La ayuda fracasa, pero ?frica despega
La corrupci¨®n ha devorado miles de millones de cooperaci¨®n sin resultados - Las inversiones chinas y un nuevo tipo de ayuda occidental empiezan a sacar al continente del pozo
Lleva desde 2003 creciendo por encima de la media mundial gracias a la masiva construcci¨®n de infraestructuras. Se est¨¢ reduciendo el porcentaje de personas que vive con menos de un d¨®lar al d¨ªa. La escolarizaci¨®n ha dado un salto espectacular en pocos a?os. Aunque parezca mentira, esto es el ?frica subsahariana, que da se?ales de salir del pozo al que parec¨ªa condenada.
?Empieza al fin la ayuda a dar frutos tras d¨¦cadas de frustraciones? ?O simplemente se explica por el desembarco de China, que deglute petr¨®leo y perpetra infraestructuras sin ning¨²n respeto por los derechos humanos? A¨²n es pronto para saberlo, pero todo indica que la respuesta est¨¢ en el medio.
Los expertos valoran m¨¢s el papel de China que el de la ayuda occidental
Nadie niega que la corrupci¨®n se ha comido buena parte de las esperanzas
La OCDE apunta que si no se triplica la ayuda, las promesas ser¨¢n papel mojado
La condonaci¨®n de la deuda ha empezado a dar frutos
Ha nacido la anticooperaci¨®n: supuesta ayuda que no beneficia
La escolarizaci¨®n en Tanzania ha pasado del 51% al 91% en cinco a?os
Sud¨¢n es uno de los paradigmas del despertar africano. El pa¨ªs sigue desangrado por conflictos armados -activos o en estado latente-, sobre todo en Darfur. Pero crece por encima del 10% anual y la actividad econ¨®mica beneficia a todas las capas sociales. Hostil a las f¨®rmulas de cooperaci¨®n occidentales y atenazado por las sanciones de EEUU, nada de esto suceder¨ªa sin China.
En Juba, la capital de Sud¨¢n del Sur, que se recupera tras 20 a?os de guerra, se perciben al mismo tiempo los peores efectos de la ayuda occidental: la ciudad, a orillas del Nilo, est¨¢ tomada por las agencias humanitarias y muchos de sus habitantes maldicen su suerte: "Han llegado a decenas y el ¨²nico efecto constatable es que se han triplicado los precios; ahora es imposible encontrar un lugar donde vivir. Guste o no en Occidente, el papel de China es mucho m¨¢s importante", afirma Kenyi Yatta, director del semanario The Juba Post.
Algunos sectores acad¨¦micos de EEUU, hablan abiertamente del fracaso de la ayuda. En cinco d¨¦cadas se han gastado 2,3 billones de d¨®lares, aparentemente en balde. ?frica recibe m¨¢s de 20.000 millones al a?o -el Plan Marshall supuso un desembolso total de s¨®lo 13.000, equivalentes a 100.000 al cambio actual- sin efectos aparentes. Incluso son contraproducentes, seg¨²n William Easterly, quiz¨¢ el principal gur¨² de los cr¨ªticos. Profesor en la Universidad de Nueva York, Easterly ha escrito varios best-sellers en los que destroza la mara?a creada por la ayuda occidental y sostiene que el dinero sirve para alimentar la corrupci¨®n y perpetuar el subdesarrollo.
"Los donantes necesitan centrarse no en aumentar la ayuda, sino en minimizar los riesgos", le secunda Nancy Birdsall, presidenta del Centro para el Desarrollo Gobal, un prestigioso think tank de Washington. La madeja ha provocado que 20 pa¨ªses africanos sean hoy altamente dependientes de la ayuda: el dinero de la cooperaci¨®n supera el 10% del PIB y el 50% del gasto p¨²blico.
Los efectos, apunta Easterly, se observan de forma di¨¢fana en Zambia: si hubiera invertido todo lo recibido en ayuda desde 1960 deber¨ªa haber alcanzado una renta per c¨¢pita de 20.000 d¨®lares a principios de los a?os noventa. Pero en 1990 la renta per c¨¢pita no llegaba a 500: era incluso inferior a la de 1960.
