O tren, pasi?o a pasi?o
Si el paso a nivel de Valga fuera el t¨²nel de Bellvitge y Redondela la Sagrada Familia, si el expreso R¨ªas Altas fuera tan r¨¢pido como el Alaria y Touri?o se transmutara en Montilla, a los gallegos otro gallo nos cantar¨ªa. Pero, a la vista del desaguisado catal¨¢n, a la vista de la empanada en que se ha convertido el tema cercan¨ªas, hemos podido comprobar que la velocidad, el bien m¨¢s preciado de este mundo a la carrera, no es la misma para todos. Quiero decir que mientras algunas comunidades tendr¨¢n Madrid en menos de tres horas, nosotros, siempre tan lejos del reino pero tan cerca del fin del mundo, tendremos que esperar otros cinco a?os para estar a cuatro horas si la Cordillera Ib¨¦rica no se desmorona antes al paso de las tropas napole¨®nicas de Florentino P¨¦rez o Villar Mir.
La mirada de los gallegos est¨¢ puesta en los trenes detenidos en Valladolid o en Oporto
Mientras tanto, gallegos, a cantar la de Andr¨¦s Dobarro como si fuese un Machado de los tiempos del AVE, "Pasi?o a pasi?o e vaime levando cara o meu desti?o" ?Qu¨¦ destino? ?Cercan¨ªas o largo recorrido? ?Segunda o coche cama? ?Pasillo o ventanilla? Recuerdo a un escritor amigo que se lamentaba cuando Felipe Gonz¨¢lez inaugur¨® el AVE a Sevilla echando espuma del incordio: "?Joder, tendremos a los poetas andaluces en Atocha en menos de tres horas!" Su rabia es t¨ªpica de aquellos a los que le gusta perder el tren, una costumbre saludable de muchos ciudadanos que, desde Baudelaire, saben que el ritmo de las locomotoras no es el mismo de la especie humana y que cuando estas empezaron a traquetear por la campi?a inglesa ante la at¨®nita mirada de los carneros otra historia y otro tiempo sobrevino en el calendario de la industrializaci¨®n.
Dec¨ªa el poeta de Las flores del mal que cambian m¨¢s deprisa las ciudades que el coraz¨®n de las personas y raz¨®n no le faltaba. Ahora, que hasta el presidente del Gobierno tiene que intervenir en la crisis ferroviaria de Catalu?a, ahora que la oposici¨®n ha descubierto a una nueva Magdalena que zarandear, uno puede intuir una de las peores injusticias del Estado de las autonom¨ªas: lo que es un complejo de culpa hacia Catalu?a (incluimos aqu¨ª El Prat ) y que esta comunidad se quede fuera del nudo principal de comunicaciones, se convierte en un problema de distancia y orograf¨ªa con Galicia, como si s¨®lo pudiera accederse a nuestra comunidad al paso del Camino de Santiago.
No es ¨¦ste un lamento perif¨¦rico, pero tampoco quiere ser la aplicaci¨®n estricta del porcentaje del PIB seg¨²n el cual todo lo que no es bruto se desvanece en el aire. Estoy seguro de que los catalanes se beneficiar¨¢n tremendamente de los apagones el¨¦ctricos y de los socavones en las v¨ªas antes de que pasen dos meses. Estoy seguro de la misma manera que el Estado no reparar¨¢ en gastos ni en melindres hacia ellos, pero tambi¨¦n lo estoy de que mientras eso sucede la mirada de los gallegos est¨¢ puesta en los trenes detenidos en Valladolid o en Oporto como si la alta velocidad fuera tan improbable como este noviembre de sol en la Playa de Samil.
La velocidad no es para todos la misma. Y en este mundo donde el ADSL se ha convertido en el ADN, donde la circulaci¨®n de mercanc¨ªas es la fibra de este cuerpo convulso, esa peque?a diferencia en la salida y la llegada resulta vital para lo que antiguamente, en la ¨¦poca de los grandes expresos, se llamaba progreso y hoy, quiz¨¢s influidos por el mal a?o de Fernando Alonso, sostenibilidad. Acostumbrados como estamos a enviar nuestro cuerpo a destino antes de que llegue el alma a trav¨¦s de las l¨ªneas a¨¦reas intercontinentales, v¨ªctimas del jet-lag, inconsecuentes con la espera, el tema ferroviario vuelve a resucitar la esperanza de una escala de sentido com¨²n en toda esta guerra por llegar antes a todas partes.
Por eso mismo una red ferroviaria preparada para el futuro resulta una cuesti¨®n de primera importancia pol¨ªtica y econ¨®mica, y el posicionamiento de Galicia debe ser tan insistente y claro como si el socav¨®n se nos abriera en A Gudi?a. Perder el tren significa seguir pateando el Camino de Santiago unos jubileos m¨¢s y no es plan, aunque espiritualmente reconforte y al colesterol le venga de perlas. Una red ferroviaria de alta velocidad aunque corramos el riesgo, como dir¨ªa mi amigo, de que la catedral se nos llene de charnegos y la Cidade da Cultura de presuntos arquitectos o lectores del Apocalipsis.
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