Cambiar el estilo de vida
La necesidad de cambiar nuestro estilo de vida y la manera de conseguirlo son las dos preocupaciones fundamentales de la pol¨ªtica actual. Varios de los grandes problemas que hoy afrontamos ser¨¢n imposibles de resolver mientras los pol¨ªticos no puedan, de una u otra forma, convencer a la gente para que cambie sus h¨¢bitos de vida. Los temas que hay que abordar son muchos y muy variados: la obesidad y otros aspectos relacionados con la salud, el consumo de alcohol entre los adolescentes, la conducta antisocial, los bajos ¨ªndices de natalidad, hasta llegar al m¨¢s trascendental: el cambio clim¨¢tico.
En muchos sentidos, es un nuevo orden de prioridades. El Estado de bienestar tradicional consist¨ªa, en gran parte, en ocuparse de las consecuencias de los problemas cuando ya hab¨ªan ocurrido: si alguien pierde su puesto de trabajo, el Estado le da unas prestaciones hasta que consiga otro; si tiene un hijo, le ayuda con lo necesario; si cae enfermo, el sistema de salud se encarga de ¨¦l. Hoy tenemos que ser m¨¢s intervencionistas. Los niveles de obesidad, en aumento constante -son ya casi una tendencia mundial, presente incluso en Jap¨®n-, podr¨ªan anegar el sistema de salud de aqu¨ª a diez o veinte a?os. La obesidad, o el mero hecho de tener un sobrepeso considerable, acarrea un riesgo mucho mayor de padecer problemas de coraz¨®n, diabetes, c¨¢ncer y otras enfermedades. En el caso del cambio clim¨¢tico, si no pasamos a la acci¨®n, el mundo en el que vivan nuestros hijos y nuestros nietos ser¨¢ verdaderamente miserable. La tecnolog¨ªa tiene su funci¨®n, pero es obligatorio que modifiquemos nuestras costumbres.
Desde la obesidad al cambio clim¨¢tico, se requiere m¨¢s acci¨®n gubernamental
La primera duda que surge est¨¢ relacionada con la libertad. ?Qu¨¦ derecho tienen los gobiernos a inmiscuirse en la forma de vida de sus ciudadanos? ?No debe tener todo el mundo libertad para destruirse como quiera? Desde luego, existen ciertas ¨¢reas poco claras. No obstante, se pueden establecer unos cuantos principios generales. En primer lugar, los ni?os est¨¢n en distinta situaci¨®n que los adultos. Por ejemplo, es completamente leg¨ªtimo sugerir que los ni?os tengan la posibilidad de comer de forma sana en el colegio, que se proh¨ªba instalar en las escuelas m¨¢quinas de golosinas o que la publicidad dirigida a los ni?os est¨¦ sometida a unas normas. En el caso de los adultos, los l¨ªmites no est¨¢n tan definidos, pero, como m¨ªnimo, podemos decir que la intervenci¨®n puede estar justificada cuando las libertades de unos significan restringir las de los dem¨¢s. Por ejemplo, si ahora derrochamos los recursos de la tierra, estamos afectando la forma de vida de las generaciones futuras. Adem¨¢s, podr¨ªa decirse que algunos tipos de comportamiento autodestructi
-vo, m¨¢s que ser una manera de expresar la libertad, la limitan. Las personas adictas a una sustancia o una conducta espec¨ªfica no son libres, porque no controlan su h¨¢bito, sino que el h¨¢bito las controla a ellas.
Existen ya algunos ejemplos de intervenciones que han conseguido cambiar el modo de vida. Uno de los m¨¢s c¨¦lebres es el de Karelia del Norte, en Finlandia. Los habitantes de esta zona ten¨ªan un ¨ªndice muy elevado de dolencias cardiacas y otras enfermedades relacionadas con el consumo de alimentos ricos en grasas. En los primeros a?os setenta se cre¨® un programa para ayudarles a cambiar su dieta. Casi todas las acciones se llevaron a cabo en la propia comunidad. La industria alimentaria contribuy¨® con la fabricaci¨®n de productos l¨¢cteos bajos en grasa y la reducci¨®n de la sal en los alimentos. Entre 1970 y 1992, los ¨ªndices de mortalidad por dolencias cardiacas disminuyeron en un 57%.