Nadie niega, ni siquiera los m¨¢s entusiastas defensores de la ayuda, que la corrupci¨®n se ha comido buena parte de las esperanzas. Un estudio de 2000 en Guinea, Camer¨²n, Uganda y Tanzania demostraba que entre el 30% al 70% de las medicinas repartidas desaparec¨ªan antes de llegar al paciente. Transparencia Internacional ha denunciado el salto a cuentas suizas de miles de millones en ayuda reci¨¦n llegada a ?frica. Y varias investigaciones demuestran que los pagos extralegales encarecen entre el 20% y el 30% de muchos proyectos de cooperaci¨®n.
"Ha habido corrupci¨®n, claro, pero si se cortaran ahora los flujos porque en el pasado se han hecho las cosas mal estar¨ªamos comprometiendo las posibilidades de mejora en ?frica. ?Est¨¢ clar¨ªsimo que hace falta m¨¢s dinero!", subraya Juan Pablo de Laiglesia, segretario general de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional (AECI). La OCDE, que no destaca precisamente por su idealismo, sino por un rigor asociado a la ortodoxia liberal, es tajante: o se triplica la ayuda en cuatro a?os o las promesas de los pa¨ªses ricos ser¨¢n papel mojado. Y pese a los indicios de mejora, ?frica ni siquiera se acercar¨¢ a los Objetivos del Milenio.
Algunas ONG con a?os de experiencia ponen incluso en duda que las cifras de ayuda sean reales. Ni hay tanto dinero -en 2006, los pa¨ªses ricos donaban el 0,3% de su PIB cuando en los sesenta destinaban el 0,5%, y en 2006 la cifra total incluso descend¨®- ni se emplea para lo que se dice: existen las partidas, claro. Pero no siempre son realmente para cooperaci¨®n, sino que a menudo buscan meramente abrir nuevos mercados a las empresas occidentales.
S¨®lo Irlanda y Reino Unido han desligado por completo su ayuda al desarrollo de sus intereses estrat¨¦gicos, con lo que un alto porcentaje -en algunos pa¨ªses, como Canad¨¢, superior al 40% del total- de la ayuda internacional es "ligada". Es decir, est¨¢ vinculada a la compra de bienes y servicios a empresas del pa¨ªs donante. El 13,4% de la ayuda oficial espa?ola era ligada en 2006, seg¨²n el estudio La Realidad de la Ayuda de Interm¨®n Oxfam. Y Espa?a todav¨ªa incluye en su partida de cooperaci¨®n los cr¨¦ditos FAD, que facilitan la expansi¨®n de empresas espa?olas y endeudan al pa¨ªs receptor, considerados por todas las agencias independientes, un instrumento leg¨ªtimo de negocio, pero no de cooperaci¨®n.
El Observatorio de la Deuda en la Globalizaci¨®n (ODG), vinculado a la Universidad Polit¨¦cnica de Catalu?a, ha acu?ado incluso el concepto de "Anticooperaci¨®n". Seg¨²n este an¨¢lisis, el impacto neto de Occidente es perjudicial para ?frica y los pa¨ªses pobres no porque ayuden demasiado, sino porque en realidad no existe tal ayuda: "Los cr¨¦ditos FAD, las agencias de cr¨¦dito a la exportaci¨®n, la contribuci¨®n a las instituciones financieras multilaterales, la responsabilidad ambiental transnacional, el control migratorio, los para¨ªsos fiscales, el secretismo bancario, la venta de armas (que mueve m¨¢s dinero que toda la ayuda a ?frica) y los acuerdos comerciales deben ser incluidos en el an¨¢lisis", sostiene David Llistar, investigador del ODG.
Isabel Kreisler, autora principal del informe de Interm¨®n Oxfam, es contundente: "Hay mucho cinismo entre los que piden reducir las ayudas. En realidad, lo que los pa¨ªses ricos dan por un lado lo quitan dos veces por otro manteniendo unas reglas comerciales injustas", afirma.
