Los cuentos del 'lehendakari'
?Vivir del cuento? Bueno, algunos s¨ª lo hacemos, aunque me da el p¨¢lpito de que es mucho m¨¢s peligroso (m¨¢s peligroso para el pr¨®jimo o la sociedad) vivir en el cuento. ?Se han fijado que nuestro lehendakari nunca est¨¢? Se pasa el tiempo viajando muchas veces por el pasado, en esa sopa m¨ªtica o amni¨®tica que le alimenta, y otras tantas por el mundo, aquejado de un maspapismo que le lleva a superar a Wojtyla, aquel campe¨®n del vuelo m¨¢s o menos libre. A estas alturas a nadie se le escapa que el ensimismamiento de Ibarretxe en los arcanos (de donde ya no nos trae ni un s¨ªlex, ay, que llevarnos a la boca, ni siquiera un poquito de carbono catorce que demuestre que los vascos no datamos y nos actualice el gusto del Para¨ªso perdido anticip¨¢ndonos el Pa¨ªs de las Maravillas) equivale a estar metido hasta las cachas en el cuento, donde adem¨¢s de Alicia caben Otegi, Egibar, Josu Jon y otros tantos compadres fervorosos de lo que la sidra, el roble y los ancestros representan. Pero es que el animus viajandi de nuestro lehendakari forma parte de lo mismo. En efecto, y¨¦ndose a las chimbambas para pisar esa tierra vasca -o di¨¢spora- en los distintos chiringuitos que a modo de postas se ha montado (un batzoki, una casa vasca... ?o ser¨¢ un caser¨ªo?) le hace pensar, mediante un deslizamiento comprensible, que no s¨®lo los chiringuitos son vascos, sino que lo son todos los pa¨ªses donde ¨¦stos se encuentran, aunque s¨®lo sea porque comprenden el relato de los vascos que les lleva. Y todo ello alimentado no por unas kokotxas, sino por la cancha que le dan en los medios de comunicaci¨®n y que suele ser equivalente a la de los jefes de Estado (tal vez porque ¨¦stos no se suelen molestar en viajar por donde Ibarretxe viaja), de los que no se halla tan lejos porque representa, che, a un Gobierno. ?C¨®mo no va a pensar que todo el mundo es vasco? Y as¨ª, a lo tonto a lo tonto, nuestro lehendakari se ha cre¨ªdo que Euskadi tambi¨¦n tiene su Commonwealth.
Esto le viene muy bien, porque esta sobrerrepresentaci¨®n de ¨ªndole internacionalista -el global basque o vasco-globalizaci¨®n- le ayuda a sostener y retroalimentar la sobrerrepresentaci¨®n m¨ªtica -la presencia ininterrumpida en el mismo solar patrio desde tiempos inmemoriales-, cerrando as¨ª los dos extremos del cuento. Porque ya dijo Queneau que s¨®lo hay dos clases de relatos: los que tienen por modelo a La Il¨ªada -la acci¨®n sucede en el mismo lugar- y los que tienen por modelo a La Odisea -la acci¨®n sucede en distintos lugares-, o sea. Con la particularidad a?adida de que el intercambio de relatos a¨²n se refuerza con otra dosis de internacionalizaci¨®n, consistente en parangonar lo que aqu¨ª sucede con lo que ha sucedido o est¨¢ sucediendo en otros lugares (generalmente prestigiosos, por ejemplo Irlanda y no Sud¨¢n), aunque reserv¨¢ndose in peto la convicci¨®n de que nada puede haber como Euskal Herria y la importaci¨®n masiva de expertos de diferentes pa¨ªses para que, so pretexto de resolver conflictos o entender en legislaci¨®n internacional, refrenden los puntos de vista de Ibarretxe.
Con esto la bola crece, y cuando digo la bola digo la bola de nieve, pero tambi¨¦n la trola. Y as¨ª se da la paradoja de que vivimos m¨¢s atrapados por el lehendakari cuando no est¨¢ que cuando est¨¢. Porque cuando no est¨¢ imaginamos que nos manda un jefe legendario puesto a remojo en mitos, mientras que si estuviera tendr¨ªa que atender a cosas tan peregrinas como visitar a un escolta salvado de milagro de morir por la bomba de ETA (con la que desde luego nada tiene que ver Batasuna, ni siquiera en sus amenazas o predicciones), o defender alguna clase de presupuestos cuando ¨¦l s¨®lo est¨¢ para salvar patrias en peligro reencarnando al Sastrecillo Valiente y, si su horizonte epistemol¨®gico se lo permitiera, al mism¨ªsimo Cid Campeador, claro que traducido al euskera. No olvidemos que cuando el lehendakari se desplaza a Madrid est¨¢ viajando al extranjero, pero, ¨¦ste s¨ª, un extranjero hostil que s¨®lo le sirve para alimentar m¨¢s el cuento.
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