Inventario del museo so?ado por Hitler
Recuperados para la investigaci¨®n dos ¨¢lbumes del expolio art¨ªstico nazi
La II Guerra Mundial est¨¢ a punto de terminar y las tropas aliadas se preparan para batirse en retirada. Hitler ha muerto. Berghof, su casa, ya no es m¨¢s que una ruina, pero una ruina cargada de historia.
Se calcula que fueron expoliadas 650.000 obras antes del fin de la guerra
El 'f¨¹hrer' eleg¨ªa con esos libros las piezas que quer¨ªa para su frustrado museo
39 ¨¢lbumes hallados tras la contienda se usaron como prueba en N¨²remberg
La multiplicidad de leyes dificulta la restituci¨®n a los familiares
Jackson: "Los museos cada vez revisan m¨¢s el origen de sus fondos"
Entre sus escombros, un soldado norteamericano con base cerca de Berchtesgaden (Alemania) se empe?a en buscar un souvenir que llevarse a casa. Una prueba de que ¨¦l estuvo all¨ª y sobrevivi¨®. Ve dos ¨¢lbumes de cuero. Los abre y encuentra en sus p¨¢ginas la prueba del expolio art¨ªstico perpetrado por los nazis durante los primeros d¨ªas de la ocupaci¨®n de Par¨ªs en 1940. Cuadro a cuadro. Con fotograf¨ªas, con inscripciones. Con referencias a sus v¨ªctimas, grandes coleccionistas del momento como Wildenstein, Kahn, Seligmann, Rothschild. Tras la muerte del soldado an¨®nimo, d¨¦cadas despu¨¦s, sus familiares descubren los libros en el ¨¢tico de su domicilio. Ahora, desde principios de noviembre, est¨¢n a disposici¨®n de los investigadores en el Archivo Nacional de Estados Unidos y en The Monuments Men Foundation for the Preservation of Art.
"Es uno de los hallazgos m¨¢s significativos relacionados con el expolio art¨ªstico de Hitler desde los juicios de N¨²remberg", sostiene el archivista Allen Weinstein. Su importancia es en todo caso m¨¢s testimonial, documental y simb¨®lica que otra cosa, porque la mayor¨ªa de obras art¨ªsticas registradas en los libros han sido ya restituidas a sus due?os originales. "Lo que prueban los ¨¢lbumes es el expolio sistem¨¢tico y premeditado impulsado por el f¨¹hrer", apunta Robert Edsel, responsable de Monuments Men Foundation.
Ya en 1937 hab¨ªan comenzado en Alemania las primeras expropiaciones de colecciones jud¨ªas. Por razones econ¨®micas. Y por xenofobia. "Quer¨ªan destruir art¨ªsticamente esa cultura", afirm¨® Inge Reist, investigadora del Center for the History of Collecting in America, recientemente en Sevilla, en unas jornadas sobre Expolios art¨ªsticos en Occidente organizadas por la Fundaci¨®n Abengoa. "Pero tambi¨¦n enriquecer las propias colecciones de los oficiales nazis y, sobre todo, la del Museo del F¨¹hrer", la perversi¨®n art¨ªstica que Hitler jam¨¢s logr¨® materializar -se calcula que se llegaron a reunir 10.000 obras-.
Con el amparo de Reichskammer der bildenden Kunste, creada por Josef Goebbels en 1933 para controlar qui¨¦n operaba en el mercado del arte, rescindieron licencias a galeristas como Marx Stern hasta ahogarlos. Y, a partir de 1940, siguiendo los dictados de la Einsatzstab Reichleiter, robaron en iglesias, en museos; se cebaron con particulares que hab¨ªan abandonado sus casas para huir, estaban en campos de concentraci¨®n o buscaban dinero r¨¢pido para comprar visados y con ellos su libertad... Se apropiaron adem¨¢s de importantes pinturas de arte degenerado. La importaci¨®n de este arte moderno proscrito -Monet, Renoir y Matisse- estaba prohibida en Alemania, pero a ellos les serv¨ªa para financiar su guerra.
"Las estad¨ªsticas var¨ªan. No obstante, se calcula que se expoliaron m¨¢s de 650.000 obras antes del fin de la guerra", asegura Reist. En ocasiones, los robos eran a la carta. "Algunos miembros del c¨ªrculo de Hitler y Goering llegaron a hacer listas de la compra con instrucciones. Kajetan Muhlamann, por ejemplo, prepar¨® un cat¨¢logo con obras a obtener. Entre ellas, hab¨ªa dos de Rafael de la colecci¨®n Zartoriski de Cracovia".
Los nazis fueron sistem¨¢ticos, obsesivamente cuidadosos en documentar sus robos. Deb¨ªan dejar constancia de su eficacia expoliadora y present¨¢rselos al f¨¹hrer para que eligiera sobre el papel las obras que quer¨ªa para su museo. Tras la capitulaci¨®n, se encontraron 39 libros que se utilizaron como prueba en los juicios de N¨²remberg. Pero el responsable de la puesta en marcha de ese sistema de control de piezas robadas, Robert Scholtz, dijo en 1945 a los norteamericanos que se llegaron a crear m¨¢s de cien, apunta Greg Bradsher, del Archivo Nacional de Estados Unidos. Los dos que aquel soldado an¨®nimo se llev¨® -su familia ha querido que permanezca en el anonimato- eran los n¨²meros 6 y 8; el primero lo tiene The Monuments Men Foundation y est¨¢ a disposici¨®n de escolares e investigadores; el segundo, lo ha depositado Edsel en el Archivo Nacional estadounidense.
