Por favor, busquen a mi hija
La polic¨ªa localiza cada a?o a cientos de personas de las que no hab¨ªa el menor rastro
Mar¨ªa, una sexagenaria residente en un elitista municipio pr¨®ximo a Madrid, desapareci¨® a mediados de 2001. Casada, madre de dos hijos y con un buen nivel de vida. Aparentemente, sin ning¨²n problema que justificase su ausencia ni su secuestro. La familia present¨® la preceptiva denuncia temi¨¦ndose lo peor. Durante a?os no hubo la menor pista de ella. Probablemente los suyos pasaron m¨¢s de una noche de angustia. Porque lo malo no es perder para siempre a un ser querido, sino no saber d¨®nde est¨¢ ni tener una tumba a la que llevarle flores cada 1 de noviembre.
Pasaron seis a?os. Hasta que el trabajo de los agentes del Grupo de Desaparecidos dio sus frutos: Mar¨ªa no estaba muerta, sino viva. Fue localizada hace s¨®lo unos meses en Suram¨¦rica gracias a que intent¨® vender un coche que hab¨ªa dejado en Espa?a. La mujer explic¨® casi bajo secreto de confesi¨®n que se hab¨ªa marchado en un barco mercante, enrolada de cocinera, para no dejar el menor vestigio. Y que lo que quer¨ªa era borrar su pasado. Por eso ha pedido a la polic¨ªa que no informe a su familia de d¨®nde est¨¢. Caso resuelto.
La de Mar¨ªa es una m¨¢s de las miles de denuncias por desaparici¨®n que recibe el Cuerpo Nacional de Polic¨ªa (ya van m¨¢s de 13.700 denuncias en 2007). El 60% de ellas corresponden a menores de edad que, en su mayor parte, se escaparon de su casa unos d¨ªas (hay chicos que se fugan cada dos por tres). Algunos de estos casos -s¨®lo unos pocos- saltan a las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Pero la inmensa mayor¨ªa no trasciende a la opini¨®n p¨²blica. Hay miles de casos s¨®lo conocidos por el Grupo de Desaparecidos de la Comisar¨ªa General de Polic¨ªa Judicial. Son "los otros desaparecidos", los que no salen en la prensa, aquellos cuya historia queda sepultada bajo la fr¨ªa estad¨ªstica.
"?ste es un trabajo casi humanitario, en el que nos encontramos con aut¨¦nticos dramas. Cada vida es un misterio", dice Isabel, una inspectora que, como si fuera una hormiguita, ata un cabo a otro hasta hallar incluso a gente de la que hace 20 a?os o m¨¢s que no hab¨ªa el menor rastro. Ella y otro pu?ado de polic¨ªas rastrean silenciosamente unas veces, a pie de calle otras, para descubrir d¨®nde est¨¢n o qu¨¦ fue de esas personas. Y ponen ejemplos.
Como el de esa familia residente en Cuba que pidi¨® ayuda para localizar a Luis Enrique, del que no sab¨ªa nada desde hace dos a?os. Los agentes han dado ahora con su paradero: estaba alojado en el albergue de indigentes San Isidro de Madrid.
Peor ha sido lo de Jorge, un chico de buena familia que en 2006 desapareci¨® sin m¨¢s. Las pesquisas policiales acabaron recientemente en el dep¨®sito de cad¨¢veres de Madrid, donde el joven descansaba desde que pereci¨®, supuestamente, por la ingesti¨®n de lej¨ªa. Ah¨ª acab¨® su aventura como okupa de inmuebles deshabitados.
Okupa era tambi¨¦n Alejandro, otro muchacho que vag¨® durante a?os por Canarias y Baleares, donde se ganaba la vida haciendo malabarismos en la calle. Sus parientes no lo sab¨ªan. Ni siquiera sospechaban d¨®nde paraba. El enigma lo ha aclarado ahora la polic¨ªa: estaba muerto y enterrado desde febrero de 2002.
