Amigo sin peligro
Se ha ido como un caballero, como el gran caballero que era. Solo despu¨¦s de dejar pasar delante a su dama. Durante los ¨²ltimos a?os, Peter Viertel era el celoso guardi¨¢n de su esposa, Deborah Kerr, a la que proteg¨ªa elegantemente del ojo publico en su enfermedad.
Como lo hac¨ªa Peter: con una sonrisa y sin darle importancia. Cuando se conocieron en Viena, durante el rodaje de Rojo amanecer, hubo amor a primera vista (y una culminaci¨®n en la casita alquilada en Guetaria). Lo cuenta en sus memorias, y describe a la que ser¨ªa la mujer de su vida como "modesta, inteligente, con un car¨¢cter sencillo y directo". Parece que hablase de ¨¦l mismo. Porque as¨ª era el Peter Viertel que yo y otros amigos hemos tratado. Atl¨¦tico, de amplias hechuras, sonrisa dispuesta y un verbo directo... hasta en un espa?ol que dec¨ªa haber aprendido con la gente del toro.
Fue amigo de Domingu¨ªn, con el que conoci¨® a Picasso y con el que viaj¨® de plaza en plaza. Como lo fue sobre todo de Hemingway (al que llamaba Pap¨¢) y de Huston, presenciando su lucha de egos durante el rodaje en Cuba del gui¨®n China Vald¨¦s (We were strangers). Hijo de grandes de Hollywood (su madre la actriz y escritora Salka Viertel, y su padre el poeta y director Berthol Viertel), termin¨® code¨¢ndose por m¨¦rito propio entre los m¨¢s grandes, desde Hitchcock (Sabotaje) a Huston (La reina de Africa), hasta el presente con Clint Eastwood, y su Cazador blanco, coraz¨®n negro.
Revivimos pasajes de Hemingway -"con sus furores s¨²bitos y tremendos, que me recordaban el car¨¢cter irascible de mi padre"-, al trabajar en el gui¨®n de una producci¨®n sobre hoteles literarios, inspirada por Manu Leguineche y producida por Beatriz de la G¨¢ndara. Con un martini seco de aperitivo, recordamos el Harrys veneciano o el Crill¨®n parisiense y c¨®mo se hizo cine Fiesta. The sun also rises. Y siempre estuvo dispuesto a hablar de cine para la c¨¢mara. No tanto de si mismo. Simp¨¢tico, pero discreto. No le gustaba presumir. Ni de sus novelas, aunque fuesen lo m¨¢s querido de su creaci¨®n. Tras la reciente publicaci¨®n de Una bicicleta en la playa, un amigo le felicit¨® y coment¨®: "Tengo que leerla". "S¨®lo si tienes un viaje por medio", respondi¨® Peter.
Metido en a?os, Peter Viertel guardaba la estampa de aquel chico del surf de California. Sano y despierto. Se sent¨ªa orgulloso de haberlo importando a las playas de sur de Francia. Afincado, y afincado de verdad, en Marbella, sal¨ªa de su casa de El Canto para el partido de golf con la cara alta y la mirada lejos, como el chico que busca su ola perfecta. El paisaje de la sierra le parec¨ªa "no muy distinto" al de la Santa M¨®nica de su ni?ez, aunque este para¨ªso que encontr¨® en Espa?a "se deteriora m¨¢s rapidamente que aquel".
Le contaba a Juan Cruz que Hemingway le reproch¨® no acudir a una cita en Logro?o, con uno de sus latigazos verbales. "Un amigo no falla a una cita a no ser que haya muerto". Ser¨¢ la ¨²nica a la que Peter falt¨®. Amigo de sus amigos -hasta de los m¨¢s peligrosos-, s¨®lo rehuy¨® nuestro ¨²ltimo encuentro para rodar su biograf¨ªa... aunque dej¨® la puerta abierta a que se hiciera como una ficci¨®n. Mantendremos la cita, con discrecci¨®n.
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