En busca de partidos estables
De vez en cuando, justo cuando estamos empezando a hartarnos, alguna cosa nos recuerda que la democracia es maravillosa. El domingo pasado, j¨®venes polacos hicieron pacientemente cola no s¨®lo en Varsovia y Wroclaw, sino en Dubl¨ªn y Londres, para votar por una Polonia en la que puedan tener futuro. El placer m¨¢s elemental de la democracia -nosotros, el pueblo, elegimos a nuestros gobernantes- les estuvo negado a sus padres hasta el fin del comunismo, en 1989. Los chicos de 18 y 19 a?os en esas colas tambi¨¦n estaban experiment¨¢ndolo por primera vez. La participaci¨®n, aunque baja, fue la mayor desde las hist¨®ricas elecciones de aquel a?o. Fueron sobre todo los j¨®venes los que acudieron en un n¨²mero que no se esperaba; el resultado ha sorprendido a todo el mundo.
?C¨®mo crear un sistema de partidos si nunca se ha tenido (Polonia), o c¨®mo recrearlo si se ha venido abajo (Italia)?
La derrota de los gemelos Kaczynski es un buen resultado para la democracia, para Polonia y para Europa
Ya estaba bien. Hab¨ªa llegado el momento de cambiar. As¨ª que, por utilizar una expresi¨®n rotunda, "expulsaron a los sinverg¨¹enzas". El m¨¢s moderado de los "gemelos terribles" sigue siendo presidente, pero Jaroslaw Kaczynski, m¨¢s sanguinario y dado a las conspiraciones, ha dejado de ser primer ministro. Su partido, aunque obtuvo casi la tercera parte de los votos, sufri¨® una derrota inequ¨ªvoca. E igualmente satisfactorio fue que dos peque?os partidos populistas y obstinados, el llamado Partido de Autodefensa y la Liga de Familias Polacas, consiguieran menos del 5%, por lo que no estar¨¢n representados en el Parlamento. La noche de las elecciones me gust¨® especialmente el momento en el que la televisi¨®n polaca conect¨® con el cuartel general del horrible Partido de Autodefensa para mostrar un sal¨®n totalmente iluminado y completamente desierto. No parec¨ªa que hubiera nadie aparte del periodista de la televisi¨®n y un melanc¨®lico portavoz con bigote. Se acab¨® la fiesta. El ¨²ltimo, que apague las luces.
?ste es un buen resultado para la democracia, para Polonia y para Europa. En ciertos aspectos, la secuencia hist¨®rica no podr¨ªa ser mejor. Una vez que Polonia est¨¢ a salvo en la UE y la OTAN, la tendencia xen¨®foba, provinciana, retr¨®grada y german¨®foba que siempre ha existido en la sociedad polaca tiene su oportunidad de gobernar. Lo estropea todo en s¨®lo dos a?os. Entonces, una clara mayor¨ªa de votantes decide en elecciones libres y justas que ¨¦sa no es la Polonia en la que quiere vivir, no es el rostro que quieren ense?ar al mundo. Quieren un pa¨ªs m¨¢s moderno, m¨¢s progresista, m¨¢s europeo y m¨¢s occidental. ?Hay algo m¨¢s claro y limpio que esta decisi¨®n libre? La democracia, como dec¨ªa Karl Popper, es el sistema en el que la gente puede cambiar su Gobierno por medios pac¨ªficos.
Por desgracia, los gemelos Kaczynski no se limitaron a empeorar las cosas para s¨ª mismos; tambi¨¦n empeoraron las cosas para un Estado d¨¦bil, dominado por el sectarismo y la corrupci¨®n. Prometieron un pa¨ªs m¨¢s fuerte y m¨¢s limpio, y han dejado uno m¨¢s d¨¦bil y m¨¢s sucio. El nuevo Gobierno polaco tendr¨¢ que trabajar enormemente para restaurar -mejor dicho, para instaurar desde cero- una buena pr¨¢ctica de gobierno, sujeta al imperio de la ley. No estoy seguro de que lo consigan. Ahora bien, por lo que respecta a la pol¨ªtica exterior, el cambio deber¨ªa ser m¨¢s f¨¢cil. Dentro de la UE, este Gobierno seguir¨¢ estando m¨¢s pr¨®ximo a los euroesc¨¦pticos, pero seguramente ser¨¢ moderado y razonable en la defensa de sus intereses nacionales. No se dejar¨¢ llevar por un miedo anacr¨®nico y decimon¨®nico a Alemania. La tarea de incordiar en la UE volver¨¢ a recaer sobre su encargada tradicional, Gran Breta?a.
