he sido dem¨®crata, mi familia siempre ha sido miembro del Partido Dem¨®crata. Soy dem¨®crata [insiste, pero? ya le he criticado la novela? no le pienso parar]. Y estoy francamente emocionado por el tiempo que se avecina. Siento que cualquiera de los candidatos dem¨®cratas puede ser un gran presidente. Mi seguridad se acrecienta porque ninguno del otro lado [republicanos] es, digamos, muy prometedor [r¨ªe]. Siempre he sido un gran defensor de los Clinton, y mi mujer es una fan ??recuerdan a Lorraine??, adora a Hillary [Clinton]. A m¨ª tambi¨¦n me gusta, pero yo admiro a Obama [Barack]. Tenemos esa pelea en casa, lo cual es muy sano. Aunque fuera de broma, creo que cualquiera de los dos har¨ªa un buen papel. ?Yo s¨®lo espero que si ella sale elegida, le d¨¦ a Obama un buen trabajo!
Como dem¨®crata? ha sido, est¨¢ siendo, un tiempo realmente dif¨ªcil.
Me temo que s¨ª. Los republicanos han estado mucho tiempo en el poder y han adoptado pol¨ªticas nocivas. Todas las normas de recortes de libertades despu¨¦s del 11 de septiembre. Me entristece pensar que la imagen de Estados Unidos como el pa¨ªs donde siempre tienes tus libertades protegidas, donde siempre tienes derecho a un juicio justo, ha desaparecido. Con la Administraci¨®n de George Bush [hijo], esto ha cambiado. Pero estoy seguro de que es reversible. Aunque no podemos dejar de preguntarnos cu¨¢nto da?o se ha hecho ya a la imagen de EE UU en el extranjero. Voy a Espa?a, a Europa, y me preguntan qu¨¦ est¨¢ pasando. Tras los atentados del 11-S hab¨ªa una muy buena voluntad y solidaridad. Pero ahora se ha derivado en un enorme antiamericanismo. No me gustan las guerras sin sentido. No me gust¨® Vietnam. No me gusta Afganist¨¢n ni me gusta Irak. Pero no hacemos nada. Hablamos de ello, decimos "no me gusta". Y nada m¨¢s. La soluci¨®n no es f¨¢cil. Si nos vamos de Irak, ?c¨®mo van a ser las cosas?, ?peor? Pero si ya se est¨¢n matando? Si nos vamos, la culpa podr¨¢ con nosotros. Si continuamos, seguiremos enviando a j¨®venes americanos, pobres, de los estratos sociales m¨¢s desfavorecidos, a la muerte.
No es una, ni dos? son tres las veces que el octogenario escritor se refiere a la muerte, a la ajena y a la suya propia. Es conmovedor. Sabe que su tiempo es limitado. Sabe que puede que no le alcancen los a?os para escribir una nueva novela. Sabe que ya nunca le llegar¨¢ en su propio pa¨ªs el ¨¦xito que le ha seguido siempre en Europa. Parece que el equipo de b¨¦isbol de la ciudad, los Red Sox (los Medias Rojas), no es el ¨²nico, a excepci¨®n de los Kennedy, al que persigue un maleficio. La primera novela de Gordon, El rabino (1965), estuvo 26 semanas en la lista de libros m¨¢s vendidos del The New York Times. Pero El m¨¦dico apenas vendi¨® 10.000 copias. A menos de una hora al noroeste de Boston se encuentra Powell, la cuna de la Revoluci¨®n Industrial americana, y tambi¨¦n de Jack Kerouac, el narrador y poeta de la generaci¨®n beat. Oliver Wendell Holmes ya era un poeta reputado cuando proclam¨® Boston como el "centro del universo". Esta afirmaci¨®n dar¨ªa para horas de debate. Pero lo que es indiscutible es que Boston y alguno de sus alrededores (Concord) han compuesto parte del universo literario norteamericano. El m¨¢s importante pensador estadounidense, Ralph Waldo Emerson, vivi¨® y escribi¨® aqu¨ª. Su disc¨ªpulo Henry David Thoreau se inspir¨® en el cercano Walden Pond para escribir su mejor libro. Louisa May Alcott ense?aba al mundo la ciudad en Mujercitas. Nathaniel Hawthorne, autor de La letra escarlata, ocup¨® durante un tiempo la casa donde Emerson escribi¨® su ensayo Nature. La lista de poetas que se educaron o vivieron en Boston y Cambridge puebla el qui¨¦n es qui¨¦n de la literatura norteamericana: T. S. Eliot, Sylvia Plath, Robert Frost, John Greenleaf Whittier?
No est¨¢ Noah Gordon. En el aire queda el gran misterio. Gordon es un norteamericano que escribe sus novelas en Norteam¨¦rica, principalmente con temas de fondo norteamericanos, pero que recoge los premios, asiste a las cenas en su honor y tiene millones de lectores en el extranjero.
Una vez m¨¢s, Gordon se ha sumado a la novela hist¨®rica en una ¨¦poca propicia a la misma, "quiz¨¢ porque cada vez sentimos m¨¢s nostalgia del pasado y m¨¢s curiosidad por saber de d¨®nde venimos", explica. "Ojal¨¢ revivir el pasado sirva de algo, ojal¨¢ podamos aprender de los errores. Pero me temo que no es as¨ª. La expulsi¨®n de los jud¨ªos de Espa?a ocurri¨® hace cinco siglos. Pero en pleno siglo XX asistimos al Holocausto".
?Y los espa?oles, aprendemos los espa?oles?
Cuando se trata de pelearse, los espa?oles son sus peores enemigos.
?sa es una frase de la novela, se?or Gordon? ?S¨®lo de la novela?
[Noah Gordon sonr¨ªe?]. He escrito una carta de amor a Espa?a?
El libro 'La bodega', de Noah Gordon, se edita en Espa?a el 24 de octubre por Roca Editorial.
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