Los mundos ocultos de Giacometti
El Pompidou exhibe m¨¢s de 600 obras del artista suizo, la mayor¨ªa nunca antes expuestas
La familia del artista es un peligro. Aunque la afirmaci¨®n es excesiva, son muchos los pintores, dramaturgos, poetas o artistas en general que tienen una posteridad dif¨ªcil debido a su esposa, hijos, nietos, sobrinos, primos o primos segundos. Es el caso de Alberto Giacometti (Borgonovo, 1901-Coire, 1966). Muri¨® sin testar, y durante m¨¢s de 25 a?os -hasta la creaci¨®n de una fundaci¨®n, en 2003, que gestiona los derechos de la herencia- la viuda y resto de familiares se enzarzaron en una guerra que mantuvo invisible una gran parte del legado Giacometti.
El Centro Pompidou de Par¨ªs presenta, hasta el 11 de febrero de 2008, L'atelier d'Alberto Giacometti, una exposici¨®n que re¨²ne m¨¢s de 600 obras, entre ellas unas 200 esculturas, 60 pinturas y 170 dibujos, la mayor¨ªa de ellos nunca expuestos hasta ahora. El n¨²cleo de la muestra son los muros de yeso de los tres talleres en que trabaj¨® Giacometti a lo largo de su vida, los dos suizos en Stampa y Maloja y, sobre todo, el m¨ªtico estudio parisiense, tantas veces fotografiado, del 46 de la Rue Hippolyte-Maindron, desgraciadamente derribado por la presi¨®n inmobiliaria.
El n¨²cleo de la muestra son los muros de los tres talleres donde trabaj¨® el artista
El Giacometti que nace de esta exposici¨®n es muy diferente del consagrado por sus c¨¦lebres exposiciones estadounidenses de los cuarenta, cincuenta y sesenta, todas ellas centradas en un artista que inventa unas figuras filiformes, una imagen de la soledad e indefensi¨®n del hombre contempor¨¢neo tras la II Guerra Mundial y el horror de los campos de exterminio, una imagen que a ¨¦l le irritaba: "No me siento ligado a ninguna po¨¦tica de la soledad". El Giacometti pintor de esos a?os es un creador pr¨®ximo a ciertas preocupaciones de Bacon, con figuras cuyo rostro se descompone, borrado por un simple gesto. El artista del Pompidou es mucho m¨¢s variado, no s¨®lo porque nos recuerda su evoluci¨®n, con su largo periodo cubista o constructivista, su momento surreal y un continuado estudio de los cl¨¢sicos -Durero, Rafael, Tiziano, Vel¨¢zquez, entre ellos-, sino tambi¨¦n porque nos permite adentrarnos en el proceso de trabajo del creador, en su aceptaci¨®n del azar, del tiempo, en su reflexi¨®n sobre la idea misma de terminar una obra, su relaci¨®n ambivalente con la noci¨®n de maestr¨ªa. Giacometti aparece un poco como un cham¨¢n: "Desde hace a?os no hago otra cosa que esculturas que se ofrecen a mi esp¨ªritu. Me he limitado a reproducirlas sin cambiar nada", dec¨ªa el artista.
El material recuperado del estudio tambi¨¦n permite poner un l¨ªmite al mito de Giacometti como gran destructor que s¨®lo conservaba lo esencial, el destilado de su arte. "Nunca he destruido una obra voluntariamente. Lo que yo llamo destruir consiste simplemente en deshacer para mejorar, para continuar", dice en uno de los textos rescatados. Y su modelo japon¨¦s, Isaku Yanaihara, lo confirma al contar que en 1956, al no disponer de otra tela, Giacometti decidi¨® servirse de un retrato anterior para pintar sobre ¨¦l a Yanaihara. Otras veces el creador del m¨ªtico hombre caminando, en mil ocasiones declinado, reconoce haber hecho desaparecer alguna de las obras en las que trabajaba por otro tipo de razones, como ese busto de Picasso que decidi¨® destruir y no exponer en Estados Unidos. "Porque me ser¨ªa muy desagradable que puedan pensar -y habr¨ªa personas que lo har¨ªan- que he expuesto un picasso para hacerme algo as¨ª como publicidad, algo que destruir¨ªa todo el placer que la exposici¨®n ha de procurarme". Una actitud orgullosa que contrasta con la de tantos artistas que esperan heredar un poquito de la fama y el prestigio de las personas que retratan. Otra forma, en definitiva, de los peligros que entra?a la familia, incluso cuando es electiva.
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