En algunos pa¨ªses, la implantaci¨®n del uso obligatorio de cinturones de seguridad en los coches choc¨® al principio con la oposici¨®n de los grupos defensores de las libertades civiles. Sin embargo, pronto se generaliz¨® y, desde entonces, ha salvado muchas vidas en las carreteras. Otro ejemplo relacionado con el comportamiento al volante es el de la conducci¨®n tras haber consumido alcohol. La combinaci¨®n de leyes sancionadoras y campa?as que estigmatizan a quienes conducen bebidos ha producido cambios de comportamiento. Las campa?as para reducir el consumo del tabaco son otro caso interesante. En la mayor¨ªa de los pa¨ªses que las llevan a cabo, el uso del tabaco se ha reducido, y, en varios pa¨ªses, la gente ha demostrado que est¨¢ dispuesta a aceptar la prohibici¨®n absoluta del tabaco en los lugares p¨²blicos. California es un caso muy logrado. El consumo de tabaco entre los adultos ha bajado a menos del 15%, frente a m¨¢s del 50% hace veinte a?os.
En general, parece que los mejores resultados se obtienen con una mezcla de palo y zanahoria. Y casi siempre interviene la influencia del grupo: una persona est¨¢ dispuesta a cambiar de conducta si cambian otras por las que siente respeto. Conductas que antes eran aceptables se vuelven deshonrosas, como ha ocurrido con la conducci¨®n bajo los efectos del alcohol. Los impuestos pueden tener un papel importante, sobre todo cuando se utilizan como incentivo, aunque no tienen tanto efecto cuando se trata de modificar un comportamiento adictivo. En muchos pa¨ªses, el precio del tabaco se ha multiplicado, pero no parece que eso, por s¨ª solo, haya empujado a mucha gente a dejar el h¨¢bito.
?Existe alg¨²n factor de conducta que influya pr¨¢cticamente en todos los aspectos de nuestro estilo de vida? S¨ª. Uno de los m¨¢s importantes es el que los economistas llaman, con cierta tosquedad, el "descuento hiperb¨®lico". Si a una persona le dan a escoger entre 50 euros hoy o 100 euros ma?ana, lo normal es que prefiera esperar a los 100. Pero si el plazo de tiempo es de un a?o, casi todo el mundo prefiere quedarse con los 50 euros en mano. Las consecuencias futuras -buenas o malas- no suelen contar mucho en nuestras decisiones actuales. Cada a?o, en el Reino Unido, se someten a cirug¨ªa de bypass miles de personas, pero s¨®lo el 10% de ellas introduce despu¨¦s en su vida los cambios necesarios para evitar nuevas complicaciones, entre las que puede estar una muerte prematura.
El "descuento hiperb¨®lico" es uno de los principales factores que explican la actitud tan perezosa de la mayor¨ªa de la gente ante las amenazas del calentamiento global. Seg¨²n los sondeos, la mayor¨ªa acepta que el cambio clim¨¢tico es una realidad y que la causa est¨¢ en nuestro propio comportamiento. Sin embargo, la proporci¨®n de gente que est¨¢ dispuesta a modificar ese comportamiento de forma significativa es muy baja. Lo que eso implica es inquietante. Las campa?as de concienciaci¨®n y los eco-impuestos, por muy meditados y organizados que est¨¦n, tienen una repercusi¨®n marginal. Tal vez sea necesaria una cat¨¢strofe -algo que ocurra en el presente- claramente atribuible al calentamiento global para que la gente empiece a prestar la debida atenci¨®n.
Anthony Giddens es soci¨®logo brit¨¢nico. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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