Juan Ram¨®n, Nobel a pesar de Espa?a
Los archivos reci¨¦n abiertos de la Academia Sueca descubren los secretos del premio
En 1956, despu¨¦s de 34 a?os sin un nobel de Literatura espa?ol, el poeta Juan Ram¨®n Jim¨¦nez se alzaba con el premio. Juan Ram¨®n, exiliado en Puerto Rico, no era el candidato de la Espa?a oficial, que hab¨ªa pujado con todas sus fuerzas por Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, gran fil¨®logo y erudito. Pero, tampoco se le apoy¨® en el exilio. El ¨²nico padrino del poeta de Moguer fue el profesor de Oxford Cecil Maurice Bowra, considerado entonces como el mayor experto de la poes¨ªa contempor¨¢nea. Bowra sugiere el nombre de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez cuando, en 1952, el Comit¨¦ Nobel le pide candidatos. "En mi opini¨®n es el mayor de los poetas vivos, y merece totalmente este honor?", escribe.
La obra de Miguel de Unamuno no convence. Ni siquiera la poes¨ªa
Men¨¦ndez Pidal no es escritor, dicen los suecos. Despu¨¦s es demasiado viejo
La carta de Bowra, con el membrete del Wadham Collage de Oxford, es una de las reliquias que se conservan en los archivos de la Academia Sueca, a los que ha tenido acceso El PA?S, al cumplirse los 50 a?os de secreto preceptivos. Los archivos son una mina: cartas, referencias a los debates y deliberaciones previos a la concesi¨®n del premio, en las que los acad¨¦micos se despachan a gusto sobre los autores que no les convencen. Hay testimonios de las batallas entre los que apoyan a uno u otro candidato, en las que se cuela con frecuencia la pol¨ªtica. Un material efervescente que se conserva en la Biblioteca de la Academia Sueca, instalada en la antigua Bolsa de Estocolmo.
El lugar transpira sosiego, pero los materiales que almacena conservan intacta la intriga que rodea a la elecci¨®n de un nobel, o a su destrucci¨®n. ?Por qu¨¦ fue rechazada la candidatura de Miguel de Unamuno? ?Por qu¨¦ se desestim¨® a Concha Espina, pese a la insistencia de sus valedores? ?Por qu¨¦ no lo obtuvo el que pasa por ser uno de los grandes novelistas espa?oles del siglo XIX, Benito P¨¦rez Gald¨®s?
El caso Juan Ram¨®n es especialmente significativo. En los archivos del Nobel hay constancia de que su poes¨ªa "m¨ªstica" no conquist¨® al comit¨¦ sueco de inmediato, pese a los esfuerzos de Bowra, y a los del escritor Hjalmar Gullbert, su principal valedor en la Academia de Estocolmo. Para la instituci¨®n, no dejaba de ser un intransigente en materia de arte, una criatura fuera del tiempo, que hab¨ªa polemizado con buena parte del universo po¨¦tico hispano. El suyo no era, a priori, un perfil de Nobel, y los archivos rebelan que si lo conquist¨®, a la quinta convocatoria, fue tambi¨¦n porque Espa?a llevaba demasiado tiempo sin conseguirlo.
Para los acad¨¦micos suecos su poes¨ªa era hier¨¢tica, demasiado cerrada, dif¨ªcil y elitista. Y, sobre todo, carente de "ardor". Gullbert reconoce en uno de sus informes que Jim¨¦nez no tiene el calor vital de un Antonio Machado o un Federico Garc¨ªa Lorca, pero, "a ninguno de los dos podemos premiarles porque han muerto en la Guerra Civil".
Los nominados de 1956, el a?o de su triunfo, eran m¨¢s de una treintena. Nombres famosos, como Albert Camus, Graham Greene, y Ezra Pound, entre decenas de perfectos desconocidos. Uno de ellos, un tal Jorge Luis Borges. El escritor argentino fue descartado sin demasiados miramientos. "No carece de inter¨¦s", escribe uno de los miembros del Comit¨¦, "pero no destaca en absoluto entre los nominados de este a?o".
Un a?o en el que no faltaba Men¨¦ndez Pidal, con su apabullante lista de sostenedores internacionales. Pidal era un habitual en las candidaturas desde el a?o 1931. Pero en su caso los apoyos no surtieron efecto. Los suecos no dejan de ponerle pegas. Primero consideran que sus trabajos filol¨®gicos no encajan en el Nobel. A?os despu¨¦s reconocen que s¨ª. Pero para entonces, Pidal es anciano, objeta el acad¨¦mico Sigfrid Siwertz. "Tiene 83 a?os, y hace poco que se ha rechazado a [Benedetto] Croce por eso".
La Academia ha premiado, en cambio, en 1953, — "por su brillante oratoria en la defensa de excelsos valores humanos"— al ex primer ministro brit¨¢nico Winston Churchill, pr¨¢cticamente octogenario ya. El Comit¨¦ Nobel lo ha meditado mucho. Les preocupa que se interprete como un premio pol¨ªtico. Pero su presidente de entonces, Anders ?sterling, deja claro que "respecto a sus cualidades literarias no ha habido dudas".
Churchill pasa por delante de reputados escritores como Ernest Hemingway, que lo conseguir¨¢ al a?o siguiente, despu¨¦s de salvarse de un grave accidente a¨¦reo. Y de eternos aspirantes, como la escritora espa?ola Concha Espina, nominada durante los a?os veinte, y de nuevo, en 1952. La constancia, basta repasar los archivos, ha sido siempre clave para obtener el codiciado premio. Pero con la espa?ola no funciona. Inicialmente, en 1926, su principal valedor es el premio Nobel Jacinto Benavente. Pero la Academia no se deja impresionar. En el comentario que le dedican, ese primer a?o, los suecos reconocen la innegable popularidad que ha alcanzado en los pueblos de habla hispana. "Su escritura se dirige a las mujeres, con las que se comunica a trav¨¦s de los sentimientos y gracias a su potente fantas¨ªa". Lo malo es que, "carece de fuerza narrativa. Sus personajes son flojos, y su forma de contar historias no se plasma en escenas dram¨¢ticas bien construidas".
En v¨ªsperas del estallido de la Guerra Civil, llegan a Estocolmo otros dos nombres espa?oles, Miguel de Unamuno, propuesto por el vicerrector de la Universidad de Salamanca, y Ram¨®n P¨¦rez de Ayala, que cuenta con el apoyo de Men¨¦ndez Pidal y de catedr¨¢ticos de Oxford, Cambridge, Londres, Dubl¨ªn y Par¨ªs. El Comit¨¦ Nobel analiza su obra y llega a la conclusi¨®n de que el autor de La ca¨ªda de los limones y Belarmino y Apolunio tiene "un estilo exc¨¦ntrico, un gusto por lo rebuscado y los golpes de efecto". Es un autor original, dicen, "no un gran escritor".
A Unamuno, los suecos le dedican enorme atenci¨®n antes de rechazarlo. Reconocen su prestigio. "Quiz¨¢s sea el personaje m¨¢s importante de la literatura espa?ola contempor¨¢nea", admiten. Pero su obra no gusta. S¨®lo su poes¨ªa resulta convincente, aunque no lo bastante como para concederle el Nobel. La nominaci¨®n de Unamuno se repite al a?o siguiente. Era la ¨²ltima oportunidad. Unamuno muere en diciembre de 1936. Ese mes, en Estocolmo, el estadounidense Eugene O'Neill recoge el Nobel.
Faltan todav¨ªa 20 a?os para que la Academia Sueca se digne a premiar a un espa?ol: Juan Ram¨®n Jim¨¦nez.
Babelia
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