Existe otro aspecto en esta historia que tiene una dimensi¨®n m¨¢s amplia. Desde el final del comunismo, la pol¨ªtica polaca se ha caracterizado por su imposibilidad de consolidar partidos pol¨ªticos grandes y duraderos, ni en el centro-izquierda, ni en el centro-derecha. A lo largo de los a?os ha habido partidos que han surgido y han desaparecido como solteros esperanzados en una sesi¨®n de citas r¨¢pidas. Los acr¨®nimos no han dejado de bailar, como letras dentro de un caleidoscopio. Durante un tiempo pareci¨® que los poscomunistas iban a crear un partido socialdem¨®crata moderno, pero todo se derrumb¨® en una ci¨¦naga de esc¨¢ndalo y corrupci¨®n. Tampoco ha logrado este pa¨ªs abrumadoramente cat¨®lico crear un partido democristiano moderno, como el de Alemania. Los pol¨ªticos son siempre los mismos, los partidos cambian. El grupo que ha ganado en esta ocasi¨®n, la Plataforma C¨ªvica, est¨¢ en el Parlamento desde 2001. No hay m¨¢s que un partido que haya estado presente de forma ininterrumpida desde 1989: el Partido Campesino (que es, por cierto, el socio m¨¢s probable para formar Gobierno con la Plataforma). No creo que sea casual que este partido sea adem¨¢s el ¨²nico que representa a un grupo social concreto y bien definido: los campesinos, benditos sean.
El caleidoscopio de acr¨®nimos no es un fen¨®meno exclusivo de Polonia. Si se observan las elecciones de otros pa¨ªses poscomunistas, es frecuente ver una volatilidad parecida: menor en algunos sitios (la Rep¨²blica Checa, Hungr¨ªa) y casi equiparable en otros. Pero tampoco es s¨®lo una cacofon¨ªa poscomunista. Pi¨¦nsese en Italia, que al acabar la guerra fr¨ªa sufri¨® un terremoto en su sistema pol¨ªtico. Por lo que muestran las actas, ninguno de los partidos que se encontraban en la C¨¢mara baja del Parlamento italiano en oto?o de 1987 est¨¢ todav¨ªa presente. El ¨²nico que ha tenido esca?os de forma ininterrumpida desde 1992 es el de Refundaci¨®n Comunista (el segundo, que s¨®lo estuvo ausente dos a?os, es el Partido Popular del Sur del Tirol, o S¨¹dtiroler Volkspartei; es decir, el premio es para los representantes de una minor¨ªa de habla germana y una ideolog¨ªa nacida en Alemania).
A principios de este mes, los italianos recibieron una invitaci¨®n de otro partido nuevo. En un extraordinario sondeo de opini¨®n, vagamente parecido a una primaria de Estados Unidos, m¨¢s de 3,4 millones de votantes escogieron al alcalde de Roma, Walter Veltroni, para encabezar un nuevo partido de conjunto llamado (a la americana) Dem¨®crata, que re¨²ne a los antiguos Dem¨®cratas de Izquierdas y el antiguo Partido de la Margarita; es decir, a ex comunistas, ex democristianos, ex republicanos, ex liberales y ex socialistas (aunque tal vez, en el fondo de sus corazones, sigan siendo todas esas cosas). "No nos est¨¢n pidiendo que seamos el siguiente escal¨®n", dijo Veltroni, "sino que hagamos un partido completamente nuevo".
Para pa¨ªses como Gran Breta?a y Estados Unidos, que aguantan impasibles desde hace tiempo con los dos o tres mismos partidos, todo esto puede parecer una serie de mareantes danzas latinas y eslavas. Perder un partido pol¨ªtico es comprensible, perderlos todos parece una aut¨¦ntica dejadez. Por su parte, los polit¨®logos disponen de complejos argumentos sobre la relaci¨®n entre los sistemas electorales y los sistemas de partidos (por ejemplo, que las elecciones de tipo brit¨¢nico, en las que el ganador se queda con todo, son seguramente las que m¨¢s favorecen un sistema de dos partidos).
Pi¨¦nsenlo por un momento: si nuestros partidos tradicionales no existieran, ?los inventar¨ªamos? Lo m¨¢s seguro es que no. Est¨¢n ah¨ª porque est¨¢n ah¨ª. Ya no representan a grupos sociales distintivos (es decir, el laborismo ya no representa a los trabajadores) ni principios caracter¨ªsticos. En Gran Breta?a, laboristas y conservadores cruzan las l¨ªneas sin cesar en su lucha por ganarse el afecto de una (peque?a) clase media m¨¢s o menos liberal. En la conferencia del Partido Laborista, el primer ministro, Gordon Brown, pronuncia un discurso propagand¨ªstico sobre la identidad brit¨¢nica, la ley y el orden, frente a un fondo azul y conservador; el l¨ªder conservador, David Cameron, se muestra descorbatado y progresista, aunque luego vuelve a arreglarse. Se roban uno a otro los planes pol¨ªticos -el ¨²ltimo, sobre la reducci¨®n de los impuestos de sucesi¨®n- como travest¨ªs que se pelearan por el mismo vestido de c¨®ctel. Son meros aparatos para sumar intereses y prejuicios; m¨¢quinas para ganar elecciones, unidas s¨®lo por la historia y el ansia com¨²n de poder. No obstante, tener un sistema de partidos estable sigue ofreciendo muchas ventajas. El problema es: ?c¨®mo crearlo si nunca se ha tenido, lo que ocurre en Polonia, o c¨®mo recrearlo si se ha venido abajo, como en Italia? -
www. timothygartonash.com
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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