Los dos cayeron en sus manos, y no por casualidad. Se los ofrecieron -previo pago de una cantidad que no quiso desvelar- por honrar con su trabajo la memoria de los hombres y mujeres que, tras finalizar la guerra, ayudaron a recuperar parte de lo expoliado y continuar con su labor. El nombre de Rose Valland son¨® con fuerza en las jornadas organizadas por Abengoa. Fue trabajadora del Museo del Louvre de Par¨ªs y la ¨²nica francesa en el Jeu de Paume, pinacoteca a la que se trasladaban las piezas robadas. Esta mujer se dedic¨® a catalogar este hurto masivo de forma clandestina, arriesgando su propia vida, para pasar despu¨¦s las listas a la Resistencia.
Su informaci¨®n sirvi¨® para recuperar -una vez finalizada la II Guerra Mundial- un buen n¨²mero de pinturas, esculturas y otras obras de arte. Pero otros miles, de valor incalculable, quedaron dispersas por el mundo. En colecciones privadas. O colgadas de paredes de museos y de otras instituciones. Algunos de sus due?os leg¨ªtimos, herederos de las v¨ªctimas de los nazis como Mar¨ªa Altmann, han recuperado lo que moralmente era suyo: en este caso, el retrato Adele Bloch Bauer I, de Gustav Klimt, restituido por el Estado austriaco y despu¨¦s vendido por la sobrina de la retratada. Otros han acabado por desistir en la b¨²squeda. Y algunos m¨¢s persisten y viven obsesionados con recuperarlas.
No hace falta buscar ejemplos de batallas legales en el extranjero. Est¨¢n en casa. En enero, la Corte de Apelaci¨®n de Estados Unidos debe resolver el litigio que enfrenta a la Fundaci¨®n Thyssen con la familia jud¨ªa Cassirer, que reclama Rue St. Honore, Apres-Midi, Effet de Pluie (1897), de Camille Pisarro. El cuadro, que sus ancestros dieron a los nazis a cambio de los visados para salir de Alemania, fue adquirido por el bar¨®n Thyssen hace tres d¨¦cadas en una galer¨ªa en Nueva York.
Ejemplos como ¨¦ste, llenos de connotaciones ¨¦ticas, los hay por decenas. ?Hasta d¨®nde llega el derecho de las familias expoliadas? ?Y el de las personas que adquirieron las obras a precio de mercado con buena fe? Nadie tiene una respuesta clara, porque tampoco existe una legislaci¨®n uniforme para este problema de alcance internacional -en algunos pa¨ªses, fundamentalmente europeos, se da el delito por prescrito-. As¨ª que casi siempre, la resoluci¨®n de estos conflictos de intereses depende del talante de las partes enfrentadas. El d¨ªa que el Museo de Carolina del Norte constat¨® que ten¨ªa un lucascranach expoliado por los nazis, lo devolvi¨®. ?Qu¨¦ hicieron los due?os? Vend¨¦rselo de vuelta a un precio razonable.
"Los museos y las grandes casas de subastas est¨¢n cada vez m¨¢s concienciados de que tienen que investigar el origen de las obras que son de su propiedad. Aunque Espa?a no es precisamente el mejor ejemplo", afirma Sarah Jackson, de la empresa The Art Loss, con sede en Londres. Desde hace 10 a?os, esta mujer se dedica, junto a un selecto equipo de abogados, historiadores e investigadores, a seguir la pista de pinturas robadas por Hitler. "Muchas veces nos vienen ¨²nicamente con una foto, con la imagen de un determinado cuadro en el sal¨®n de su casa. Y a partir de ah¨ª nos ponemos en marcha". Buscan para empezar, dice, en los cat¨¢logos de los m¨¢s de 200.000 lotes que se subastan cada a?o. Con suerte, tardan meses en dar con una pieza. Pero lo normal es que la investigaci¨®n se prolongue durante a?os, exija un cansino periplo por distintos pa¨ªses y un importante desembolso econ¨®mico. Y los pa¨ªses, subraya, no tienen consignados fondos para rastrear los horrores del expolio nazi.
En todo caso, su trabajo se ha vuelto algo m¨¢s f¨¢cil en los ¨²ltimos a?os. Primero, porque en 1998, durante la Conferencia de Washington, 44 pa¨ªses se comprometieron a publicar una lista con las obras adquiridas por sus instituciones en los cinco a?os anteriores y a impulsar otras medidas para favorecer la identificaci¨®n, localizaci¨®n y recuperaci¨®n de materiales art¨ªsticos. Segundo, porque Internet ha democratizado el acceso a los registros que han ido creando museos, asociaciones vinculadas con el Holocausto y otros organismos de las piezas con origen desconocido o espacios en blanco en su historial. "La tecnolog¨ªa est¨¢ jugando un papel important¨ªsimo para la devoluci¨®n de estas propiedades a sus due?os", afirma Shauna Isaac, responsable de la compa?¨ªa Sage Recovery de Londres. Pero no es la panacea. Las dificultades para verificar la autenticidad de las reclamaciones siguen siendo las mismas, y la letan¨ªa para hallar las obras que Hitler quiso para su museo, igual de larga.
Babelia
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