"La Gioconda' es popular por casualidad"
Los 4.081 cent¨ªmetros cuadrados m¨¢s famosos del mundo. La Monna Lisa, expuesta en el Louvre, mide apenas 77 de alto por 53 de ancho. Demasiado poco para poder ser apreciada en condiciones por las riadas de turistas que se detienen, si los codazos se lo permiten, ante la obra de Leonardo, metida en una vitrina encofrada y protegida por un doble vidrio antibalas (este a?o habr¨¢n pasado por el museo parisiense unos nueve millones de visitantes). Est¨¢ prohibido tomar fotos, pero los flases no dejan de centellear, ante la indiferencia de los guardianes que renunciaron hace tiempo a hacer respetar la normativa. "Adem¨¢s, aunque no est¨¦ bien decirlo a un periodista, detr¨¢s del vidrio la pintura no se ve afectada. Lo ¨²nico es que, con tanto reflejo y tanta gente, el cuadro simplemente no se ve".
Sassoon analiza las causas de la celebridad de la pintura de Leonardo
"?Sabe cu¨¢nto est¨¢ de media un visitante frente a 'La Mona Lisa'? Un minuto"
Donald Sassoon, de 61 a?os, ha pasado muchas horas en la sala del museo, m¨¢s mirando a la gente que a la serena efigie de Lisa Gherardini, esposa del adinerado comerciante florentino Francesco del Giocondo. Disc¨ªpulo de Hobsbawm, historiador de la cultura, especializado en los siglos XIX y XX, autor del monumental ensayo Cultura. El patrimonio com¨²n de los europeos (Cr¨ªtica), Sassoon saca ahora dos libros en Espa?a sobre la misteriosa dama de Leonardo: Monna Lisa. Historia de la pintura m¨¢s famosa del mundo (Cr¨ªtica) y Leonardo y la Monna Lisa. La historia del mayor enigma del arte (Electa). El primero es un amplio estudio sobre las causas que convierten a este retrato en la pintura m¨¢s conocida y admirada de todos los tiempos. El segundo, m¨¢s ilustrado, rastrea las influencias pict¨®ricas.
Pregunta. Concluye usted su libro diciendo que cuando empez¨® a escribirlo no encontraba especialmente bella a Monna Lisa, pero que ahora s¨ª la aprecia.
Respuesta. El arte, como la m¨²sica, no siempre nos llega de forma inmediata. En un momento dado, se pone en marcha un mecanismo de aprendizaje.
P. Pero usted duda de que las manadas de turistas puedan "aprender" nada en su apresurada visita al Louvre.
R. ?Sabe cu¨¢nto permanece de media un visitante frente a La Gioconda? Cerca de un minuto. Se queda all¨ª parado porque le han dicho que es la obra m¨¢s famosa, pero no sabe por qu¨¦. En otras salas hay cinco leonardos m¨¢s. Apenas nadie los mira.
P. Reproduce usted un sondeo realizado en el Louvre en que resulta que la pregunta m¨¢s formulada por los visitantes a los empleados es: "?D¨®nde est¨¢ La Gioconda?". Pero a?ade que la segunda pregunta m¨¢s repetida es: "?D¨®nde estoy yo?".
R. Es que entre 6.000 obras expuestas o vas a buscar lo que te interesa o te pierdes. Adem¨¢s, est¨¢ perfectamente indicado c¨®mo llegar a la Monna Lisa, pero para el resto no hay indicaciones.
P. Dos s¨ªntomas de su celebridad, cuyas causas usted indaga.
R. La pregunta de partida era por qu¨¦ es la pintura m¨¢s famosa del mundo, un 85,8% de los encuestados as¨ª la considera. ?Por qu¨¦? No hay en ella sexo ni violencia, los grandes est¨ªmulos de la cultura de masas.
P. ?Entonces?
R. Un c¨²mulo de circunstancias, la casualidad. A principios del siglo XVI, Leonardo dej¨® la corte de Mil¨¢n y se puso al servicio de Francisco I. En consecuencia, cuando esta pintura comienza a ser famosa, en el siglo XIX, se encontraba en Par¨ªs, gran centro europeo del arte en aquel momento. La Monna Lisa se encontraba en el lugar preciso y en el momento adecuado: respond¨ªa a las demandas art¨ªsticas del romanticismo.
P. ?Fue un descubrimiento rom¨¢ntico?
R. Totalmente. El primero en ensalzarla fue el escritor Th¨¦ophile Gautier y no es casualidad. La figura no es de una santa, cuyos relatos ya est¨¢n escritos, sino una desconocida. No est¨¢ gorda, como las mujeres de Rubens, ni flaca como las de Cranach. Y pertenece al Renacimiento, la ¨¦poca del pasado menos religiosa y que sintoniza m¨¢s con la cultura burguesa y laica del XIX.
P. Y despu¨¦s est¨¢ la inescrutable sonrisa.
R. Por supuesto, y por ah¨ª se cuela el misterio de la femme fatale que tanta aceptaci¨®n ten¨ªa por la ¨¦poca. Giorgio Vasari no cre¨ªa que esa sonrisa fuera tan misteriosa. Seg¨²n consign¨® en sus Vite (siglo XVI), la noble se?ora sonre¨ªa porque durante las sesiones de pose varios m¨²sicos y actores la entreten¨ªan. Pero en fin, luego se ha dicho de todo: por ejemplo, por influencia del psicoan¨¢lisis, que era una sonrisa castradora...
P. Pero todo ello a¨²n no es suficiente para convertirla en icono de la cultura de masas.
R. Falta el robo de la obra, perpetrado el 21 de agosto de 1911, una historia rocambolesca que determin¨® el salto de La Gioconda de la alta cultura burguesa del siglo XIX a la cultura popular del XX. La rob¨® un antiguo empleado del Louvre, un pintor llamado Vincenzo Peruggia. No porque le gustara especialmente, ¨¦l prefer¨ªa al Mantegna, pero sus grandes lienzos le hicieron optar al fin por Monna Lisa. Fue un esc¨¢ndalo moderno, con connotaciones pol¨ªticas, y que dio a conocer la obra, impresa en todas las portadas, como nunca antes. Durante dos a?os Peruggia guard¨® la obra en su casa, pero luego se la llev¨® a Florencia para venderla a un anticuario a cambio de una peque?a cantidad de dinero y all¨ª le pillaron. De nuevo, gran repercusi¨®n. Y la obra se expuso por primera vez en Italia. Esa gira, junto con las posteriores de Estados Unidos (1963) y Jap¨®n (1974), ya con el fen¨®meno del merchandising a pleno rendimiento, determinaron el ingreso del icono en la modernidad. Duchamp le pone bigotes para criticar a la alta cultura, lo mismo que Dal¨ª, y Warhol la recrea una y otra vez.
P. ?Dice que al final La Gioconda ha acabado gust¨¢ndole?
R. Al principio, no, pero despu¨¦s, s¨ª, como le dec¨ªa al principio. Aunque ignoro por qu¨¦ sonr¨ªe, como todo el mundo.
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