Y sin embargo, pese a todo, la ayuda parece que ha empezado a dar frutos. As¨ª lo sugieren datos recientes del Banco Mundial y de la ONU. No s¨®lo crece el PIB como consecuencia del desembarco chino: algunos indicadores sociales mejoran desde antes de la llegada de Pek¨ªn. Dos de cada tres pa¨ªses del ?frica subsahariana han mejorado el ?ndice de Desarrollo Humano (IDH) con respecto a 2000. La pobreza extrema ha disminuido en muchos sitios. Y la tasa de escolarizaci¨®n primaria ha dado un salto espectacular en apenas cinco a?os.
"Cuando la ayuda se hace bien, tiene un efecto beneficiosoclaro", recalca Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovaci¨®n Social de la escuela de negocios Esade. Carreras pone el ejemplo de Tanzania, rotundo y poco conocido. El pa¨ªs entr¨® en el programa de condonaci¨®n de deuda vinculada a un plan de inversiones en educaci¨®n y salud. En s¨®lo cinco a?os, la tasa de escolarizaci¨®n primaria ha pasado del 51% al 91%. Y la tasa de mortalidad infantil se ha reducido en un tercio.
El programa de condonaci¨®n de deuda a los pa¨ªses m¨¢s empobrecidos es un elemento de ¨¦xito, pese a que el ODG advierte que los pa¨ªses ricos han perdonado menos de lo que dicen y que se est¨¢ creando una nueva deuda, ahora con China. Pero no es el ¨²nico paso dado en los ¨²ltimos a?os que explique la mejora de la eficacia de la cooperaci¨®n. La Declaraci¨®n de Par¨ªs de 2005 supone un hito que sistematiza las "buenas pr¨¢cticas" en la cooperaci¨®n: acabar con la ayuda ligada, mejorar la coordinaci¨®n, el control y la evaluaci¨®n, convertir la ayuda en partidas presupuestarias claras, fomentar la participaci¨®n de los pa¨ªses receptores... O sea: el reverso de lo hecho hasta ahora. Los gobiernos de los pa¨ªses ricos los han asumido. Ahora s¨®lo falta que lo cumplan para ver si realmente la ayuda sirve o no.
?Se canaliza bien la ayuda?
Al tsunami en tal lugar le sucede un terremoto en los ant¨ªpodas o una nueva guerra en ?frica. Las cruentas im¨¢genes generan una ola de solidaridad y la ayuda humanitaria llega para mitigar el dolor. Pero, ?ayuda realmente? Para contestar a esta pregunta crucial, DARA, organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro con sede en Madrid, ha creado el ?ndice de Respuesta Humanitaria. Su primera edici¨®n se acaba de presentar en Londres.
"Con la financiaci¨®n que hay se podr¨ªa hacer m¨¢s. Se est¨¢ mejorando, pero queda mucho camino por recorrer", afirma Silvia Hidalgo, directora general de DARA. El ¨ªndice ha sistematizado 57 indicadores objetivos extra¨ªdos de los Principios y Buenas Pr¨¢cticas de la Donaci¨®n Humanitaria, firmados por los pa¨ªses donantes. Por ejemplo: ?la financiaci¨®n est¨¢ condicionada por los intereses econ¨®micos y estrat¨¦gicos de los donantes? ?Se trabaja con otros socios? ?La acci¨®n salva vidas?
Los pa¨ªses n¨®rdicos son los que salen mejor parados en el ¨ªndice, que analiza a 22 pa¨ªses ricos y la Comisi¨®n Europea. Espa?a ocupa la parte baja de la tabla: el puesto 17. Destaca en la atenci¨®n hacia crisis olvidadas. Pero flaquea en coordinarse con los agentes multilaterales.
"Las diferencias entre los pa¨ªses son muy grandes. Muchos firman grandes principios y luego se olvidan. Espa?a podr¨ªa hacerlo mejor", concluye Augusto L¨®pez Claros, coeditor del informe.
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