Un jueves con aguacero
Cuando salimos del Teatro Espa?ol, un jueves con aguacero, un funeral sin oraciones, sin blasfemias, imaginamos lo que nunca vivimos. All¨ª, un ni?o larguirucho en a?os republicanos, un ni?o con la sonrisa abierta ante la iluminaci¨®n que se acercaba en forma de una hermosa mujer. Una c¨®mica llamada Carola Fern¨¢n-G¨®mez. El hijo de una c¨®mica y de padre desconocido estaba destinado al juego de decir versos y hacer versos. De decir textos y de escribirlos. El ni?o se hizo c¨®mico. Y el hombre conoci¨® a otras mujeres que le hicieron sonre¨ªr, a veces. Y conoci¨® a gentes que le hicieron blasfemar, a veces. Creci¨®, y la voz se le puso ronca de voces nocturnas y de whiskys mudos.
Salimos de ese teatro, un jueves con aguacero; miramos a esa plaza y volvimos a ser ni?os con una bicicleta en los veranos. La misma plaza de tantos veranos. Una plaza donde Hemingway bebi¨® y blasfem¨®. Donde Marisa Paredes so?¨® con ser c¨®mica. Una plaza de c¨®micos, toreros, porreros y otras faunas en un lugar de Madrid que conoci¨® las juergas. Una ciudad que trasnochaba para olvidar que una vez tuvo un mill¨®n de cad¨¢veres. El ni?o republicano en la guerra esperaba la llegada del ej¨¦rcito franquista y llegaron. Y mandaron, rezaron por fuera, blasfemaron por dentro. Consiguieron que Fern¨¢n-G¨®mez, y la mayor¨ªa de los c¨®micos y sus alrededores, se pasara al bando derrotado, desarmado y no vencido. Y aquel Madrid, tan oscuro e injusto, fue una fiesta que supo disfrutar ese actor que sali¨® de los trenes que viajaban a ninguna parte. Tiempo amarillo en el que supieron divertirse gentes dignas que blasfemaban por fuera y rezaban por dentro. Como Fern¨¢n-G¨®mez y su pandilla. Lo contrario de los ganadores.
Una de aquellas noches, en esa plaza, en un lugar llamado Villa Rosa que a¨²n existe -uno de los lugares de las juergas, los vinos y las mujeres de un dictador llamado Primo de Rivera-, Fern¨¢n-G¨®mez y su colega Estelrich se encontraron con un grupo en el que iban Ava Gadner, Frank Sinatra, Luis Miguel Domingu¨ªn y Lola Flores. La juerga continu¨® en casa de Lola. En el camino se qued¨® Sinatra; hab¨ªa cantado Stormy weather y andaba atormentado.
El larguirucho Fernando crey¨® que pod¨ªa ligar con esa diosa, terrenal y bebedora, llamada Ava. El c¨®mico no hablaba ingl¨¦s y la actriz se ayud¨® de un amigo biling¨¹e que transmiti¨® sus palabras: "Dice Ava que si usted tiene ganas de joder, ah¨ª tiene a mi mujer, que est¨¢ siempre dispuesta".
Y el c¨®mico fuese y no hubo nada. Se dedic¨® a otras mujeres. Otras obras, otros poemas. Nunca gan¨® el Loewe, pero public¨® sus poemas en la misma editorial. En la noche del Premio Loewe, as¨ª que pasen 20 a?os, recordamos unos versos de Fern¨¢n-G¨®mez: "?Se?or, / dame la blasfemia / como a Job!".
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