Barquillos y blasfemias
Veinte a?os no es nada, pero la palabra escrita es memoria que parad¨®jicamente introduce el recuerdo en la regi¨®n de lo inesperado. Hay experiencias que quedan marcadas como ciertos amaneceres en el mar, y el hallazgo en una biblioteca privada de unos manuscritos de Alberti, sus primer¨ªsimos poemas dispersos en varios cuadernillos, fue una feliz iluminaci¨®n que me hizo sumergirme durante meses en la Biblioteca Nacional, para comprobar si estaban recogidos en las distintas ediciones de las obras publicadas de Rafael.
"Casualidad llaman los bobos al destino", afirmaba Ginger Rogers en un musical de 1934, La alegre divorciada. La frase me vino a la mente cuando descubr¨ª que, entre m¨¢s de cuarenta poemas in¨¦ditos, acababa de hallar el poema que Alberti consideraba el primero de su autor¨ªa. Lo hab¨ªa escrito en 1920, tras la muerte de su padre, seg¨²n menciona en La arboleda perdida, y en sus memorias s¨®lo recordaba unos versos, y all¨ª se encontraba completo, acompa?ado de muchos otros, esperando un nuevo lector despu¨¦s de tantos a?os.
"En esos poemas ya est¨¢ la mezcla de elementos que va a figurar en toda su obra: la inocencia, el sexo, el escepticismo"
Meses m¨¢s tarde, concert¨¦ una entrevista con Rafael Alberti, en su casa de la Castellana. Me abri¨® Luis Mu?oz. Tras las presentaciones, merendamos los tres juntos. El poeta se qued¨® pl¨¢cidamente sorprendido en el reencuentro con sus primeros versos. "Ni?a, come otro barquillo", me dec¨ªa Alberti, entre poema y poema. Su rostro se iba transformando. Comenzamos con los versos de 'Los Balcones Suaves', fechados en 1924, donde figuraban poemas in¨¦ditos, entre otros publicados, con cierto regusto a confiter¨ªa l¨ªrica, al ultra¨ªsmo de la ¨¦poca, a la poes¨ªa popular de libros como El alba del alhel¨ª, muy apropiada a esa tarde de merienda: "La feria en mi coraz¨®n / es un helado de fresa. / Se encienden por ti las frutas / -sol de las confiter¨ªas- / La gloria es la mejor cena. / ?chame tus trenzas morena", le¨ªa Rafael, con regusto a barquillo adolescente, el poema titulado 'Reyes Magos'.
Continuamos en esa tarde larga y clara con El cuaderno de Mari Celina, donde se encontraban, todos in¨¦ditos, los balbuceos po¨¦ticos de Alberti. Su mirada estaba en otro sitio, en otra ¨¦poca, no en esa tarde de los ochenta. Ese joven muchacho deambulaba por las calles de Madrid, dibujando en el Museo del Prado, perdi¨¦ndose tembloroso de amores en el parque del Retiro, ahumado en caf¨¦s como el Roma o Pombo, en ese mes de julio de 1920. Las p¨¢ginas de La arboleda perdida casi son un correlato directo con el cuaderno descubierto. Muere su padre. En La arboleda perdida nos dice Alberti: "Por mucho tiempo viv¨ª triste. Me vistieron de luto. Toda mi gente se ennegreci¨®. Comenzaron los rosarios y las misas. (...) Yo me iba de mi casa en busca de la soledad, por las afueras de mi barrio. La llanura, con sus chopos ensimismados, y el Guadarrama azul en la lejan¨ªa, fueron mis buenos compa?eros de aquellos meses. Me quedaba en el campo hasta muy atardecido. Y -?Oh milagro!- me segu¨ªan saliendo los poemas como brotados de una fuente misteriosa que llevara conmigo y no pudiera contener". Fuente cuyo misterio recoge este librillo in¨¦dito. En el poema 18 del Cuaderno... fechado el 3 de julio de 1920 (con id¨¦ntica dataci¨®n que el poema 'R¨¦quiem', dedicado a la muerte de su padre), titulado 'Ingenuidad', y dedicado a Chinita, Alberti ya realiza una mezcla de los elementos que van a figurar a lo largo de toda su obra: el mundo de lo popular, el espacio de la inocencia y la infancia, quebradizo y ef¨ªmero como un barquillo, junto a las sombras del escepticismo, del mundo de las pulsiones sexuales, de la grisalla humana que le conduce al desenga?o en sus creencias y a la ruptura con el universo establecido, para llegar posteriormente hasta su conocido compromiso pol¨ªtico.
Comienza el poema hablando del mundo de las leyendas, de la infancia; la ni?a de diez a?os inocentemente quiere al poeta, se dan un beso muy largo, como los caballeros de los cuentos. Pero el poeta habla de "eso", que sabe desde hace poco tiempo. En La arboleda... recuerda sus primeras visitas a los prost¨ªbulos, su descubrimiento del sexo. En otros poemas de este Cuaderno, menciona, en clave de Commedia del Arte, la relaci¨®n entre dos amigos y una chica, Mar¨ªa Luisa, que tuvieron probablemente un asunto sentimental entre ellos, y que menciono en los estudios citados.
En otro cuaderno hallado, que he titulado 'Poemas agrupados' fechado pocos a?os despu¨¦s, figuran borradores en la estela de Sermones y moradas, compuestas en sus vacaciones en Cercedilla, con su amiga Maruja Mallo, y tres in¨¦ditos, dos de ellos tal vez excluidos por el poeta por tremendamente irreverentes. Parafraseando a Baudelaire, Alberti va al fondo de lo desconocido para alcanzar lo nuevo. Se ha producido una crisis profunda, sin vuelta atr¨¢s. Desecha las creencias en las que ha crecido, para dejar paso a un sistema de irracionalismo po¨¦tico, a la provocaci¨®n incendiaria, y hasta blasfema, que tambi¨¦n practicar¨¢ en sus poemas de la Guerra Civil. El joven rebelde quiere llegar a las ra¨ªces de la injusticia en esa Espa?a que ya raya los a?os treinta.
Alberti escribe su rabia, su desenga?o, y blasfema contra todo. Es una poes¨ªa del conflicto. Heidegger dec¨ªa que la obra de arte debe ser una "instigaci¨®n" al "conflicto". Rafael nos lleva en estos versos a su mundo en transformaci¨®n. "Es una frente la que hoy pide auxilio partida y dejada sobre las extensiones donde los buitres le declaran la guerra al viento y a la lluvia", es uno de esos poemas in¨¦ditos, duro, de sintaxis acumulativa y pr¨®fuga, que desorienta y golpea al lector, como el propio sujeto l¨ªrico se encuentra en esos momentos de escritura.
Mi visita llegaba a su fin. Casi era noche cerrada cuando abandon¨¦ de puntillas la casa de Alberti. Me vinieron entonces a la mente esos versos de Rafael, que descubr¨ª en el Cuaderno de Mari Celina: "Ha ca¨ªdo la tarde, y en la inmensa avenida / r¨ªe la paz de la luna tras la oscura arboleda". Arboleda recobrada en la oscuridad de la ciudad que se preparaba para un nuevo d¨ªa. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.