Hay personas que escriben desesperadas al ministro de Trabajo, al de Asuntos Exteriores y hasta al mism¨ªsimo Rey en busca de ayuda, de alguien que les eche una mano y se ocupe de averiguar d¨®nde est¨¢ esa hija, esa esposa o ese padre del que no saben nada de nada desde hace a?os. Como si hubieran sido engullidos por la tierra. ?Pero puede alguien desaparecer as¨ª, sin m¨¢s, sin dejar la menor huella, como si jam¨¢s hubiera existido?
Hay veces que la alarma se torna en tragicomedia. Eso fue lo que ocurri¨® con Luis, un septuagenario madrile?o que sali¨® a comprar tabaco y no regres¨® a su casa. La polic¨ªa le descubri¨® en Chile, donde se hab¨ªa ido en viaje de placer con una mujer a la que hab¨ªa conocido recientemente.
Algo parecido sucedi¨® con Mar, una mujer que hizo un ex¨®tico viaje a Oriente Pr¨®ximo, se enamor¨® de un hombre... y decidi¨® romper con toda la vida que hab¨ªa dejado en Espa?a, sin despedirse de nadie. Una historia que recuerda a La pasi¨®n turca, de Antonio Gala. "Esa mujer nos ha pedido que no digamos d¨®nde est¨¢, y nosotros estamos obligados a respetar su intimidad y su deseo", explica la inspectora.
Hace poco fue aclarado otro asunto rocambolesco cuyo protagonista involuntario es Eduardo, un hombre nacido a principios del siglo pasado en Filipinas. "Por eso le llam¨¢bamos el ¨²ltimo de Filipinas", dice un inspector. Sus deudos no sab¨ªan nada de ¨¦l desde 1950. Tras muchas gestiones, la polic¨ªa aclar¨® el enigma: Luis hab¨ªa muerto en Barcelona en 1988.
Hay un desaparecido al que los agentes de la Comisar¨ªa General de Polic¨ªa Judicial han descubierto hace un mes encarcelado en Dinamarca por tr¨¢fico de drogas; otro que, sin saber qui¨¦n era ni c¨®mo se llama, llevaba meses en el hospital Puerta de Hierro; una septuagenaria que a lo largo de su vida ha formado tres familias con tres hombres diferentes y que no quiere que las dos primeras sepan d¨®nde vive hoy... y muchos menores marroqu¨ªes a los que localizan en reformatorios espa?oles. Otros muchos inmigrantes siguen en ignoto paradero, quiz¨¢ porque murieron en la patera en la que intentaban cruzar el Estrecho.
Y hay otros asuntos con el sello de "desapariciones inquietantes". Por ejemplo, Sara Morales, la joven canaria de la que no se sabe nada desde el 30 de julio de 2006. O Aurora Mancebo Leir¨®s, una chica de Tarragona de la que no hay rastro desde febrero de 2004 y sobre la que hay serios indicios de que fue asesinada, o Mar¨ªa Cielo Ca?avate, de 36 a?os, que el pasado 10 de octubre dej¨® a su hijo a la puerta de un colegio de Hell¨ªn (Albacete), y despu¨¦s... nada.
"Resolvemos cientos de desapariciones, pero son casos sin relumbr¨®n", conf¨ªa la inspectora con desolaci¨®n. Y prosigue con su labor, casi m¨¢s humanitaria que policial: "Mira, ahora tengo que comunicar a la Embajada rusa que hemos localizado a tres ni?as por las que nos hab¨ªan preguntado". -
Una tarjeta para aclarar un misterio
Ana Isabel Guasch Melis, de 28 a?os, profesora de ingl¨¦s en el colegio Santa M¨®nica de Palma de Mallorca desapareci¨® el 21 de octubre de 2001. Viv¨ªa sola en un piso de la calle de Arag¨®n. Al d¨ªa siguiente, varias amigas acudieron all¨ª a tomar un caf¨¦, pero nadie contest¨® a las llamadas. La polic¨ªa hall¨® en la vivienda un trozo de una tarjeta de pl¨¢stico con un logotipo, que puede ser una pista para aclarar el caso. Pero no sabe de qu¨¦ es esa tarjeta. ?La reconoce usted?
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