El enigma del 'burukide'
Son unos de los entes m¨¢s singulares de los que pueblan el Pueblo vasco, una de las se?as de identidad de este pueblo con identidad, pues son nuestros, s¨®lo nuestros, y no se encontrar¨¢ en el universo mundo figura equiparable. Suscitan un ingente respeto, una suerte de reverencia como ante seres tocados por lo sagrado. Son los burukides. El nombre, categ¨®rico, se aplica s¨®lo a unos pocos jerifaltes del PNV y, sin embargo, constituye toda una categor¨ªa social, una proyecci¨®n pol¨ªtica esencial. Burukide: lo dice todo en su brevedad. Tiene tal sonoridad y sugiere tanto, que ya empieza a usarse en castellano como si tal cosa. De cuajar el sustantivo, esta generaci¨®n de vascos habr¨¢ aportado ya tres vocablos a la lengua del imperio: lehendakari, zulo y burukide.
El 'burukide' en el ejercicio de su sacerdocio tiende a la opacidad
Suscitan un ingente respeto, como ante seres tocados por lo sagrado
Emplean el nombre por misterioso y persuasivo, pero sin saber bien qu¨¦ es un burukide. Les suena a arcano y a figura at¨¢vica de la tierra, algo profundo, y al espa?ol no versado le intriga aun m¨¢s cuando se entera que buru quiere decir cabeza. Su asombro llega al m¨¢ximo y como la perplejidad es la madre de todas las admiraciones, entonces emplea el burukide con m¨¢s fruici¨®n y recogimiento.
Sin embargo no es lo mismo un miembro de la Ejecutiva del PSOE o de la Junta Directiva del PP, y esas cosas, que burukide. No tiene el mismo empaque. Nada que ver. Aquellos son cargos internos de partidos, estructuras funcionales. El burukide es eso, pero algo m¨¢s. Ni hace falta decir "burukide del PNV, pues es una redundancia. Comparte el estigma del ungido, del augur que gu¨ªa al reba?o, una suerte de encarnaci¨®n del esp¨ªritu del pueblo, cada burukide en su parte al¨ªcuota, claro est¨¢. C¨®mo ser¨¢, que ni siquiera el vocablo mahaikide -otra singularidad de la tierra -, pese a sus implicaciones siniestras, produce tal temor reverencial ni sobrecoge tanto el ¨¢nimo. En cierto sentido, burukide es lo m¨¢s a que se puede llegar entre los vascos - casi como lehendakari, que no deja de ser un gestor, bien que est¨¢ adquiriendo p¨¢tina sacrosanta-. En cierto sentido, los burukides son el Pueblo vasco.
Qu¨¦ poco sabemos sin embargo de los burukides, y es falla de la que se resiente nuestra comprensi¨®n de la pol¨ªtica vasca. Por sorprendente que parezca, no tenemos ninguna tesis doctoral sobre los burukides a lo largo de la historia, o un diccionario biogr¨¢fico de los claros burukides de Euskal Herria, ning¨²n estudio sociol¨®gico, qui¨¦nes son, porqu¨¦ son, qu¨¦ piensan, qu¨¦ hacen, cu¨¢les sus sue?os, si de peque?os jugaban a vasquitos y neskitas. Peor a¨²n: no hay ninguna serie televisiva titulada Los burukides del Cant¨¢brico, que narrar¨ªa los avatares cotidianos de estas impares cabezas de los vascos, si van al f¨²tbol, si tienen familias o se dan al celibato, si juegan al mus, si compran un n¨²mero de loter¨ªa de Navidad entre todos, si hay acercamientos sentimentales entre burukides de distinto sexo (o del mismo), o si ¨¦ste no existe en sus horizontes vitales, consagrados como est¨¢n a su tarea. No hay una sola novela, ninguna pel¨ªcula dedicada al drama del burukide, y eso que t¨ªtulos no faltar¨ªan: La noche de los burukides vivientes, La semilla del burukide, Todo sobre mi burukide, La burukide mec¨¢nica. Ni siquiera un documental, pese a lo que el burukide influye en nuestra vida. Y el colmo: ni un Burukide Eguna, en este pa¨ªs donde quien m¨¢s quien menos tiene su eguna.
No sabemos nada sobre el burukide, en realidad. Ahora est¨¢n eligiendo burukides y apenas sale una nota en el peri¨®dico. En tiempos no muy lejanos, casi ni eso. El burukide como tal y en el ejercicio de su sacerdocio tiende a la opacidad. Nadie sabe muy bien a qu¨¦ se dedican los burukides, qu¨¦ hacen en la vida, y sin embargo te se?alan a uno por la calle y te dicen con embeleso no exento de aprensi¨®n "ese es un burukide" y un escalofr¨ªo de respeto te recorre el cuerpo.
No hacen falta m¨¢s se?as, es burukide y todos le mirar¨¢n con alguna devoci¨®n o directamente con fervor. Le rodea un aura, un h¨¢lito de respetabilidad, es una especie de Don de la ideolog¨ªa, un Padrino de los vascos. A primera vista los burukides parecen humanos normales, aunque es dif¨ªcil precisar si el burukide nace o se hace. Luego te das cuenta que tienen una seriedad ancestral, una sonrisa profunda y triste y una mirada que se pierde en lontananza.
No es para menos. El burukide llega a la m¨¢xima jerarqu¨ªa nacionalista y resulta su funci¨®n b¨¢sica vigilar la doctrina, dirigir la comunidad, dise?ar la estrategia y la pol¨ªtica, controlar a los cargos nacionalistas... pero no gobernar, sino quedarse con la miel en los labios, al margen del gobierno al que orientan y marcan directrices, es un suponer. Esta labor doctrinal, de vigilar la pureza ideol¨®gica y definir cada d¨ªa la ortodoxia, justifica su circunspecci¨®n tenaz y su car¨¢cter sacral, como el de los druidas.
Por eso les debemos algunos de los textos m¨¢s interesantes y pintorescos de los ¨²ltimos treinta a?os, los manifiestos del EBB en los Aberri Eguna. Y luego est¨¢ su lacerante relaci¨®n con el poder de los suyos, a los que en teor¨ªa dicen lo que tienen que hacer. Eso ser¨ªa antes, cuando los burukides resoplaban todo el d¨ªa sobre el cogote del PNV gubernamental. Ahora ya no, pues les mandan desde el Gobierno y esa inversi¨®n de papeles tiene que hacer la vida del burukide un autoflagelamiento diario. ?De qu¨¦ hablar¨¢n los burukides en sus reuniones? Tal y como est¨¢n las cosas, departir¨¢n sobre las bondades del plan Ibarretxe y platicar¨¢n todo el rato sobre las virtudes de la consulta de Ibarretxe y de los hermosos proyectos del lehendakari, y de c¨®mo convencer a la ciudadan¨ªa, que todo salga bien.
Es el Gobierno el que pone los deberes al burukide y no al rev¨¦s como anta?o, por lo que el burukide conserva planta y orgullo, pero ya no es lo que era. El t¨ªtulo de la pel¨ªcula deber¨ªa ser: El silencio de los burukides.
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