La violencia como certeza
Una d¨¦cada despu¨¦s de La modernidad desbordada (FCE), y confirmando sus intuiciones, el indio Arjun Appadurai (Bombay, 1949) nos brinda El rechazo de las minor¨ªas, un ensayo en el que retoma y actualiza una percepci¨®n recurrente en antropolog¨ªa -de la mano de Mary Douglas, por ejemplo- acerca de la preocupaci¨®n que todas las sociedades experimentan por mantener a raya a su principal enemigo, que no es tanto el desorden como la ambig¨¹edad. Ese pavor ante el desdibujamiento de los perfiles y de los l¨ªmites es lo que vendr¨ªa a apaciguar modalidades de agresi¨®n destinadas a castigar a los sospechosos de haber vulnerado o cuestionado las fronteras simb¨®licas que protegen al grupo (a cualquier grupo) de los peligros que lo acechan.
El rechazo de las minor¨ªas. Ensayo sobre la geograf¨ªa de la furia
Arjun Appadurai
Traducci¨®n de Alberto E. ?lvarez y Araceli Maira
Tusquets. Barcelona, 2007
192 p¨¢ginas. 14 euros
Aplicando tal premisa, Appadurai observa que las grandes din¨¢micas globalizadoras no han hecho sino intensificar ese ingrediente estrat¨¦gico del que dependieron los Estados-naci¨®n, que fue, desde y para su nacimiento, la homogeneidad cultural de los territorios y gentes administrados. El estallido de las certezas culturales compartidas que dieron consistencia a las naciones modernas -y perd¨®n por el pleonasmo- ha llevado a la generalizaci¨®n de lo que el autor llama "angustia de lo incompleto", que se est¨¢ traduciendo en un creciente ensa?amiento contra toda minor¨ªa, real o inventada, que amenace sus supuestas integridad y fijeza idiosincr¨¢sicas. Como si todo Estado-naci¨®n -formado o en ciernes; aqu¨ª y en todas partes- llevara en s¨ª, larvado en su narcisismo fundador, el germen del etnocidio o, como apunta Appadurai, del ideocidio.
El fen¨®meno derivar¨ªa, como otros asociados a la violencia como recurso contra la ansiedad colectiva, de una proliferaci¨®n de sistemas celulares, un tipo de organizaci¨®n molecular que est¨¢ en la base hiperactiva y al tiempo hiperdispersa tanto del terrorismo internacional como del nuevo intervencionismo imperialista, tanto del capitalismo financiero como de quienes se atreven a plantarle cara. Un mundo cada vez m¨¢s invertebrado y modular, m¨¢s regido por c¨®digos desconocidos, en el que los Estados-naci¨®n aparecen cada vez m¨¢s marginados y -lo peor para ellos- cada vez m¨¢s prescindibles. Es frente a esa consciencia de crisis e inseguridad que las mayor¨ªas estatales contemplan cualquier excepci¨®n procedente del exterior o emergente en su seno como un factor de riesgo y una anomal¨ªa a neutralizar. Riesgo y anomal¨ªa no obstante indispensables, puesto que es de ellos, o mejor contra ellos, de donde los Estados constituidos obtienen la evidencia parad¨®jica de una existencia propia que nadie mejor para corroborar que quienes la cuestionan.
Solivianta ese t¨®pico que da por sentado que lo que se da en llamar "el exacerbamiento de los nacionalismos" se combate viajando, aceptando al otro que llega y conociendo al otro al que se llega, aumentado las dosis de cosmopolitismo, etc¨¦tera.
Lo que viene a sostener Appadurai es justo lo contrario. Es la promiscuidad cultural, la proliferaci¨®n de espacios abstractos como los cibern¨¦ticos, el flujo de capitales y verdades, el aumento de las interrelaciones y las mixturas lo que lleva a desvanecerse toda ilusi¨®n de pureza y a buscar el contrapeso de tal frustraci¨®n en autenticidades que, ajenas al mundo, ya no pueden ser sino ideol¨®gicas o religiosas. En casos extremos, s¨®lo la violencia fan¨¢tica podr¨¢ restablecer la unidad perdida o enajenada. Frente al desorden y la fragilidad de lo real, s¨®lo queda ya la estabilidad inmutable de las doctrinas m¨¢s feroces, un orden atroz que ser¨¢ m¨¢s severo cuanto m¨¢s se empe?e la experiencia en desmentirlo y que no dudar¨¢ en aplastar, en cuanto sea preciso, aquello o aquellos que se atrevan a recordarle que s¨®lo puede existir como sue?o para unos y pesadilla para otros.
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