El griter¨ªo de ayer
De toda Espa?a, s¨®lo Madrid se qued¨® ayer sin silencio ni respeto por la v¨ªctima de ETA. ETA contemplar¨ªa, agradecida y c¨®mplice, la comparecencia en Cibeles de una vieja Espa?a sacristana; al fin y al cabo, la banda tambi¨¦n naci¨® en las sacrist¨ªas. Por lo dem¨¢s, mientras al grito de maric¨®n e hijo de puta, iban unos en busca del presidente Zapatero, su verdadero objetivo, otros ciudadanos volv¨ªan a guardar silencio por sus muertos y a gritar contra ETA, que es la que mata. Que Pedro Zerolo, concejal socialista de Madrid, se convirtiera ayer en blanco deseado de la kale borroka castiza que actu¨® en Cibeles, supongo que no obedecer¨ªa a la sospecha por parte de sus integristas integrantes de que Zerolo pueda tener vinculaci¨®n alguna con la banda terrorista.
La vieja Espa?a invade la vida p¨²blica al grito de maric¨®n, maric¨®n
Pero pudieron haberlo pensado: el grupillo de los 300 o 400 alborotadores de ayer suele contar con gente que pone a cualquiera a comer en la mesa de ETA y a correrse una juerga con los terroristas a poco que no les festejen un dislate.
Ahora bien, contra Zerolo no iban por proetarra, sino por maric¨®n, por mucho que resulte de lo m¨¢s extra?o que la homofobia pueda m¨¢s que el recuerdo de una v¨ªctima a quienes no viven para otra cosa que supuestamente para honrarlas. No deben extra?arse en consecuencia de que al abortar de modo tan abrupto el respetuoso silencio de homenaje, m¨¢s cerca de ETA y de sus objetivos pudiera ten¨¦rseles que contra ETA y sus cr¨ªmenes. Pero ya s¨¦ que es absurdo y contraproducente establecer cercan¨ªas entre ETA y, no digo cualquier dem¨®crata, aunque de la condici¨®n democr¨¢tica de los alborotadores de ayer haya m¨¢s bien dudas, sino de cualquier ser vivo, y que eso nos llevar¨ªa a entrar en un tipo de demencia con obsesiones mercenarias, impropia de la gente de buena educaci¨®n; pero si algo est¨¢ claro es que el grito de maric¨®n, maric¨®n no iba dirigido a ETA, evidentemente, y que de haber elegido aquellos enfurecidos este insulto para vilipendiar a la banda siniestra, habr¨ªan dicho al menos maricona, respetando el g¨¦nero. As¨ª que, las cosas como son: ayer, en Cibeles, entre los notorios alborotadores que le aguaron al alcalde el estreno de la fachada palaciega, hab¨ªa un objetivo primero que no pasaba por la banda terrorista, ni por el respeto al muerto que se recordaba, sino por otra manera de ver el mundo, a la que no deben ser ajenos los maricones; eso s¨ª, con Zapatero al frente.
No pasa nada: la vieja Espa?a ha sacado de nuevo los estandartes de sus ba¨²les de sacrist¨ªa y al grito de maric¨®n, maric¨®n, por ejemplo, invade los escenarios de la vida p¨²blica. Pero, aunque debido a la presencia de Zerolo, lo de maric¨®n les dio para mucho, y para desatar la pasi¨®n del forcejeo y la violencia que los mueve, lo de hijo de puta, que suena en labios de una v¨ªctima como una jaculatoria, les ven¨ªa al pelo para expresar la finura. Ahora bien, si insistieron tanto en la palabra maric¨®n, como un emblema, por algo ser¨ªa. Y no invito a nadie a disuadirlos de que lo gay no tiene gran poder simb¨®lico en el Gobierno de Zapatero, ni a que los lleven a una excursi¨®n del Inserso por el barrio de Chueca y propongan a alguna de sus figuras relevantes para un premio rosa, pero tampoco estar¨¦ en contra de que se manifiesten y expresen los valores de la extrema derecha que los anima, al grito de maric¨®n, maric¨®n por donde quiera que vayan y hasta en el Valle de los Ca¨ªdos; a la sociedad democr¨¢tica no la divide m¨¢s la claridad de posiciones de los individuos o los grupos, sino el barullo y la confusi¨®n. Y no digamos nada la hipocres¨ªa. Yo no s¨¦ si los que ayer impusieron el ruido al silencio tienen partido pol¨ªtico que los apoye de una manera, de otra o de muchas a la vez, pero he o¨ªdo decir a ?ngel Acebes, secretario general del PP, que ¨¦l est¨¢ de acuerdo con las v¨ªctimas, digan lo que digan. All¨¢ ¨¦l con los riesgos que corre, porque no s¨®lo hay v¨ªctimas y v¨ªctimas, sino que incluso las mejores pueden tener sus fallos. Yo o¨ª decir ayer cosas a una v¨ªctima que ning¨²n dem¨®crata podr¨ªa suscribir, pero es verdad que si se lo cuento a Acebes me responder¨¢ que d¨®nde le vi yo su carnet de v¨ªctima. Y me alegrar¨ªa francamente que ninguno de los exaltados que vi y o¨ª, y que presum¨ªan de ser v¨ªctimas, fueran otra cosa que impostores, porque de ser v¨ªctimas habr¨ªan enviado su dignidad a convivir con las ratas del metro y, si no lo eran, lo m¨¢s probable, jugaban a la impostura de una sociedad cobarde de siniestra tradici¨®n.
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